REPERTORIO AMERICANO 377 En la margen del Jordán Por Maximo Soto Hall Canto segundo de Herodias (Poema bíblico. ha poco salido, con suma pulcritud y elegancia, de las prensas de Dna. Maria vda. de Lines.
Dedicado al gran poeta argentino ARTURO CAPDEVILA, el poema comprende estas partes: Desde Tiberiades. II. En la margen del Jordán. III. En el antro de Machaeronte. IV. En Jerusalem. El implacable. VI. La promesa de Salomé. y VII. Los restos de la orgia.
El memorable asunto bíblico aparece enfocado desde un punto de vista original y nuevo.
Recomendamos la lectura de Herodias, un bello libro más con que el Sr. Soto Hall ha querido contribuir al haber literario de Costa Rica.
Precio: del ejemplar: 50, y en la Libreria Española de Dña. Maria vda. de Lines.
Amanecia. El sol su fulgente oleaje Volcaba sobre el mundo y emergía el paisaje De las dispersas sombras, tranquilo y magestuoso, Como al conjuro mágico de un pincel milagroso. Sombreaban los caminos palmas y sicomoros; Mugian colectando sus vacadas los toros; Los camellos al peso de su carga, abatidos, Marchaban silenciosos cual si fuesen dormidos, Mientras que las palomas, con su ruidoso vuelo, Cruzaban en bandadas la inmensidad del cielo, por doquier brotaba esa armonia incierta Del mundo que a los besos del alba se despierta.
Su voz se hizo caricia. Un resplandor de aurora Iluminó su rostro, tal como cuando dora El sol una campiña. Vendrá, dijo, el cordero De Dios, alma sin mácula, celeste mensajero De amor que borrará los pecados del mundo.
Pero otra vez su rostro se transformo. Iracundo Volvió a tronar su acento. Aparta, flor de fango, Clamó. Estaba con toda la altivez de su rango Herodias enfrente.
La soberbia Herodias, en modesta litera, hombros de cuatro esclavos con rumbo a la ribera Del Jordán se encamina, sola, sin aparato De fuerza. No a la fuerza, ni a la pompa, ni al boato Quiere deber su triunfo. Es mujer y se ufana, De conquistar como hembra, no como soberana.
Del Jordán en la margen, cabe un dulce remanso Donde la fresca sombra predispone al descanso a la meditación, sobre la verde grama, Diseminada en grupos la gente se derrama.
Para oir al profeta y recibir del mismo En las sagradas aguas la gloria del bautismo.
Tras de breves momentos, entre la fronda espesa, Como león que avanza en busca de su presa, El hijo del desierto aparece. Una chispa Genial en sus pupilas. Su solo aspecto crispa.
Se detiene y sacude su cabeza. El cabello Suelto en rizos ondula por su robusto cuello. Temblad, raza de viboras. dijo. En su voz había Vibración de amenaza y luz de profesia. Manzana del Mar Muerto Que un montón de cenizas atesoras cubierto Con rosada corteza. Retem de flores blancas de amargas raices. En torno tuyo estancas Todo lo que es impuro. Las sábanas del lecho Apestas con tus carnes; el aire de tu pecho Envenena el ambiente.
Quebranta las cadenas Con el macho que tiene sangre tuya en sus venas otra mujer que vive.
No cosecha el que siembra En el cercado ajeno. Deje al macho la hembra. Qué buscas. De mis manos pretendes el bautismo?
Anda y busca a Filipo. Escapa del abismo De abyección en que vives. El gran palacio deja.
Vuelve al redil perdido, desventurada oveja!
Enmudeció de nuevo su palabra candente; Se borraron las grandes arrugas de su frente, Cesaron los relámpagos, mensajeros de enojos, rayos de ternura brillaron en sus ojos.
Herodías, movida por la extraña mudanza, Nacer sintió en su alma un brote de esperanza.
Mas él no reparaba en ella. Fijo, atento, Como bajo el dominio de un gran fascinamiento, Miraba hacia la entrada de un bosque de palmeras Que al viento balanceaban sus lacias cabelleras.
Sobre el obscuro fondo de la verde espesuraEvocación divina. despuntó la figura De un joven alto y pálido. La barba nazarena Remataba su rostro; su mirada serena Atesoraba oculto un misterioso halago, era diáfana y límpida como el cristal de un lago.
Su presencia era noble e irradiaba como una Claridad apacible de una noche de luna; avanzaba tranquilo, con paso lento y grave Que más que paso era como el vuelo de un ave. Oremos, dijo Juan, es llegada la hora.
Va, sobre el mundo en sombras, a despuntar la aurora: Ya vino el que debía venir; aquel que era Antes que yo y será después; aquel que impera No confiéis al bautismo la salvación. Precisa Que deis frutos de bien. Debe el alma sumisa. Buscar la penitencia. No blasonéis ufanos De ser hijos de Abraham. Dios puede hacer hermanos Vuestros con los guijarros que erizan el camino, Más que vosotros dignos de su favor divino.
Temblad, la hoz está lista, ya toca las raíces Del árbol. No vendrán nunca días felices Sin arrepentimiento. Arbol que no de fruto Se talará y al fuego pagará su tributo!
Después como Isaías en su carro fulgente Se remonto muy alto. Su verbo era un torrente Arrollador.
Maldijo el nombre del Tetrarca, Maldijo al fariseo que profanaba el arca Con mentidas virtudes y al escriba que hacía La ley a su capricho. Hablo de un nuevo día De concordia y de paz. Días serenos, Reinado de los justos, los sabios y los buenos. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica