CapitalismDemocracyJosé Carlos MariáteguiVíctor Raúl Haya de la Torre

Tomo XIII REPERTORIO AMERICANO Núm. 24 San José, Costa Rica 1926 Sábado 25 de Diciembre SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA SUMARIO: Dos articulos de Edwin Elmore. Texto del Tratado a punto de celebrarse entre la República de Panamá y los Estados Unidos (Concluye. Una politica de dignidad. La Biblioteca Latina Contemporánea de Paris. Glosas, por Eugenio Ors. Mensaje al señor Director de la Unión Panamericana. Glosando unas acotaciones, por Castañeda Aragón. El poeta Soto Hall, por Rómulo Tovar. Bibliografia titular. En la margen del Jordán, por Máximo Soto Hall. Apuntes, de Luis Ibarra. El artista y la época, por José Carlos Mariátegui. Carta de Haya de la Torre. INDICE del Tomo XIII.
Dos artículos de Edwin Elmore Dijimos alguna vez que del amigo ido conservábamos varios papeles, colaboraciones enviadas por el al Repertorio. Una manera de ser leales a su memoria es entregarlos al público; con ello se echan a volar las ideas, los ideales que en vida profesó hasta el sacrificio.
Aseguramos que ellos después de su muerte seguirán trabajando. De este modo nos asociamos cordialmente a los que hoy recuerdan a Elmore, en el primer aniversario de su prematuro fallecimiento.
Sobre el fenómeno del Norte L introito de la Constitución de los EsDe estas páginas sólo se publicaron las que forman la tercera parte, por culpa de la censura que los intereses creados por el capitalismo yanqui ejercen sobre la opinión peruana.
o cinco lineas, la expresión más, clara y concisa de los ideales bajo cuya inspiración se formó, creció y se ha desarrollado hasta alcanzar su actual enorme grandeza, la gran nación del Norte: No siempre aciertan los historiadores, los sociólogos y los publicistas al tratar de explicar el fenómeno que implica la rapidísima instauración y prepotente expansión del poderio norteamericano. Con demasiada frecuencia suele atribuirse a causas de naturaleza subalterna ese portento. en cambio se presci de de los motivos y valores que han contribuido a determinarlo. Invirtiendo los términos, se toma por causa lo que no es sino efecto, y se llega a conferir valor de excelsos fines a lo que, a lo más, podria merecer la estimación concedida a los medios.
El auge del materialismo histórico y de las teorías positivas ha malogrado así, en buena parte, lo que tiene de ejemplar y edificante la gloriosa historia de la patria de Emerson. Pero la sagacidad de los modernos críticos históricos de Europa y América ha penetrado en la entraña misma de los hechos y los acontecimientos, ha aquilatado el valor de los hombres y de todos Jos factores políticos, geográficos y sociológicos y ha restituido una vez más como no podia menos de hacerlo toda su significación y su importancia a los imponderables, pero no por eso inciertos ni eficaces, agentes morales cuya suma o integración final aparece en la historia del siglo xix con el nombre de los Estados Unidos de la América del Norte.
Los americanos del Sur hemos vivido largos años en asombrada contemplación del extraordinario desarrollo de la gran democracia del Norte. Hemos estudiado con vivisimo interés las instituciones, las leyes y la politica norteamericana. Hemos tratado de imitarlos. Pero hemos tardado, tal vez, demasiado, en comprender el secreto del éxito sorprendente de la rama anglosajona del Continente. El parangón de nuestra historia con la de los Estados del Norte ha resultado desconsolador; y la constante presencia de los triunfos de todo orden alcanzados por la gran nacionalidad creada por los patricios anglo americanos del siglo XVIII, al lado de nuestros fracasos, ha sido la causa de un sentimiento profundo de perplejidad y descorazonamiento que ha terminado por hacer abdicar de lo más inalienable que hay en los hombres: la propia estimación. Frente a la deslumbrante grandeza del Norte, frente al abrumador poderio que se centraliza en Washington, nos avergonzamos de nuestra inanidad y renegamos de nuestros orígenes.
Y, sin embargo, un examen profundo de los hondos procesos históricos que han venido a constituir las dos grandes agrupaciones de Estados en que hoy se divide el Continente, está muy lejos de justificar semejante pesimismo.
No seria oportuno aquí ese examen. Séanos dable afirmar sólo que el Deus er Machina de aquellas grandezas ha sido la posesión y la práctica de los ideales de libertad y de justicia que un día amaron epicamente nuestros próceres y a los que tan débilmente hemos sido fieles. Lo que ha dado un sello majestuoso a las organizaciones del Norte ha sido el equilibrio sereno y fuerte que les imprimieron sus gestores: los Jefferson, los Halmiton, los Maddison. Lo que ha restado a nuestra gesta buena parte de su eficacia ha sido la ausencia de esas organizaciones; alta, tan notoria, de caracteres y mentalidades superiores que supiesen continuar en la vida civil la obra de la espada. En cuanto esto, el genial caraqueño se encontró solo, mientras en el Norte Washington fué uno entre muchos, si el más grande en la paz y el más grande en la guerra. Le precedieron hombres como Franklin; le siguieron hombres como Lincoln. Una vigorosa y fecunda floración de grandes voluntades y esclarecidos talentos constituyó la retaguardia de los prohombres de Virginia y Massachussets; un arraigado y profundo sentimiento de las moralidades nuevas, del que participaban hasta los modestos ciudadanos de la nueva patria, llenaba de confianza en los destinos de los pueblos a leaders tan sagaces, tan competentes como leales.
Es a la incontrastable fuerza espiritual de aquellas mentes y de aquellos corazones de sencillos patriotas y de incorruptibles hombres de Estado a lo que se debe el en.
grandecimiento norteamericano. El poderio Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica