150 REPERTORIO AMERICANO a de María Eugenia Vaz Ferreira El regreso Con sombra de duda He de volver a ti, propicia tierra, como una vez surgi de tus entranas, con un sacro doler de carne viva y la, virginidad de las estatuas.
He de volver a ti, gloriosamente, triste de orgullos nobles e infecundos con la ofrenda vital inmaculada!
con la red seca y vacia, que en la plenitud del día no te atreviste a arrojar.
No sé cuando labraste el signo mío, el crisol armonioso de tus gestas donde estaba;donde, la proporción de tus designios.
Tú me brotaste fantásticamente, con la quietud de la serena sombra y el trágico fulgor de las borrascas.
Yo he visto a los pescadores pescando gloria y amores que disiparon después, unos llevan cosas muertas: otros las llevau desiertas.
Lo mismo es.
Pajaritos que vinisteis a llamar en mi ventana prisioneros en las celdas volantes de las palabras.
Mensajeros melodiosos, vuestros gorjeos exhalan tristeza de tiempos idos. y de remotas distancias. Ay, quién tornarse pudiera lilia pastora de Arcadia. Quién fuera una reina rubia.
de las silvestres moradas!
Mis blancas manos podrían acariciar vuestras alas, y por si acaso trajisteis hambre y sed de alguna dádiva (cantares de tiempos idos o de remotas distancias. yo de mi tesoro mismo sabrosa ofrenda os brindara, con trigos de mis cabellos y con agua de mis lágrimas.
Cantares de tiempos idos y de remotas distancias, pajaritos que vinisteis a llamar en mi ventana.
Tú me brotaste, caprichosamente, alguna vez en que se confundieron tus potencias en una sola ráfaga. Alma mia que la red seca y vacía no te atreviste a arrojar, entre la arena y las olas existen dos cosas solas: morir o matar.
Alma mia que traes la red vacía de las orillas del mar.
Liberatoria no tengo camino.
Mis pasos van por la salvaje selva en un perpetuo afán contradictorio.
La voluntad incierta se deshace para tornasolar la fantasia con luz y sombra, con silencio y canto.
El miraje interior dora sus prismas. mientras que siente desgranarse afuera con llanto musical los surtidores.
Siento crujir los extendidos brazos que hacia el materno tronco se repliegani, Temor, fatiga, solitaria angustia, en un perpetuo afán contradictorio mis pasos van por la salvaje selva.
Sólo tú ¡Ah, si pudiera desatar un dia la unidad integral que me aprisiona!
Tirar los ojos con los astros, quietos, de un lago azul en la nocturna onda; tirar la boca muda entre los cálices cuyo ferviente aroma sin destino, disipa el viento en sus alas flotantes.
Acordeon de raudas voces, que cerca del puerto suenas tu canción hecha de adioses sin alegrías ni penas.
De adioses de tierra y mar, polvo y nube, luna y cielo, en perpetuo ritornelo de pasar, pasar, pasar.
Los eternos navegantes dejan su ruta infinita como los fieles amantes tienen contigo una cita. las manos marineras te dan sus caricias vanas entre rotas cantineras y perfumados nirvanas.
Te cantan vagas canciones con la mirada perdida, por eso tienen tus sones clamorear de despedidas.
Tienen cosas peregrinas que se van entre las brumas, gritos de albatros marinos y evanescencia de espumas.
Acordeón de raudas voces, tu corazón es de viento, y tu musical acento polifonía de adioses. Oh! quien pudiera imitar el alma tuya viajera, quien pudiera irse sin cesar.
Mi corazón ha rimado con el corazón del día, en un palpitar flameante que se convirtió en caricias.
Mi corazón ha rimado con las rosas purpurinas, y se cayeron los pétalos de las corolas marchitas.
Con el vaivén de los mares mi corazón hizo rima, y se quebraron las olas en espumas cristalinas.
Solo tú, noche profunda, me fuiste siempre propicia, noche misteriosa y suave, noche muda y sin pupila, que en la quietud de tu sombra, guardas la inmortal caricia.
Darle el último adiós al insondable enigma del deseo; cerrar el pensamiento atormentado y dejarlo dormir un largo sueño, sin clave y sin temor de redenciones. Alguna vez me llamarás de nuevo. Balada de las dulces perlas he de volver a ti, tierra propicia, con la ofrenda vital inmaculada, en mi sayal mortuorio toda envuelta como en una bandera libertaria.
Barcarola de un escéptico En el crisol de tu boca quisiera verter mis lágrimas, Esas derretidas perlas del hondo mar de mis ansias.
Sólo tú sabes ser bueno y envolver con tus palabras la inquietud de mis caprichos y el vaivén de mi esperanza.
Aunque estés lejos, te siento tan cerca, que no hay distancia cuando en la noche profunda Alma mia que tornas al viejo far, con la red seca y vacia, de las orillas del mar, 41 Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica