248 REPERTORIO AMERICANO cano, produjo la huida de las mujeres y una hombres. Tenía verglienza, la vergüenza Seguía la contemplación muda de las mugran confusión entre los carabineros. Mira femenina.
jeres, y el comiendo. Se acercó la María, ban por todos lados; registraron la casa y Vengo a tomar el café que calentaron sonrojada, y le puso otro plato, echándole el rancho, pero nada vieron. Estaban páli. los pacos dijo el hombre, riendo.
encima su olor de hembra.
dos, y cuando subieron a sus caballos tem ¡Virgen Santisima! Si fuera el bandido. La chiquilla tenia cara de buena y tamblaban las espuelas y los estribos de metal. Pero tenía el hombre la cara tan negra. bién un olor bueno a pan de horno. Sería Partieron galopando al azar, sin beber el ¿Cómo podia ser el barbas de oro? Reia hacendosa, y sería bueno vivir ahí en la café ni llevar las viandas, en una carrera con una gran risa blanca, que hacía con choza, cultivando el campo y viendo crecer nerviosa, camino adelante, por la misma traste con el polvo y el barro de la barba. los retoños; seria bueno morir ahí de puro alameda que les vió venir. El caballo que La Meiga y la Maria miraban al forastero viejo, como los árboles. El muerto estaba do ahí, y el muerto, poco a poco, se fué con atención. Quién sabe por qué, ese hom lleno de moscas. El vino o esas ideas pocubriendo de moscas.
bre no infundía miedo. La mamita Ignacia nian melancólico al centauro.
La señora Ignacia salió al poco rato y fruncia los ojos, considerándole, de alto a. adónde va ahora. dijo la Maria, puso un pañuelo en la cara del muchacho. bajo, a bocajarro. Llevaba un poncho sucio; con voz lánguida, como un reproche.
Estaba amarillo, pero ni una señal en el pero, a pesar de todo, en un caballo tan No sé. Yo soy una sombra. Tome esos rostro; bajo la chaqueta, a la altura del cin brioso, se veía arrogante.
billetes y écheme todo el chancho a las turón, crecia un charco de sangre. El sol Cuando le llevaron el vaso de café, pre alforjas dijo pasando unos billetes que la subia lentamente, calentaba el suelo y au gunto si podrían echarle unas gotas de al mujer no rehuso.
mentaba la vida de las moscas que zumba cohol, y la señora, que negó el trago a los La mamita Ignacia fué echando pan y ban e iban a posarse de preferencia sobre carabineros, dijo: trozos de carne en las alforjas. El caballo el cadáver. La María salió luego, quitó el Tengo vino, si quiere.
negro la miraba de reojo con una expresión pañuelo de la cara del muchacho y coloco Sírvame dijo el hombre, pero antes de pillo.
un manto viejo, verdoso, que lo cubrió casi voy a lavarme. Dónde puedo lavarme? Se sintió un silbido en la selva. Meiga por completo. El rostro estaba tranquilo. En el estero. Meiga. Por qué no le miró instintivamente al cerro, arriba, donde diríase sonriente, con una boca abierta; pero lleváis pal estero? Dale un paño.
caía el agua.
tenia una mano impresionante, crispada a La Meiga no dijo una palabra. No quería El hombre bebió el último vaso, se lim.
la chaqueta, y la sangre negra cundia de acompañar al hombre. Él se bajó del caba pió la barba con los dedos y fué a la Maria; bajo. La Meiga, más tímida, miraba desde llo y fué a mirar al muerto; se sacó el som la dió un largo beso en los labios, que ella Ja choza, pero ninguna lloró.
brero y se persigno.
no pudo esquivar. Dios mío. si no llega el marido. Vir Mañana me tocará a mi dijo. Los Volveré esta noche dijo.
gen Santísima! decía la madre, caminando pobres estamos de más en el mundo.
Monto de un salto y se fué como una de un lado a otro. Yo no me atrevo a. Meiga. No querís acompañarlo? Ensombra, haciendo los cascos del caballo neponerlo adentro: y de noche capaz que se tonces voy yo dijo la madre. Dónde está gro un ruido de castañuelas en las piedras lo coman los perros. Pobrecito!
el pano?
del estero.
Poco a poco las mujeres volvían a sus El estero quedaba oculto a la casa en Las mujeres, se quedaron mirando los menesteres. La Maria a la cocina y la Meiga matorrales donde el agua llora y los copiuna depresión y era necesario mostrar la a lavar. El sol estaba ya muy alto, hilando hues sangran.
parte del lavadero. El hombre se sumió la su almíbar igual, y el árbol y. la flor, todo cabeza en el agua y empezó a jabonarse La noche vino, con sus claridades celesigual. un hombre ahí mismo, un mozo hirtes; la noche atónita del campo, con las con el jabón bruto. La mujer miraba con el viente de vida se había ido a rendir las estrellas como ojos asombrados, que mirapano en la mano. La cabellera y las barbas grandes cuentas en el mundo inefable. Pero iban mudando de color, de negras en amaban a las mujeres solas, con un cadáver. qué cuentas de que podría dar el pobre rillas, como en esos experimentos de metaNo podian dormir. El miedo las juntaba.
muchacho? pensaba la madre. Era una Maria esperaba. en una mezcla de anles que los taumaturgos vuelven dorados, vida de humilde que había terminado, igual sumiéndolos en ácidos. Cada zambullida mossias de mujer y terror mortal.
que el hijo de ella, obrero en la ciudad.
traba mejor la maravilla de pelos rubios Cuando ladraron los perros y las castaquelas del caballo sonaron en el estero como Nada más. pasaban por ahí con el fata como el oro, y la mujer pensó en el sueño lismo ingénito en la mirada, cerca al muerto. y en el bandido Juan Antonio, el Barbas de los latidos de su corazón, la muchacha perDe pronto, en el silencio ardiente del Oro, pero no sintió miedo. Llegó a poco la dió el respirar y Juan Antonio la encontró mediodía, se oyó un silbido agudo que re Maria y no dijo palabra, mirando la cara en sus brazos casi desmayada.
botó en la selva, el mismo silbido como de del hombre; era una cara de niño y de santo, La Meiga y la madre rezaban en el velorio de estrellas: gran culebra que se oyera horas antes. Acto con cejas finas y perfil elegante; las manos seguido se oyeron como castañuelas los «Padre Nuestro, que estás en los cielos.
iban quedando blancas. Se incorporó para cascos de un caballo y por detrás de la jabonarse el cuello y quedó riendo con una (Del tomo El Nacionalismo Concasa apareció un jinete en caballo negro, risa pueril. La María buscaba una cosa en tinental. Crónicas Chilenas. Ma.
nervioso, de cara chica. El hombre estaba el agua y, agachada, se veían sus muslos drid, 1925. hecho una compasión, cubierto de polvo y desnudos un palmo más arriba de la rodilla, lodo en tal forma que no podían distinguirse en el ensanche turbador.
sus facciones. Aquí hay otro paño dijo sacándolo del Dr. CONSTANTINO HERDOCIA Llevaba un sombrero grande y un brazo agua y estrujándolo.
De la Facultad de Medicina de París vendado.
Después, ya limpio el centauro, fué al MEDICO CIRUJANO. Cómo le va, señora?
caballo y saco de las alforjas unas latas y. Qué se le ofrece?
dió a la María un alfiler con piedras como Enfermedades de los ojos, oídos, nariz Ya estaban curadas de espanto las muje gotas de rocío traspasadas de sol.
y garganta.
res, pero la Meiga fué a esconderse y mi Guárdelo de recuerdo, hijita, pero no Horas de oficina: raba por una rendija la selva con el salto se lo muestre a nadie.
10 a 11. 30 a. y de a 5, in.
de agua donde apareciera por la mañana Miraba a las chiquillas y bebía vino como Contiguo al Teatro Variedades.
el mortifero copihue de fuego. Arriba, en en el restaurante. Ellas le miraban. Nunca Teléfono numero 1413 la cumbre, donde empezaba la cascada, pa vieron un hombre tan majo, tan fino, tan recían deslizarse tres sombras. No tenía perfecto. Tenía cara de patroncito.
miedo: se escondió instintivamente como el Me parece que lo he visto dijo la señora. Suscríbase al REPERTORIO AMERICANO animalillo por la poca costumbre de ver No seria raro.
y recomiéndolo a sus amigos. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica