Tomo XIII REPERTORIO AMERICANO Núm. 19 San José, Costa Rica. 1926 Sábado 20 de Noviembre SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA SUMARIO: El sinfonismo verbal de Berta Singerman, por Rafael Cardona. Programa. Cuáles son los veinticinco libros cuya lectura usted recomendaria en primer lugar a la juventud cubana. por Enrique José Varona. El máximo asunto del imperialismo yanqui sobre Hispano América, por Carlos Wyld Ospina. Habla un compatriota. Página lirica de Eduardo Uribe. Dia de Silencio, por Alberto Masferrer. La enseñanza del idioma, por Sanin Cano. El probable Arbitro, por Rafael Cardona. La nostalgia del filósofo Enrique José Varona, por. Laguado Jayme. La lámpara fiel y Un amigo: el Dr. Bonilla, por Rafael Heliodoro Valle. Él genio de Edgard Allan Poe, por Mario Santa Cruz. En elogio de la vanidad y del orgullo, por Guillermo Jiménez. El familiar, por Max Jiménez. Javier de Viana. Su fallecimiento. Letras clásicas. La lluvia, por Luis Franco. Bibliografia titular. La Edad de Oro: Páginas de Azorin.
El sinfonismo verbal de Berta Singerman Por RAFAEL CARDONA puede indicarse al arte de Berta Singerman hay que remontarse hasta el sinfonismo mistico de Wagner, y aun cou las excepciones a que obliga su genio creador, sin nexo histórico alguno ni parecido fundamental con el arte de la declamación. Wagner sonó la unidad del color, de la música y de la palabra; la emoción era para él un complejo vastísimo y trascendental, capaz de producir la intuición de una forma suprema, henchida de todos los elementos sensuales y realizada en cosa divina» por la aspiración mistica. Los críticos de su tiempo, esclavizados al texto clásico, a. la teoria puramente intelectual del arte, condenaban el intento wagneriano, por considerar que cada aspecto de él se basta a si mismo. La música, como la palabra y el color, permanecían irreconciliables entre si, sin posibilidad alguna de llegar un dia a auxiliar, confundiéndose, una expresión sintética superior.
Esto lo realizó Wagner con un sentido del arte que trasciende toda ponderación. No ha faltado quien diga, como Eduardo Schuré, que Wagner era un iniciado, un ocultista que introducia en el drama musical la esencia sagrada del misticismo del inedioevo, tal vez en razón de los temas que escogió con ojo ciclópeo y mano de titán. Sea como sea, Wagner rompió la adusta separación intelectual del arte y pudo fundir en sus trilogias la tragedias del verbo con la tragedia del color y del sonido. La imagen, desde entonces, es música, color y palabra en conjunto, sin que basten a convertir esta realidad las ásperas críticas de los Nordau y los Seillières, para quienes el autor del Anillo del Nibelungo y Parsifal es un degenerado superior.
oportunidad, una sugerencia; pero el movimiento, la emoción. lúcida y el encanto abscóndito surgen de su voz, una voz de sirena, que pasa desde la gravedad meliflua de los tubos del órgano hasta el rumor oceánico de la naturaleza. Esta voz podria atravesando los límites en que se contiene por respeto a los públicos, llenar una tragedia curipleta, un draina musical en que los coros misticos sirviesen de fondo a sus fibras desgarradoras. Porque Berta Singerman no habla, canta: es una cantantc.
del verso que suelda admirablemente los sexos en un tono de contralto sumamente flexible y armonioso.
Los ritmos verbológicos, sometidos a cesuras regulares 110 pueden dejarle esa libertad del pájaro en pleno vuelo; de ahi que Berta Singerman sueñe con una poesia que se preste a las infinitas modulaciones de su voz, sin pretender otra cosa que el colorido y el canto; de más está decir que casi no hay poeta suficientemente disciplinado para prescindir del todo de su espe.
cial manera de sentir los ritmos.
Está por escribirse una poesia para Berta Singerman, hecha toda de arranque generoso, de colorido relampagueante y de musicalidad variable; pero la propia señora Singerman es ya una exigencia de ese nuevo arte, y bien harían los maestros del verso moderno en procurar ese par de alas al genio de esta mujer tinica.
En busca de la libertad hacia la música pura, Berta Singerman halla en determinadas prosas una oportunidad de realizar su ideal expresivo: porque el sentido musical no se desprende, como lo han creido muchos criticos, de las contenciones del metro, sino de la emoción misma, tamizada Paranoide Mouse Berta Singerman ha llevado su primitiva declamación a estê sinfonismo maravilloso, en cuyas alturas la voz humana y el gesto cobran la transparencia diáfana del canto orquestal. Puede ser que su evolución individual, admirablemente depurada por una meditación constante de los recursos estéticos, la haya conducido al mismo punto de fusión que Wagner realizó en la música; y este sería un mérito más que suficiente para elevarla al papel de creadora más que de intérprete. El poema escrito es para ella, según confesión propia, el motivo, nada más que el motivo; las tonalidades, el gesto, la manera ardiente y honda, todo lo que en verdad constituye la poesía, es personal. El poeta le ofrece un miraje, una Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica