336 REPERTORIO AMERICANO Consejos del califa Ali Ben Abi Taleb a su hijo.
su hijo el En una carta que escribió un día a Hasan, le dijo. Ten presente cuatro cosas, que pueden serte útiles en la vida sin hacerte daño: La fortuna más grande es la inteligencia; y la más grande pobreza es la idiotez; la mejor nobleza es la virtud, y la más triste soledad es la pretensión. Oh hijo mío. ten cuidado de tener amigos que aun queriendo hacerte bien te hacen daño: un avaro, que te impide tener lo más necesario, o un mentiroso quien como el espejismo te maestra cerca lo que está lejos, y lejos lo cercano. En su testamento escribió a su hijo, entre otras sentencias, las siguientes: Quetzalcoatl es la estrella de la tarde. Como a los helenos llamó la atención el lucero de la mañana, qué brotaba del mar que el Oriente teñía, así les llamó a los nahoas, habitadores del Pacífico, el astro vespertino que flotaba en las olas del horizonte, Su luz reflejando el movedizo oleaje, debió hacerlo aparecer como brillante culebra, y al deificarlo le llainaron Quetzalcoatl. Compónese esta voz de coatl, culebra, y quetzal, pluma del hermoso pájaro quetzal, que también se toma en la acepción de bello. De tal modo que el nombre significa; culebra preciosa, y para presentarlo jeroglificamente, se pintaba una serpiente con plumas. En la conquista juega un importante papel en un trance heroico y trágico.
Era el momento en que se libraba la más importante batalla entre los españoles de Pedro de Alvarado y los indios quichés, en las llanuras de Olimtepeque. Mandaba las tropas de los nativos TecumUman, un cacique viejo, y prestigioso amado de los.
suyos, invencible hasta entonces.
Dice el historiador Fuentes y Guzmán que el capitán español dividió su caballeria en dos alas, la una al mando del Bayardo de aquellos ejércitos, don Pedro de Portocarrero, y la otra bajo las órdenes del aguerrido Hernando de Chaves. El, con la infantería y los, indios traidores, se adueñó del centro, punto el más peligroso y difícil en aquella jornada.
Distribución casi análoga, en relación a sus recursos, hizo el rey aborígen. En lo más recio del combate se encontraron frente a frente los jefes, de los dos ejércitos, Se trabaron en singular combate. La superiorioridad de Alvarado por su edad, su fuerza, sus armas y su prestigio, nada podia contra el indio vencido por los años, desnudo, sin más que su lanza con una punta de obsidiana. Un extraño poder lo defendía. Su nagual, su protector, según aseguraron más tarde sus soldados. Era un quetzal de forma gigantesca. hasta que el acero del conquistador no atravesó el pecho del ave, no logró dar muerte a su valiente y denodado contrincante.
Para los principes mayas y quichés y para los emperadores aztecas, era el quetzal la prenda más querida, su adorno predilecto. Cuando Moctezuma se presentó Cortés, ante sus ricas joyas, se despertó la codicia de los castellanos; pero aquella gente, sin más culto que el oro, no pudo resistir al deslumbramiento que le produjo el penacho que se erguía sobre la monárquica cabeza, deslumbrante como una llamarada verde de caprichosos fuegos de artificio.
Plumas de quetzal ceñían las frentes de las vestales, se entrelazaban con el ébano de las trenzas de las princesas, lucían sobre las túnicas de los sacerdotes, reinataban el extremo de los estandartes, constituían el galardón de los vencedores, el mejor presente de los enamorados; eran, a un tiempo mismo, reliquia y alhaja.
Cuando Huemec, el rey bravo, siente vacilante su trono, no piensa en su vida. la inversa de Ricardo III, que ante la amenaza de Tudor exclama; horse a horse, my kingilom for a horse, cobarde y servilmente, el magnate indio, en un arranque altivo dice diri giéndose a su Dios, mientras sigue defendiendo sus derechos. O, divino Tlaloc; consérvame mis tesoros, mis esmeraldas y mis plumas de quetzal. Has de saber que al dejar este mundo no se lleva uno con él sino el recuerdo de sus actos. Sigue, el sendero recto, y no vendas tu alma por el placer de la vida. No digas cosas que tú no conozcas, y no contestes si nadie te pregunta. No tomes ningún camino, si no estás seguro de la llegada. Las mejores palabras son las útiles, y la sabiduría no vale si no puede ser útil a nadie. Ohi, hijo mío, que tu alma sea el balance entre tu y los demás! Desea a tu prójimo, lo que deseas para ti mismo.
La pretensión y la presunción son los peores enemigos del hombre. La muerte nos persigue toda la vida nadie puede escapar de ella. Está, pues, listo cuando te alcance, y no fíes en los deslumbramientos de la vida.
La gente no es más que perros que ladran unos contra otros y lobos que se devoran entre sí. El fuerte come al débil y el grande vence al pequeño. No tomes por amigo al enemigo de tu amigo, pues perderás la estima del uno y del otro. Oh, hijo mío, sabe que el forastero en este mundo es quien no tiene un amigo; y no todos los defectos se deben demostrar! Cuando cambia el Sultán, cambian las circunstancias, Averigua quién es tu, compañero de viaje, antes de tomar el camino, y tu vecino de casa antes de habitarla. No te burles de nadie, aun siendo gracioso. y ten cuidado de consultar a las mujeres, pues sus consejos son siempre debilidades. Bondad. Si al tronchar una rosa una cspina en la mano se me clava, pongo un beso, en la herida y me olvido del daño que me causa.
Si la pena mo hiere, con un suspiro desahogo el alma. si el dolor me aqueja, riego mi corazón con una lágrima, MÁXIMO Soto HALL CAMPOAMOR DE LA FUENTE.
Guntemnalu.
Rep. Argentinu.
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