REPERTORIO AMERICANO la maldad misma no es un bien o al fin de cuentas: nada.
Quedé despierto para ver el rostro que tenían los luceros y anduve mucho rato a tontas. solo, por entre la ruta que llevaban las sombras.
Fui dialogando con las piedras hasta escalar el monte, y ni las nubes que antes fingian fulguraciones sobre las cúpulas, tuvieron para mi anhelo una sonrisa.
El viento dejaba in soplo de destrucción alada sobre los enrojados, y un eco grave que de mí sália rodaba inusitado por la pampa: Desolación. Desolación.
Oh! la vileza a cada paso de los hombres que ni el ideal se salva.
La virtud no es virtud allí donde sólo es virtud: virtud a secas.
Más puede la maldad bien dirigida, cuando una fuerza (que no es fuerza perdurable) la sostiene y la guía, que la inocencia de una vida hecha ascuas.
El armiño que es ariniño en una frente al anochecer, al nuevo dia, para los mismos ojos es negra mancha.
Pero no importa el concepto de los hombres sobre los hombres jamás ecuánime, para aquellos labios que no han mentido y para aquellos pechos abiertos a todas las acechanzas.
No importa que duden o bramen o desesperen los que no han penetrado con pies descalzos en los senderos trascendentales de la vida, que el musgo es musgo cuando el sol lo baña, y la maldad no merece ni perdón, que hasta perdonar conlleva una maldad. si para quien perdona Los estultos de siempre han de reirse si se afirma que, los manes de un libertador guian los destinos de una prostituta, y aún más si saben cual es ese libertador, cual es esa prostituta; y esto no ha de sorprender a los que ahondan en los misterios inescrutables de la vida.
Una hoja que cae tiene para ciertos espiritus mayor trascendencia que la que tuvo un hecho semejante para un físico, a pesar de que lo primero fuese un hallazgo y lo segundo no es más que un impulso perdido en nuestras diarias lucubraciones subconscientes. La caida del, fruto más que la marchita rosa nos revela las lágrimas de la anada lejana. Pensar que a la muerte de un individuo se le da todavia más significación que a la muerte de una chinche o una hormiga! saber que nada debe llamar más o menos la atención porque ocupe más o menos espacio sensible. llegar hasta la indiferencia: ser gusano o ser Dios, o ambas cosas a la vez, sin intención de ser ni una cosa ni otra.
ANDRÉS AVELINO Colina Sacra, Santo Domingo, La cogedora Antes de que raye el alba, tras de los montes, ella que tiene la cabeza blanca como la estrella, en su casuca negra reza con mucha fé y enciende el hogar pobre para chorriar café.
Luego cuando los gallos cantan el matinal concierto, ella se marcha ligera al cafetal.
Saya de negra tela, blusa oscura y sencilla, sobre los hombros luce un pañuelo chinilla; el pie posa en el polvo; y es tan franca su alma como el ala extendida de su sombrero de palma que sombrea su faz triste, arrugada y enjuta que antaño fuera como una jugosa fruta. va por el sendero fumando su purito que en el aire desteje un hilo al infinito!
La llaman La Negrita, por su color de cobre; Choncita dicen otros a la indiecita pobre.
Los hijos la dejaron; desde entonces sir vida sólo tiene alegrías en tiempo de cogidas, cuando del alba de oro al ocaso de fuego como una hada de cuentos afana sin sosiego. y en el canasto oscuro que resiima la miel desgrana el grumo rojo maduro del café.
Porque el sábado tórnase todo el grano cogido, en sonoras monedas, en el pan bendecido, en una blusa nueva, en tabaco, en candelas para los santos buenos que en su altarcito vela.
Porque Ana vez al año, su rosario celebra con rompope y mistela que al vecindario alegra.
Cuando retorna sola del cafetal se empeña en recoger ramajes y hacer un haz de leña que sobre su cabeza llevará hasta su casa; cabeza sonietida, símbolo de sit raza! así de tarde en tarde, mientras haya cogidas la indiecita es hormiga que nunca está dormida.
Después en el invierno, la mira el vecindario seguir en los velorios lentamente, el rosario, o servir en la casa del gamonal o el cura en mil actividades que su ingenio procura.
Nadie sabe los años de la indlecita vieja, su vida se devana como hilo de madeja!
Cuando desgrane el tiempo la rama de esta vida será que El Señor dice que es tiempo de cogidla!
CARLOS Luis Sarsz Ileredia (Costa Rica. Diciembre 28 1923. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica.