REPERTORIO AMERICANO 191 LA EDAD DE ORO Lecturas para niños (Suplemento al Repertorio Americano)
lo que se pueda. así fue. Cuando Juan volvió a su casa, halló la taleguilla.
Otro día llegó con un carrillo hinchado y un ojo a medio salir. Que la vaca que me diste se me ha desaparecido! el bondadoso anciano. Anda, que ya la encontrarás. otra vez. Que el mulo que me ofrecisteis se fué de mi huertecito. el Santo. Vaya, vaya, vete que él volverá. por tal tenor.
Hasta que una ocasión el Santo no se encontraba con muy buen humor, y se apareció Juan Bueno. con la cara hecha un tomate y la cabeza como una anona, Desde que le vió: hum. hum, hizo el Santo. Señor, vengo a suplicaros un nuevo servicio. Se me ha ido mi mujer, y como vos sois tan bueno.
San José alzó el bastón florido y dándole a Juan en medio de las dos orejas, le dijo con voz airada. Anda a buscarla a los infiernos, zopenco!
Las pérdidas de Juan Bueno Este era un hombre que se llamaba Juan Bueno.
Se llamaba así porque desde chico, cuando le pegaban un coscorrón por un lado, presentaba la cabeza por otro. Sus compañeros le despojaban de sus dulces y bizcochos, le dejaban casi en cueros, y cuando llegaba a la casa, sus padres, uno por aqui, otro por allá, a pellizco y mojicón, le ponían hecho un San Lázaro. Así fue creciendo, hasta que llegó a ser todo un hombre. Cuánto sufrió el pobrecito Juan! Le dieron las viruelas y no murió, pero quedó con la cara como si hubiesen picoteado en ella una docena de gallinas. Estuvo preso por culpa de otro Juan. que era un Juan Lanas. todo lo sufría con paciencia, a punto de que todo el mundo, cuando decían. Alla va Juan Bueno. soltaba la risa. Así las cosas, llegó un día en que se casó.
RưBÉN DARIO (Rubén Dario en Costa Rica San Jose ile 1920. La raíz y el gusano. poloyo)
Una mañana vestido con manto nuevo, sonriente, de buen humor, con su gloria de luz en la cabeza siis sandalias flamantes y su largo faldón florido, salió el señor San José de paseo por el pueblo en que vivía y padecía Juan Bueno. Se acercaba la noche de Navidad iba él pensando en su niño Jesús y en los preparativos del nacimiento, bendiciendo a los buenos creyentes y tarareando de cuando en cuando, uno que otro aire de villancico. Al pasar por una calle oyó unos lamentos que partían el alma, y el excelente santo, llevado por su generoso corazón, se dirigió a la casa de donde salían aquellos lamentos y encontró, joh cuadro lastimoso! a la mujer de Juan Bueno, pim, pam, pum, magullando a su infeliz consorte. Alto ahí. gritó el padre putativo del Divino Salvador. Delante de mí no hay escándalos. Así fué. Calmóse la feroz gorgona, se hicieron las paces, y como Juan refiriese sus cuitas, el santo se condolió, le dió unas palmaditas en la espalda, y despidiéndose le dijo. No tengas cuidado. Ya cesarán tus penas. Yo te ayudaré en lo que pueda. Ya sabes, para lo que se ofrezca: en la parroquia, en el altar, a la derecha.
Abur. Sobre un barranco cortado a tajo, un árbol cuajado de flores rojas domina la extensión del paisaje.
Por entre la tierra resquebrajada de esta pared, revientan algunas raíces de un amarillo lánguido que, sedientas de humedad,. se asoman a mirar un riachuelo de aguas escasas que corre allà abajo.
Un gusano viscoso, de anillos cambiantes como el color de ciertos ópalos lechosos, se arrastra con lentitud sobre una raíz retorcida, cuya extremidad se endereza al cielo acaso en demanda de un poco de lluvia benéfica. El gusano se ha detenido un rato entre satisfecho y egoísta, pues comprende la angustia de esta raíz enjuta por el prolongado verano.
De pronto, el gusano le susurra a la raíz este discurso. No puedo negar que hoy me arrastro penosamente sobre tu lomo: que corro el riesgo de ser pasto de las hormigas voraces o de morir entre el pico de algún pájaro cazador, pues no poseo medios de defensa: que me fabrico mi propia tumba momentánea al convertirme en crisálida; pero mañana seré inariposa de vivos colores y el espacio libre será mi morada. Tienes razón de todo cuanto dices, balbuce la raiz humildemente, pero no son correctas las alaban zas de las cualidades con que nos dotó la naturaleza, porque en ello no hemos hecho ningún esfuerzo. Hoy me muero de sed y no hay quien acuda a apagar.
inis ardores. Sin embargo, nunca me qnejo, por que comprendo que me tocó este lote entre las terrenales distribuciones. hay que conformarse y no protestar, porque generalmente todas las protestas por justas que ellas sean, en los tiempos que corremos son ridículas si no las respalda la fuerza. Pudiera argüirte que mi posición es más sólida que la tuya, que mi destino es succionar el jugo de la tierra para convertirme en savia y reventar con la llegada de la última primera en flores y frutos, mas prefiero guardar un discreto silencio. Tu vida es pasiva y oscura, responde el gusano, y yo en cambio, con el giro de inis alas multicolores, tendré en breve la luz, el aire, el perfume y la miel de las flores. Ciertamente, insinúa la raíz, mi vida es subteContentísimo quedó el buen Juan. no hay palabra para qué decir si iría donde su paño de lágrimas, día a día y casi hora hora. Señor, que esto. Señor, que otro. Señor, que lo de más allá. Pedía todo y todo le era concedido. Lo que sí le daba vergüencita contarle al santo era que su tirana no perdía la costumbre de aporrearle. cuardo San José le preguntaba. Qué es ese chichón que tienes en la cabeza. él reía y cambiaba de conversación. Pero San José bien sabía. y le alababa la paciencia.
Un día llegó con la cara muy afligida. Se me ha perdido, gimoteo, una taleguilla de plata que tenía guardada. Quiero que me la. encontréis, Aunque esas son cosas que corresponden a Antonio, haremos Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica