53 REPERTORIO AMERICANO como el retrato único que la curiosidad devota ha puesto a correr por las escuelas. Defensores del color de su rostro! Vigoroso comenzar de una gratitud sagrada. Para ellos, que lo oyeron con la suave vehemencia con que condenó la perfidia humana, su cara era de una blancura que no reflejaba la imagen en manos de los hombres. Aprovechemos la lección de los discípulos, los mismos que dentro de breves instantes soltarán el agua de esta fuente, y pregonemos siempre que el maestro fué grande y nos dió su vida para redimirnos. Cuando la indiferencia que es ingratitud malsana, levante entre nosotros su guadaña, símbolo de negación, digamos que el maestro es un forjador de patria, fecundo y sabio, que marcó una era de renovación cierta, porque la señaló a los niños. Cuando la incomprensión quiera poner una loza sobre su enseñanza, alcemos como el niño la voz sincera para decir que es un sol que no pueden apagar sin podrir el decoro de la Patria. A sus labios salió una llama y quemó el espinazo del monstruo. si esto aseguraba la caída de los tiranos no imprimía un sello de exterminio al régimen, acción y mando de los déspotas del momento y de los del porvenir. En su mente apostólica lo urgente era la destrucción permanente del mal. Vio la Patria dominada por un satanismo que olfateaba décadas de pillaje y esa visión conmovió su espiritu floreciéndolo de impulsos redentores. El tiempo no debia prestarle existencia larga y, había que hacerle la advertencia a soberano tan olvidadizo. Qué fatal resulta el Tiempo cuando abre sus arcas al mal! Lo nutre de perennidad, El maestro lo sabía y sin aspavientos, con resolución fué sereno a buscar campo en la lucha. Como una aurora de verdad dejó alzadas sus palabras que decian al mundo lo que sus ojos habían visto. No debía tener reposo mientras el mal chorreara su veneno en la tierra que acababa de dejar.
Oh, fina idealidad la del maestro! La misma ruta que lo llevaba a la lucha conducia a la apacibilidad del hogar patrio. Mas para él la ruta que lo había conducido hasta alli no tenia continuidad. Pudo haberse. deslizado entre los deliberantes, pero su alma no concebía otra acción que la de la vanguardia. Reclamó acomodo entre el ataque.
Echó el pecho afuera, combatió y alli el mal que venía aniquilando, lo mató. El Estrago era monstruoso y al acecho de aqueIla vida que tan mortalmente lo heria, salto sobre ella pregonando exterminio.
La Fuente del Caminante Obra de JUAN RAMÓN BONILLA Confiada, el 18 de julio de 1926, al cariño y custodia de los niños de Costa Rica; a su gratitud, que no olvida; a su honor, que es decoro; a su amor de Justicia y Libertad, bienes supremos sin los que no hay Patria digna de tal nombre.
bronces. Si un ruego debemos hacer es pedir a los dioses que en este mismo sitio brote un manantial venido del propio corazón de la tierra. Agua que de las profundidades de donde nazca recoja esa cristalinidad que vuelve arco iris la luz del sol.
Cuando los ojos de los hombres se recubran con el polvo maldito de la indiferencia y dejen pasar los sucesos de la Patria sin levantar, apenas asomasados, el corazón, que lleguen a esta fuente y limpien en ella sus manos y arrojen contra sus rostros el agua que les devuelva la visión.
Párrafos Ir amistad, en su verdadera significación, es flor que no se abre en la estación de la falsia, en la cual vivimos. Aparece en ciertos terrenos abonados especialmente; es solitaria y gusta de la sombra. Jamás se le encuentra en los jardines de las iglesias.
Pero qué desventurados resultan los cálculos del mal! El espiritu del maestro no recibió el lamer de aquella lengua extinguidora. Estamos frente a su memoria edificante y los niños de Costa Rica alzan sus cantos y ofrecen una fuente que calme sedes del cuerpo y sedes del espiritu. Queda ofreciendo agua esta fuente. No podrá me.
jorarse nunca el homenaje. Que en lo porvenir nadie piense en arrancar a los hom. bres decretos que ordenen mármoles o VEO reo muchas casas de complicada arquitectura, en que preside la estética; ro deadas de jardines y de parques, donde cantan los pájaros libres. Cuánta belleza en estas moradas! yo pienso: elas almas que las habitan serán bellas también?
OCTAVIO JIMENEZ CLARA DIANA San José, de 18 de julio de 1920.
Costa Rica, 1926. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica