Socialism

168 REPERTORIO AMERICANO Una conversación con Georges Duhamel El Comercio, LimaC UMPLIENDO un grato encargo de Alberto Ureta, el cantor de la dulce añoranza y de la vida. secreto, he visitado a Georges Duhamel para poner en sus manos el número del Mercurio Peruano en el cual va inserto el brillante ensayo que ha consagrado nuestro poeta a uno de los primeros escritores franceses contemporáneos. Duhamel no lee español, pero gracias al latin y a alguna intervención amistosa, ha adivinado lo esencial del artículo. respirado su perfume. Me halaga mucho esa actitud de simpatía y de amistad, me dice. Escribirá al generoso critico, se interesará por su obra.
Cada ciudad donde he conquistado amigos, insiste, tiene para mí una fisonomía. Sabe que alguien le sigue en ella, espera Georges Duhamel sus libros, vive en estrecha comunión espiritual con él. Lima so, en la cumbre de la montaña tedecir lo que vendrá, conserempieza, desde hoy, a ser una de Santa Genoveva, en un Pa van, aceptan o reforman?
capital amiga. Me ofrece el es rís recogido, estudioso, provin Abundan escritores de firme critor enviar al cenáculo del cial, cerca de las escuelas, de talento. Asistimos a una renoMercurio páginas inéditas del donde se puede avizorar con vación espiritual, Se publican volumen que publicará en enero. melancolia la vana agitación de diariamente libros interesantes Hace poco recibió una carta del los hombres. En el ambiente del o importantes. De pronto se lejano Perú: una señora esta gabinete reina una grave paz. presenta un joven autor que blecida en el interior de la re Fluyen las palabras cordiales sorprende, que tiene infulas de pública, en una pequeña ciudad sin premura.
maestro. los hombres consapróxima a una empresa minera, Naturalmente, lo que más in grados a los que otoñan gallarle refería que para su marido teresa a Duhamel es la vida de damente, a mis contemporáneos, y para ella habían sido los lilas letras francesas.
se juntan jóvenes de la última bros de Duhamel refugio y con: Faltan ya muchas de las y brillante generación. En musuelo en esas tétricas soledagrandes figuras. Del otro lado chos de ellos se nota un apredes. El maestro sonríe. Llega a del camino, Barrés, profesor de suramiento que deploro. Suelo él de nuevo una clara voz penacionalismo intemperante, magpreguntarles cuando vienen a ruana. Decimos de las jóvenes nifico escritor. Cuando murió buscarme. tenéis tanta prisa tierras de ultramar y de su es Anatole France escribi que de en surgir, en ganar dinero? En peranza.
biamos asumir responsabilidades mi mocedad (Duhamel ha cumHe aquí, en forma de soliloy continuar trabajando sin des plido cuarenta años) nos huquio, lo que fué diálogo animaviarnos del surco ya trazado biera parecido vergonzoso pendo, interrogación y encuesta. Duhamel prefiere en France al sar en provechos inmediatos. Iré a América y seguramente activo socialista, al autor del publicábamos con nuestro moal Perú, pero no sé cuándo. libro sobre los Tiempos mejodesto peculio volúmenes de verCada ano realizo grandes via. res. Romain Rolland ha envesos. Hoy domina la réclame.
jes. Regreso ahora de Constan jecido. Dentro de poco nos conEl editor declara que el libro tinopla. Estuve antes en Copen gregaremos en torno a él para de un joven, un ensayo primihague. Después de vivir en el celebrar su ancianidad flamante, genio, supera a todo lo publitumulto, de bajar al foro, vuelvo puedo decir sin paradoja: tiene cado desde el siglo de oro de a mi soledad, paso seis meses sesenta anos. Maeterlinck ha sulas letras francesas. Se preen el campo. Me gusta meditar frido mucho en los últimos anos. senta y se recomienda a genios en silencio, hacinar reflexiones y No escribe. Claudel es sólo un como se exalta la eficacia de observaciones. He renunciado a gran poeta. Queda Paul Valery. un producto farmacéutico; se escribir para el teatro, porque Gran espíritu sin duda y poeta publica el retrato del autor, este arte demasiado exterior me ya ilustre. el, como a otros, sus confidencias, se comenta obligaba a vivir con muchas se aplica la misma interroga su prematuro desencanto.
gentes, a renunciar a esta vida. ción. Obedecen o no, estrecha En la última generación, quieta.
mente, al espíritu de su tiempo Mauriac que progresa siempre, Conversamos en un quinto pi o se hallan capacitados para an Montherlant en quien se manifiestan tan seguros dones, Drieu La Rochelle, son ya escritores prestantes. Cuál de ellos trae un mensaje?
Esta es la palabra dilecta para Duhamel. No le satisfacen sólo el ingenio y la sutileza. Ne.
cesitamos, insiste, en hora tan grave, de presagios, de verdades cardinales, de admoniciones escritas con sangre, como pedía Nietzche. Casi no he escrito novelas, me explica. En veinte volúmenes, de que se compone mi obra, domina el ensayo o la poesia o un comentario apasionado o lo que podría denominarse un mensaje, advertencias penetradas de amor, visiones inquietas del porvenir.
Ayer no más, en su critica de libros, decia Paul Souday en Le Temps, que debemos a Duhamel ima creación magistral, una enseñanza de dos volúmenes: La Vida de los Mártires Civilización. Otros ecritores en Europa se presentan con tin mensaje.
Usted quiere a Unamuno, el gran anciano, como yo lo quiero.
Aquí tengo su última carta. Por qué sufre en Hendaya y se cree olvidado? Pueden traicionarle los políticos que en suma, no son gente aviesa, pero que viven en una atmósfera corrompida. Conozco a Monsieur Painlevé. Es un hombre honrado, un gran matemático. No le culpemos. La ambición de un grupo le arrastra. En Francia los espiritus sanos y fuertes se apartan de la politica y no leen periódicos. Nuestra prensa está enfeudada o ál Poder o a la Alta Finanza. En Suecia, en Dinamarca, si hay diarios serios e independientes.
Hablo a Duhamel del Politiken.
Alli dio, me refiere, una conferencia. Qué simpática legión de publicistas que se altivan frente a la Plutocracia. Seguimos con entusiasmo a don Miguel. Digaselo Ud. Alli están otros conmilitones en esta batalla por la cultura y la verdad: Wells, en Inglaterra, a quien no pongo en primer término; Mr. Keynes, el economista de Cambridge, y Mr. Bertrand Russell, el filósofo. Pasa a la página 170. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica