REPERTORIO AMERICANO 279 sois la melodia y el encantamiento, donde el alma siento de la patria mía.
el chivo barbudo que asoma en la altura; el remanso quieto dentro de la gola de la pena brava, cual gota de escarcha en una corola; la mujer que lava y la que entrecava; olmos, olivares, viñedos, sembrados, cortijos, molinos, fuertes almenados, para el viandante que cruza los campos, llena de dulzor del tierno coloquio el alma radiante, todo es una fiesta que canta de amor.
JUAN ALCOVER Trad. de ALFONSO MASERAS Comentario de Torrendell Oh, montes abruptos de la serranía; oh, la visión pura que de alli me envía; capullo fragante de una primavera que me da nostalgias de la edad primera; si intento alcanzarle la trenza colgante, ella se desvia. Copeo, copeo, me hiciste traición, capullo encarnado, si te he agraviado, te pido perdón. Ella se desvía, y mientras se esfuma en la lejania, y en luz se convierte lo que era visión, en luz solitaria en la majestad de la cordillera altiva y callada, toda aureolada de serenidad.
en mi alma retoza la voz halagueña de la gentil moza que parará en duena. Soy la campesina que ofrendas te di: vengo de la sierra, mas no para ti. Cualquiera que esté dotado de imaginación y tenga nociones de vida rural, de tan parecidos. contornos en todos los paises, recogerá intimamente las sensaciones evocadas desde el fondo removido de una juventud deliciosamente transcurrida en la efervescencia de antiquísimo agro, personalizado ya en tradiciones, en costumbres, en historia cívica y religiosa, en perspectivas de deslumbramiento, en olor y sabor inconfundibles y en anécdotas sentimentales, encuentros misteriosos y coloquios virgilianos. El poeta, en la cumbre de los años melancólicos, contemplando obsesionadamente la montaña, medio azulada al atardecer, siente. hondo anhelo de sinceridad y entrega total de su espíritu, y.
emocionado por los recuerdos juveniles, entra en intimo contacto con el alma de la tierra libre, que empieza donde termina el coto urbano. su primer vocablo se traduce en una canción popular, de confusa significación, pero profundamente enraizada en su entraña palpitante, como que en ella hundióse en los días lejanos de la niñez: Copeo, copeo, copeo traido: roseta encarnada, si he agraviada, jo demán perdó.
Oh, montes abruptos de la serrania; lentiscos, enebros, selvática umbría; negrura de silos en el encinar; soleada ardiente que besa el pinar; sombra del ramaje de gomas ungido; cantos de verbena que llegan al mar de la iglesia abierta, cual ojo encendido; mulas corredoras que cascabelean con trote ligero, bajando la cuesta; hachas que flamean siguiendo a la moza que el baile primero bailará en la fiesta; soledad hurana donde gime el eco de gótica gesta que del fratricidio recuerda la sana; doblar de campanas, cortejos luctuosos que el reżo murmura, siguiendo la caja; árboles que rozan con la rama baja los toldos de carros que van hacia el coso. mirlos que en la fronda saltando retozan; cánticos de trilla, cadencia arabesca, grupos que a la fuente van de la salud, y frutas fundidas en la boca fresca, henchidas de risas de la juventud; musa de cabellos blancos que olvidadas historias recita, azul lucecita de los cuentos de hadas, que eran el encanto de nuestra niñez, sois la exquisitez. Cómo sigue esta canción. pregunta el mismo para iniciar su confidencia. No lo sé. Muchos años ha la oía cantar, con la tonada del copeo, baile popular mallorquin, a una vieja familiar de casa, mientras hacía saltar sobre las rodillas a una hermana mía, entre estallidos de ternura efusiva y juguetona. No tengo de ello ninguna otra noticia. Precisaba una glosa campestre, como nota inicial de la sierra, y escogi ésta, ungida con el recuerdo de mi hermana, que murió muy chica, y de aquella niñera de piel tostada y aspecto selvatico, entrañablemente aino.
rosa con el infante que cuidaba. Hay, pues, en esa estupenda poesía la personificación de un sentimiento que se transparenta en la mayor parte de las otras composiciones: una devoción fervorosa por la isla natal. Su alma es seducida, al fin, por la palabra étnica, y a su oído suena deliciosamente la canción popular, que recoge en toda su rusticidad para engastarla en joya de fina orfebreria, obteniendo así un producto estético, nuevo en la literatura catalana, por el cual se fusionan maravillosamente la melodía de la tradición y la armonía de la cultura en instrumenitación sabia y al propio tiempo inspirada. Es la graciosa virtud del poeta mallorquin: con toda su ciencia de literato y su refinamiento de hombre de ciudad, sabe llegarse al fondo de la selva y elegir sin marchitarla la flor más campestre para perfumar sus elegancias literarias y sus distinciones de espíritu. La Nación, Buenos Airex. du Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica