312 REPERTORIO AMERICANO Una hora con Pedro Prado UNA na vieja amistad unía a Manuel Magallanes Moure y Pedro Prado. Escritores y pintores ambos, hombres de naturaleza semejante, a pesar de las diferencias indudables, presentan una identidad poderosa.
Sus obras respectivas están orientadas hacia fines diversos y se basan en otros sentimientos e ideas. Pero están unidas por el tono afectivo, por comunes perspectivas y por esa serenidad de contemplativos que sus autores revelan con eficacia.
No extraña, por esto. que el mejor interprete de la poesia de Magallanes, su mejor amigo, su más ferviente divulgador sea Pedro Prado. Hace pocos días, ha salido a la luz pública una selección de los Mejores poemas de Magallanes, prologada por el autor de Alsino. Las palabras de Pedro Prado al frente de este volumen son escasas pero tienen un contenido enorme. El crítico debe meditar en las definiciones que el poeta ensaya para caracterizar la obra de su amigo que se fué. Finalmente, he aquí lo que nos dice Prado. Entre los bienes que debo a la vida, se cuenta el de haber sido amigo de un hombre hecho de tan extraordinaria transparencia. Animados por el propósito de oir de los labios más autorizados todo lo que fuera posible sobre la vida y la obra de Magallanes, hemos ido a visitar a Pedro Prado a su quinta de la calle Mapocho. Es la mañana de un domingo; primavera gris; aire en calma, El escritor nos hace pasar a una sala del primer piso de su casa solariega.
Viejos muebles de tipo campesino amueblan este como taller o estudio de pintor y de arquitecto. En sendos atriles vemos una marina de Magallanes y un libro empastado en pergamino, viejo infolio del siglo XVII.
En una mesa frontera a la pared hallamos otros libros venerables. Son obras de juris.
prudencia y de alegatos judiciales. En una de ellas leemos este titulo. El Don Iván Pérez de Lara, Fiscal de Su Majestad en esta Real Chancillería por su real jurisdicción en el pleyto con don Pedro Antonio de Tortosa Carrillo, clérigo que pretende ser de menores órdenes, vezino de Baca. al pie. En Granada. En la Imprenta Real, por Francisco Sánchez y Baltazar de Bolibar. Año 1611»
Junto a este taller se halla una hermosa salita amoblada con amplios sillones y sofá de estilo Renacimiento español. Luego sigue el salón, con amplias ventanas hacia el sur y el oriente, con un autopiano, con cuadros en las paredes y con muebles cómodos y elegantes.
El escritor nos hace pasar Inego a su escritorio, que se halla en el segundo piso.
Es una pieza de gran tamaño, con hermosas ventanas que se abren hacia el sur, el oriente y el poniente. La luz cruda del norte no entra por sus vidrios. Solo la claridad difusa del aire en torno da a la estancia la luminosidad que buscan para sus estudios los nardo estén muy limpios porque está seguro de que a su llegada va a besarlos. Su regreso se efectuó en silencio, apresurado, medroso. Estuvo varios días en Buenos Aires porque no habia combinación, y se oculto a todo el mundo. Tenia allá muchos amigos y admiradores que lo habrian agasajado, pero él se iba solo al rosedal de Palermo y veía pasar las horas y morir el sol, aspirando el perfume de las flores y oyendo los rumores del parque.
Hay una pausa. El poeta nos ha hablado con entusiasmo, con cariño, revolviendo las viejas cartas que guarda en archivador, junto con notas en que el ha vertido algunas de sus impresiones sobre la vida y la obra de su amigo. Una vez nos dice luego en la playa de Cartagena le lei unos versos que había copiado en un papel y que son del poeta lusitano Andrade Caminha, escritor del siglo xvi. Hace mucho tiempo le dije que me copiaste estos versos que a mi me parecen muy hermosos. Por qué no los has puesto en ninguno de tus libros. Es tan de él el tono de los versos de Caminha, que es.
Manuel Magallanes Moure tuvo vacilando durante un instante, casi convencido de que él los había escrito y ya pintores. Hasta esta sala no llegan ruidos no los recordaba, Tienen la misma saudade de la ciudad distante ni voces que perturde aquellos de Manuel titulados Canción ben el reposo. Hay un silencio solemne, el triste: silencio que buscaba Carlyle, cargado de En la obscuridad rumores vagabundos. Los gorriones chian junto a mi pasó en los árboles del jardín abandonado. De la felicidad.
vez en cuando el martilleo de una fragua Su ala me rozo; cercana; a lo lejos un pitazo de tren, el después, silenciosa, rumor de tempestad atenuada del tranvia de mi se alejo.
suburbano.
Sentados en las sillas que se ven disper Por cierto que Manuel no los conocía, sas en el escritorio, de espaldas a los libros pues seguramente escribió su canción antes que rodean, en estantes apoyados en el de que se publicara la Antologia de Poetas suelo, las murallas de la estancia, nos dis Portugueses en que aparece la traducción ponemos a escuchar al poeta.
de Caminha. Magallanes nos dice Prado es el poeta Luego, insensiblemente, como atraidos por más portugués de nuestra literatura. Nin una pendiente, entrando más en el espiritu guno ha poseído como él la saudade, ese del poeta ido, Prado nos habla de sus amores: sentimiento único que distingue la poesía Las mujeres lo atraían poderosamente.
lusitana. No es extraño que sea asi. Sus No las quería como un hombre, sino casi apellidos denotan claramente la ascenden como un niño, como ser indefenso que busca cia portuguesa. Magallanes ha sido primiti en ellas sólo la ternura. En muchos de sus vamente Magalhaes, y Moure, que parece poemas lo dijo: En Madre inia se ve claro francés o inglés, es un apellido gallego este sentimiento. La mujer a quien amo con portugués. Pensaudo en lo que es la saudade. mayor dedicación fué con él un poco dura se llega a definirla como el sentimiento de y coqueta. Lo desesperaba, lo hacia sufrir nostalgia que siente el hombre por lo que sin necesidad: si algo se le puede agradepudo ser y no fué, antes que como el sen cer es que le hizo escribir algunos de sus timiento por lo que fué y tuvo y ya no es mejores poemas: Apaisement, Sueños, sueños ni tiene. Pues bien, los versos de Manuel mios. Reconciliación, etc. Pero Magallanes, son versos saudadosos, y sus gustos y sui en cada mujer que veia colocaba una can pensamiento se hallaron siempre teñidos con tidad de elementos ideales en que se eneste color de melancolía que da la saudade.
volvia él mismo como en una red. Cuando Cuando estaba conmigo anhelaba hallarse menos se lo pensaba, estaba ya perdida.
en su casa, sentia la saudade de los suyos, mente enamorado y sufriendo lo indecible.
y vice versa. Cuando fué a Europa me esUna vez me contó que una mujer muy hercribió varias cartas en que se halla el mis mosa queria que se lo presentarali, porque mo sentimiento. En una de ellas, cuando habia leido sus libros. y. sentía entusiasmo me anunciaba su vuelta, me dice que cuide por él. Yo no quiero conocerla me decia. de que los ladrillos de su casa de San Ber(Pasa a la página 310) Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica