Democracy

376 REPERTORIO AMERICANO Recuerdos de Rubén Darío ABITABA Dario una de las calles que desembocan en la avenida del Observatorio: la rue Herschell.
Una tarde fui a verlo. Lo encontré en su dormitorio con una fluxión de pecho, envuelto en espeso y capitonado batón de lana color de rioja. Rodeábalo gran número de admiradores, gente joven: americanos, espanoles; única cabeza gris, una vieja francesa muy confianzuda, ama de llaves o algo así en casa de Remy de Gourmont. La vieja chacharera iba con mensaje de su patrón para Rubén. Aunque creo que nunca escribió sobre Dario, poseia Gourmont clara conciencia del valor del poeta y de lo que el poeta representaba en las letras españolas de ambos mundos. Me consta que atendía siempre cualquier indicación de Rubén. Por recomendaciones de Dario a Gourmont publico en el Mercure de France, y aun en otras revistas de París, más de un escritor, incluso franceses. La larguísima y para muchos injustificada colaboración del chileno Contreras en el Mercure no conoce otro origen.
Rubén, para sí, nunca exigió nada a Gourmont.
Tan inescrupuloso en cosas de política y tan dispuesto a aplaudir a oscuros dictadores, era orgullosísimo Darío en lo atanadero a literatura. La razón es obvia. En la política, en la libertad, no creyó nunca. No te parecia, de seguro, prostituirse con aplaudir a sátrapas odiosos y echarles margaritas a los puercos, a trueque de un mendrugo. Su concepto meceniano de las letras el suponer que no pueden vivir de la democracia lo disculpa. Pero Rubén tenía el culto de la belleza. Conocía su mérito.
Como creador de hermosura, se hubiera supuesto deshonrado con ir a ofrecer su mercancía de puerta en puerta. Rubén Darío tal vez pensara con razón se le llama y se le acata. En tal sentido su dignidad literaria no claudico jamás. Si dedicó Azul a cierto magnate chileno tan incapaz de comprender aquello que ni siquiera le dió las gracias, fué por instigaciones de Eduardo de la Barra, y creyendo que iba a sacar alguna tajada al incomprensivo. El silencio del ricohombre pinta por igual al pobre ricohombre sin entendimiento de hermosura y a Rubén curvado ante posibles Mecenas. Las loas a Mitre, Núñez, Zelaya, etc. caen dentro de la órbita politica, prag.
mática, estomacal. Lo primero es. comer.
Mitre, Núñez, Zelaya, merecen que se les mencione, porque favorecieron al poeta. Ese burdo chileno, no. ya es piedad que no o adjetivemos y que se salve en la anonimia que merece. Aunque quizás fuera mayor castigo el clavar su nombre en la picota al referir la hazaña.
Cuando entré en el aposento de Dario el pintor Tito Salas le pedía fecha y hora para ir a retratarlo. Ignoro si el proyecto se realizó. Rubén no me pareció aquella tarde muy seducido con la idea, si bien apreciaba el arte de aquel joven pintor.
Aún no me habla yo sentado cuando Rubén me dijo: Al principio no cogi bien el ritmo. Me pareció que se trataba de endecasilabos.
Luego creí que los versos eran de ocho. Pero a los diez o doce versos ya comprendi el trenzado de las nueve y las ocho silabas. Véanse las entregas 12 con un ritmo vago, monótono, que parecia, y 21 del tomo en curso. a veces, al cambiar de metro, cojear.
El poema empezaba como la ola concluLa ruptura ye: espuma blanca sobre la arena de oro.
Después, la ola henchiase en gráciles y mórbidas curvas; después, el alboroto de las aguas hirvientes, azules; después, la calma, la fuerza, lo inmensurable, el mar.
El poema, larguísimo, era entrecortado de cuando en cuando por breves comentarios o mientras apurábamos algún sorbo, pocos. Cuando concluyó la lectura Rubén, muy grave, cerró, cuidadoso, el mamotreto, puso su mano blanquísima, y sin un solo pelo viril sobre la cubierta, y me preguntó con calma, mirándome a los ojos. bien, Rufino, ya ha oido usted el poema. qué le parece en conjunto. Para opinar en conciencia le repusenecesitaria leerlo varias veces y leerlo con el lápiz en la mano. Con el lápiz. preguntó frunciendo el ceno. Si; que me serviría de caña de pescar mosuras.
Sonrió, pueril. Yo prosegui. Ahora estoy asordado y encantado. Us.
ted me echa de golpe sobre la cabeza una catarata de estrellas y me manda a opinar: no puedo, me ahogo.
Sin embargo, si pude. Qué le dije a Rubén? No lo recuerdo en este instante. En caso como aquél recordamos mejor lo que Bueno, Rufino, estaba esperándolo. Estos nos dicen que lo que decimos y lo que los señores me permitirán que vaya a hablar demás hacen que lo que hacemos nosotros.
con usted un momento.
Rubén se puso en pie, e interrumpiéndome Extrañáronme sus palabras; él ignoraba y con su gravedad de idolo azteca, me espetó: que yo fuera a visitarlo esa tarde. Haré una edición de lujo, de mucho lujo.
Me fue guiando poco a poco hacia el co Para esa edición deseo que escriba usted medor.
un prólogo. Es que quiero leerle a usted mi Canto Empecé a protestar; pero Rubén, confiana la Argentina, que no conoce me dijo. zudo, me puso suavemente los dedos de la agregó, moviendo la cabeza hacia el mano izquierda sobre la boca, y prosiguió: dormitorio. Mañana le mandaré a su casa el poe Toda esa gente me aburre.
ma. le mandaré también «un archivo. Encendió profusión de luces; llamó a Fran donde podrá documentarse.
cisca. Francisca Sánchez, acompáñame. y En efecto, al dia siguiente recibí el poele secreteó algo. Poco después se presentó. ma y «el archivo. Lo que el gran poeta Francisca abrazada con enorme mamotreto. bautizaba de archivo era un volumen forEra un número extraordinario, verdadera midable de hojas en blanco y forrado en mente extraordinario, de la Nación.
terciopelo granate. Allí había ido pegando Partió Francisca y regresó en seguida: co recortes de periodicos y revistas donde se locó encima de la mesa una botella de Black hablaba de el. También había retratos suand white, dos copas y el sifón.
yos y caricaturas. Además, versos de Rubén Ya sabes, Francisca: nadie, nadie. impresos. Qué universo de papel! señalaba de nuevo hacia el dormitorio. Este universo de papel, salvo las ponde. qué les digo?
rosas pastas de granate, lo hice remitir des Sin vacilar repuso: de Catillón, por correo, en 1925, al profe Diles que estoy tratando con Rufino sor Torres Rioseco, a Minneapolis, en la sobre la fundación de una gran revista. esperanza de que pueda utilizarlo para la Que a todos ellos, escritores y pintores, los biografia del poeta.
llamaré a colaborar.
Recuerdo tambien que la tarde de la lecPara mayor seguridad cerró la puerta con tura me dijo Rubén con entusiasmo infallllave y tiro la llave sobre la mesa. Sirvió tilesco: dos buenos tragos, como para canónigos. Este ha sido el poema mejor pagado los apuramos y comenzó a leer. Pasa a la página 378. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica