22 REPERTORIO AMERICANO No tan grave. Lo que hay que hacer No. Se trata de que le hagamos la es cosa fácil: meter a Martinez en una jau competencia a los italianos. Nosotros tenela, mandar al Rey a paseo, y al tonto de mos un Quijote, un Cid, un Don Juan, pero de Primo de Rivera perdonarle la vida a. nos hace falta un Bertoldo y creo que en condición de que escriba sus memorias. Primo de Rivera lo hemos encontrado. Sus desencantos?
Sono por entonces la campanilla del almuerzo, y don Miguel se alisto para obedecer a ella como un colegial.
Luis ENRIQUE OSORIO.
Paris, 1925. Cromos, Bogotá. EN el pueblo, el caso de la negra Las divinas personas explico la comadre Severiana, un Iginia era la comidilla de los vepoco escondido cerca del altar mayor, ciros. Primero se creyó que los do Cuento del Hijo, a un lado del penumbroso presbiterio.
lores, que le hacían lanzar tan aguYa oscurecía, y nadie miró a Iginia dos gritos, se debían a que estaba cuando regresaba a su rancho, desen cinta. Pero. cómo su flor virginal podía haberse deshojado a los sede la iglesia, encalada y humilde pués de ofrendar la vela y las plegarias con todo el fervor de su corasenta años de edad, cuando ni mocomo las de casi todos los pueblos zón sencillo y según el consejo de cita se le conoció novio alguno y venezolanos, pero con algunas imála comadre.
sólo sonrió fraternalmente entonces, genes del tiempo de la Colonia, enLa comadre Severiana vivía del con sus dientes de coco, a los peotre ellas un San Miguel toscamente nes que la requebraban, a la sombra tallado en madera, que hería con su otro lado del río, en el cerro de las de los guamos de la hacienda donde espada a Satanás, caído a sus piés, de su promesa, el río pasó Iginia, a Cocuizas, y la tarde siguiente a la nació, de padres esclavos? era docon el rostro de un. bello arcángel pie enjuto, ligera como una muchanosa antaño, con el cesto de cogeadolorido.
dora de café apoyado en la cintura, Ya había agotado Iginia todas las cha, entre la iluminación rojiza del o cuando iba por agua a la acequia, pócimas y brebajes que Don Liborio sol poniente, que llaman de los araguatos.
con la tinaja sobre las duras greñas.
y los vecinos le recetaban, y deses Severiana, díjole Iginia, balbuDespués, ya vieja, seguía sonriendo perada se abrazaba a los horcones como antes, pero con desnudas ende su rancho de bahareque, cuando ceante y echándole los brazos al cías de color de rosa, y con una su comadre Severiana le aconsejó, dillaria aquí mismo, como hice ayer cuello. si no fuera. pecado me arrobondad tan natural. y espontánea como último recurso, que le hiciera en la iglesia. Dios sólo sabe el bien como las tunas que crecen al margen una promesa a San Miguel. No olvique me has hecho. Como si con su de los barrancos y ofrecen su dulce daba Severiana que Iginia le había santa mano me hubiera tocado el pulpa a la sed del viajero, bajo los cerrado los ojos a su marido, muerto pobrecito San Miguel y me hubiera soles caniculares, de un machetazo en una riña con sanado con sólo verme, asi comenzó Era santa la negra Iginia, como lo Anselmo el isleño, y acompañado al es la mota de tierra y el cardo silcamposanto, al paso de la burra, en a pasarme el dolor desde que le encendi la vela y principié a rezarle.
cuyo lomo macilento se balanceaba vestre y el limpio manantial que desYa puedo trabajar. añadió alegreciende de las montañas, es decir, inla urna de pino. no era sólo Seconscientemente, que es como las veriana quien ponderaba los milagros mente. y pilar maiz. Si estoy como si tuviera veinte años!
cristalinas virtudes parecen participar del arcángel, pues éstos eran famo: Pero. cómo fué? Cuenta despasos en todos los caseríos de los alemejor del misterio de la naturaleza.
cio, mujer, le interrumpió Severiana.
daños.
Sin embargo, no se salvó Iginia de Esta vela te traigo, Iginia. ex estropeada, hija. Siéntate en este cajón, que estás la maledicencia. Pero, desechada la plicó grave y piadosamente Sevesuposición porque los meses pasaban Si hasta Caracas puedo ir a pie, riana. para que con toda fe se la y no daba a luz, Iginia, se atribuyó sin cansarme. Pero, tú dónde vas a su dolencia al mal de ojo, con que varla tú misma, aunque sea ofrezcas a San Miguel. Has de llesentarte?
se creia la dañara un italiano bizco No te preocupes, que sobre esta trándote por la calle.
que vendiendo zarazas y baratijas Si no puedo, mujer, si no puedo, Sofá de blanco codicioso. Pero, cuenta, piedra de la batea estoy como pasó por el poblado, con su caja. al hombro, inclinado hacia la tierra, como gemía la infeliz Iginįa, mientras se cuenta pues, mujer!
un nazareno vestido de pana y con arqueaba en su catre y se oprimía. Verás. Apenas principié a rezar, con sus encallecidas manos de mazapatos de gruesos clavos. Se hizo numisa el vientre torturado.
sentí una dormición en las tripas.
venir a la curiosa, que la ensalmó. Cómo no has de poder? San Así estuve toda la noche y hoy con yerbas mágicas y oraciones de amanecí sana, sanita.
Miguel te dará fuerzas.
desembrujar, pero el dolor. continuo poco, toda la chiquillería y todas. Ya ves lo que te decía? No tenaz, las vecinas estaban a la puerta, en hay como San Miguel bendito.
Aseguraba, por su parte, don Liborio el boticario, que se trataba de la única calle del pueblo, compade después ese zoquete de Don Liborio ciendo a Iginia que, apoyándose en se burla porque creemos en los miun principio de epilepsia, enfermedad lagros.
que, a sų entender de farmacéutico las paredes, con el rostro demacrado, la vela en una mano y en la otra Si tú supieras, Don Liborio ha rural, recogió Iginia por única herencia de su padre el buen negro Tadeo, el que ahogaba sus gritos, se dirigia un pañuelo a grandes cuadros, con sido siempre muy bueno conmigo; él. hizo cuanto pudo para curarme. Voque estuvo celebrando por muchos vacilante a la iglesia. En verdad, luntad no le ha faltado.
años, en el mostrador de las pulperías, con aguardiente de caña, la nunca se había fijado en la imagen. Pues él me dijo que tu enfermeabolición de la esclavitud, hasta que de San Miguel, que estaba, como le dad era por culpa de tu padre Tadeo y patatín y patatán.
un día lo encontraron muerto en la Esas son cosas que se le ocubagacera del trapiche. En el número anterior: Cuento del Padre.
rren a esa gente que se la pasa leEs lo cierto que los lamentos de En el número próximo: Cuento del Espi yendo. veces, para distraerme, iba Iginia se oían hasta en la plazuela ritu Santo.
a mi rancho a leerme lo que dicen arrasen Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica