REPERTORIO AMERICANO 19 dos, y tengo miedo, sí, tengo muchísimo en lo más vivo de mi alma sangrienta y Como decía: al hablarme Gabriel, le conmiedo, que al mirarle de nuevo, mis ojos mutilada; Gabriel, mientras yo iba firmando testé muy emocionada desdoblando trémula que le obedecen y le siguen, tan alegres y y rasgando el sobre, se acercó mucho a mi, el telegrama, y él, sin oirme bien, en su sumisos, se lleven también con ellos en alas y para que ninguno de los presentes pu gran vehemencia, lo dió todo por aceptado de su alegria, mi cuerpo todo isil, mi cuerpo diera enterarse de nada, en voz bajísima de antemano.
entero que se abrasa y se consume en su me dijo con su cara de amor y de dominio. Aceptado. ah. aceptado. Dios mío!
grande sed de amor. María Eugenia, ese telegrama es de qué palabra deliciosa y terrible que me es. esto de que mi cuerpo pueda marese hombre, a quien tú no quieres, a quien panta sólo el escribir. aceptado. Pues charse tras de Gabriel en alas de sumisión no has querido nunca, y a quien no puedes bien, Gabriel, que de antemano considero y alegria, lo senti ayer durante el segundo pertenecer ya, porque me quieres y me aceptado ese proyecto que no conozco y delicioso e infinito que duró mi beso, y soperteneces: ja mi. por eso de que tú que no he de oirle nunca, me dijo dulcísimo: bre. todo, fué luego, más tarde, algunas me quieres, ya eres mía. imia. Oyelo bien. Gracias mi vida! Gracias dos veces: horas después, cuando mejor lo comprendi. y porque eres mía te defendere contra él, gracias por mi inmensa felicidad, y gracias Seria a cosa de la media tarde. Tio Pan y contra el mundo entero, desesperada por la felicidad tuya que para mi es mucho cho se había dormido ya en su sueño de mente, y hasta la muerte. como todo hom más querida y muchísimo más sagrada que yeso, bajo las sábanas blancas y bajo e!
bre que es hombre de veras defiende y la mía!
pañuelo blanco que dibujaba en nieve la pelea lo que es suyo. tú, no le tengas Cuando por fin abrí el telegrama, en el finura del rostro. Desde el idilio del beso miedo a ninguno. ten confianza en mi. bailotear de las palabras, sobre el temblor en el drama de la agonía, no había vuelto María Eugenia, María Eugenia mia. jóye del papel tendido ante mis ojos y entre mis a hablar con Gabriel, ni me había atrevido me. mira que en estos momentos estamos dos manos, lei en efecto: a mirarle más, ni de cerca, ni de lejos. Los jugando los dos, la felicidad de nuestra «Acabo de saber. gravedad de tu tío. Paúltimos cuidados que se dispensan a los vida entera.
muertos, y luego, la llegada de los primeros mientras así decia en su aparente calma, sado mañana en la tarde estaré contigo.
amigos que acudían a acompañarnos, fueron la persona toda de Gabriel despedia. tal Leal. circunstancias que necesariamente me tufuerza de atracción y de dominio que yo, vieron alejada de él. Después, ya establecomo una pobre palomita fascinada de La lectura del telegrama, y la del noncida la normalidad, vinieron aquellas horas muerte, sólo sentía un deseo vehemente y bre que lo firmaba me nubló un instante los calladas y lentas, durante las cuales, vestida misterioso de que las garras del águila me ojos. Sentí pasar sobre mí la ráfaga volupde negro, sentada a la cabecera mortuoria, arrancasen de encima de este yermo donde tuosa de los castigos cruentos, algo así encandilada por la luz de dos cirios que vivo, y me llevasen en ellas al vértigo de como el chasquear del látigo en el aire, frente a la cama, sobre un altar improvilas alturas, por los aires, por las nubes, cerca de las espaldas ya desnudas para el por los picachos inaccesible. iyo no sé azote, y a su conjuro en el fondo sado, velaban el cadáver y alumbraban un nsCristo de madera atormentado en su cruz, donde. aunque sólo fuese para luego desciente de mi alma se levantó más fuerte embriagada por el perfume plañidero de los garrarme y atormentarme, y devorarme que nunca, mi gran terror a Gabriel. nardos que poco a poco habían ido blancruel en un festin sangriento.
Entonces arrancándome inmediatamente queando en el blanquear de las coronas Porque no podía mentir a mi deseo, y del dominio de sus ojos que me veían, y fúnebres, presidiendo el duelo cerca de tia porque tampoco pude ocultar la fuerza de del dominio de sus labios que me interroClara, silenciosa, sin saber de nada ni de tan gran fascinación, contesté diciendo, gaban con amor imperioso, sin mirarle, sin nadie, me quedé junto a, la fria blancura suave y rendida, con la vista baja, en enoirle, contestando a la loca, sin saber lo inmóvil, contemplativa, dolorosa. Me paretera derrota: que decía, murmuré aterrada. Si. Gabriel. si. hemos de hablar a. Luego, Gabriel. luego, luego, luego, cía que al igual de tío Pancho, mi alma también se había quedado muerta, y que solas esta noche. luego. cuando tio Pan a la noche, si ¡después hablaremos!
también ahora se hallaba tendida y blanca cho esté ya dentro de su urna. pero ahora me sali del comedor, atravesé nerviono, Gabriel. ahora todavía no.
samente por el patio, entre en la estancia dentro de mi cuerpo quieto como dentro de Gabriel, que miró al punto sobre el es mortuoria, me senté de nuevo junto a la su encendida capilla ardiante.
pejo de mi rostro y el espejo de mi voz, cabecera frente a la luz de los cirios, y con De pronto alguien vino a sacarme de mi todo aquel suave placer de debilidad y ren el telegrama arrugado entre las manos, duquietud de esfinge al anunciarme que había dimiento, tomó el vacilar de mis palabras, rante muchas horas, volvi a quedarme en llegado un telegrama, y que se reclamaba como una aceptación a yo no sé que promi actitud de esfinge, inmóvil, contemplami firma para entregarlo. la voz apagada yecto espantoso y divino que quiere propo tiva, dolorosa. El terror del telegrama del anuncio, me levanté de la cabecera nerme, al cual se encuentra él ya decidido arrugado entre mis dedos, se exhalaba del mortuoria, sali de la estancia, me dirigi al en cuerpo y alma, y el cual a mi, sin cono papel, se me subia por los brazos, y como comedor, y alli encontré a Gabriel que sin cerlo y sin haberlo escuchado todavia, me las ondulaciones en la superficie de un es.
decir palabra me tendía el sobre cerrado pone a temblar así, como estoy temblando tanque, me corría en estremecimientos sobre de un telegrama urgente y dirigido a mi. ahora. ide miedo y de alegría! por eso. la piel del cuerpo entero. y fué entonces, Firmé primero el recibo, rasgué después el por eso. porque me lo quiere decir es por en el temblor de mi piel junto a la cabecera sobre con mis manos temblorosas, y mien lo que él me asedia ahora como un loco de nieve, entre perfume de nardos. y chistras firmaba el recibo, y rasgaba el sobre, aqui mismo, muy cerquita, a dos metros porretear de velas, cuando comprendi toda Gabriel, cuyos ojos como los ojos del águila, apenas de distancia. y porque no quiero la fuerza de atracción y de dominio que lo ven y lo acechan todo desde una gran oirlo, ni quiero que me lo diga jamás, me sobre mi cuerpo entero, ejerce el cuerpo distancia, Gabriel, que es el águila triunfa fingiré dormida mucho tiempo, dejaré ce imantado de Gabriel. Al contemplar de dora de las alas abiertas, que me persigue rrada mi puerta como la puerta cerrada de nuevo tan gran atracción del abismo, segui y me acecha desde sus alturas de cielo, la Esposa en el Cantar de los Cantares, y mucho, muchísimo rato, estremecida de esGabriel, este Gabriel que llevo fijo dentro solamente la abriré cuando oculta y silen panto y de placer, hasta que lentamente de mi, y que en este mismo instante, mien ciosa pueda escaparme a toda prisa de esta volví a la realidad de las cosas, sentí esfutras escribo, me llama y me llama con la casa. Sí, me escaparé en el dia con la marse en la más inaccesible de las lejanías voz de sus pasos, aquí mismo, tras de mi prisa y el miedo con que se escapa el cri este cielo infinito de mi amor vedado; y puerta cerrada, como en trance de exte minal de la casa del crimen. Ah! pero el mirando la faz inmóvil bajo el pañuelo nuación y de amor llamó en la noche, el muerto, la víctima de este crimen nefando, dulcisimo Esposo rendido del Cantar de los la llevaré siempre tendida en la esfinge César LEAL, que seria el esposo de Marta EuCantares; Gabriel, este Gabriel tan mio, misteriosa de mi cuerpo, que habrá de ser GENIA ALONSO. Así como GABRIEL OLMEDO fué a quien ella realmente amo. GABRIEL OLMEDO, en la novela este Gabriel que ya es un pedazo cortado su sepultura y su blanco mausoleo. casado con MARIA MONASTERIOS. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica