REPERTORIO AMERICANO 43 Página lírica de José Pedroni Del tomo La Gota de Agua, donación del autor, que agradecemos. Buenos Aires, 1923.
Del Sr. Pedroni nos dice un amigo de Buenos Aires, cuyas opiniones estimainos: Este muchacho de 20 años es, a mi juicio, el más puro de los jóvenes poetas argentinos. la espera del sol mientras mi mano tiembla de amor sobre la esteva. Sembraremos alfalfa, Simeta, en luna nueva.
111 El alba. Por la colina bala un cuerno. Se ilumina la aldea con la fogata.
Huele el valle a meliloto, y en un tramonto remoto muere el lucero de plata.
Pastoras de ojos dulces que vais por el camino con los vestidos claros oliendo a flor de fino.
Ancianos pensativos, filósofos ancianos que hacéis la misma sombra de los brezos enanos.
Del establo, la tambera lleva la vaca lechera a beber en el pozanco, y, por ser su favorito, sigue a la moza, un cabrito todo blanco.
Robustos leñadores de fuertes manos nobles, que de tanto ir al monte parecéis viejos robles.
Pastoras de ojos dulces que oléis como las flores, aldeanos pensativos, robustos leñadores, tomaos de las manos, haced ronda a la llosa. venid a verme todos en la mañana rosa! La moza huele a poleo, y es su sonreír tan franco, que siento como un deseo de ser su cabrito blanco.
Idilio La primer yugada Con los dos bueyes blancos voy arando la llosa en el fresco momento de la mañana, rosa.
Trayendo de las asas el cántaro pesado, volvían del arroyo por el camino andado. él le decia: Tengo para ti, si me besas, un zamarrico lleno de moras y de fresas que recogi en el monte. Mañana, bien temprano, al pasar con mis cabras, en tu espinillo enano lo colgaré, pastora. Y, muda de contento, ella se sonreia como si oyera un cuento. Oh yunta inseparable de piadosa mirada, qué blanca os ven mis ojos sobre la tierra arada!
II Milón, que los olivos cercanos ablaquea, esta aguijada ruda me trajo de la aldea; pero punzar no puedo vuestra pena callada. oh yunta inseparable de piadosa mirada!
Después que en la comarca copiosamente llueva, sembraremos alfalfa bajo la luna nueva, y cuando tenga flores, un perfumado aliento en las lejanas chozas entrará con el viento.
Un día y otro día, sonriendo a la montaña, yo segaré la alfalfa con mi primer guadaña.
Bajo el plumoso aromo vecino a la alquería sentáronse en la tarde. Bebieron agua fría llamados por el canto de una dichosa sed. Comieron un pan que olía a grano de anis, y decidieron quedarse allí esperando la manada andariega. el le habló de su choza, de la ovejita ciega que tenía en el hato, del cabrito inexperto que perdió en la montaña y que lo hallaron muerto en el despeñadero, y del botillo fino que de la piel haria para guardarse vino y arrope y miel. Le dijo que en la meseta había un manantial muy claro, y que los dos, un día, con la primer estrella, sin que nadie supiera, se irian de la mano para que ello lo viera. le habló de las flores, de los huevos pintojos que encontraba en los nidos de los pechito rojos, de su amor por el agua y por la telaraña y por las liebres blancas que había en la montaña, Le habló del pan, del fuego, de la lluvia, del viento. ella se sonreía como si oyera un cuento! en los heniles llenos joh qué suceso tierno!
vosotros mismos, bueyes, la conieréis de invierno.
II Mirando de la cerca con ojos de agasajo, Simeta se distrae con mi primer trabajo. cuando al lado suyo pasa la dócil yunta, con infantil deseo de hablarme me pregunta. Viniste desde lejos. Te quedarás aquí. Vais a sembrar centeno para vuestro alfoli?
III Temblando sobre el monte como una monedita en el fondo de un cántaro, su plateada llamita dió la primer estrella, y al verla, largamente, los dos, bajo el aromo, se besaron la frente. feliz como un niño sobre la tierra arada, le digo, rehuyendo la luz de su mirada. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica