130 REPERTORIO AMERICANO tes se han vertido allí para impulsarlo; dos procesos de acción civilizadora: por una parte el afán de colmar los apetitos con nuevos tesoros, la fantasía con otros paisajes y por la otra el anhelo de buscar prosélitos para una fe sin confines; Los conquistadores y los misioneros; la obra de descubrir y organizar pueblos y el propósito de difundir luz en las almas; dominación y proselitismo.
Se diria que ya desde que en la Judca se ordenó: Id a predicar el evangelio a todas las naciones; llamad a conversión a los gentiles, a la vez que se sentaban las bases de un nuevo derecho de gentes, se presentía el descubrimiento de una gran tierra que habría de servir de patria a las razas liberalas. El propósito de expansión espiritual, se vio alemás, impulsado por la necesidad física del desbordamiento. Por virtud del mandato cristiano, el principio de la cultura salió fuera de la tribu, salió de la patria y rebasó la estirpe misma; pero el mundo antiguo resultaba pequeño para la nueva concepción de la vida y el Asia demasiado iepleta. Zonas de población excesiva, no entienden de doctrina, no entienden de moralidad, lo que necesitan es espacio. en busca de espacio fueron las naves meliterráneas y en el continente que hallaron se ha iniciado un nuevo proceso de la historia; un período de cultura fraternal que tarde o temprano ha de sustituir a este Medioevo contemporáneo: Un medio evo en el cual la barbarie se ha puesto el disfraz de un nombre nuevo y manchado de sangre, el nombre para muchos honorable pero en realidad perverso; el nombre discutido de; nacionalismo.
Nuestra América, es cierto, en nucios de sus aspectos, no es otra cosa que un reflexo, una copia de Europa y obra casi toda de europeos. Sin embargo, ello no nos obliga a hacer de nuestra historia simplemente una repetición de la historia europea.
La experiencia liumana no es totalmente estéril, los tiempos no pasan en vano, cada semilla se renueva y centuplicada en el fruto. Por eso nos empeñamos en que salga de nosotros una fòrma original de cultura. El mejoramiento popular, la conquista de la justicia y de la sabiduría, la reforma de las instituciones y de las almas, tales son las condiciones de nuestro patriotismo y parte fundamental de su contenido. Ningún apego a los errores del día; ningún retorno al pasado. Trabajo ardiente para comprometer al futuro, para obligarlo a que esplendă de gloria: así definiría yo nuestra manera de nacionalisino. Una aurora, un nacimiento, no renacimiento, sino creación de formas mejoles y más altas de vida.
Tal ha sido en realidad el ideal iberoamericano, desde los comienzos de nuestra independencia, más aun desde que los conquistadores y los misioneros iniciaron en nuestras tierra su obra inspirada y maravillosa. Aventuras de leyenda convertidas en realidad viviente por el genio de los capitanes y los predicadores inás asombrosos que ha conocido la historin, no sé a dónde pudieron llegar si no les estorban los logreros y los pícaros que la Corona de España enviaba a nuestras tierras.
Desgraciadamente los españoles que llegaron a la América llenos de genio y de audacia, ya no eran libres; no procedían de una república, como la veneciana o la florentina, sino que dejaban la patria en el instante mismo en que las libertades políticas comenzaban a decaer por la supresión gradual de los fueros en Castilla, en Aragón, en todas las libres provincias cuyos sacrificios para la reconquista eran premiados por los Reyes, robándoles sus privilegios de autonomía y de ciudadanía.
Desde Isabel con su leyenda falsa de las joyas, leyenda falsa porque no está probado que las ofreciera a Colón y si es evidente que la América no le costó, le produjo joyas, hasta Fernando Séptimo, el degenerado sobre el cual se ha queriilo echar toda la culpa del fracaso, como si los otros de su abolengo no hubieran sido y no fueran lo mismo; todos los monarcas de Es.
paña y aún los monarcas ingleses no hicieron otra cosa que diferir el designio de hacer de la América una tierra de elección y de justicia para beneplacito de todos los honbres. Ambas monarquías implantaron monopolios que violaban el compromiso tácito de América; monopolios que cerraban el continente a la explotación lilure del humano esfuerzo y lo convertían en feudo de intereses ruines o en galardón de torpezas y cortesanías. Cierto que por excepción, tuvimos algunos huenos virreyes, pero más cierto es que el sistema de irresponsabilidad inherente a la institución monárquica tuvo que ser y fué para todos fatal; fatal para España y fatal para nosotros mismos. La América del Norte rompió con la Corona inglesa cincuenta años antes que nosotros y lioy nos lleva cien años de adelanto. Nosotros rompiinos por fin, pero muchos de nuestros males todavía arrancan de aquellos siglos de obediencia ciega. Todavía los arrebatos esporádicos contemporáneos de localismo y de nacionalismo, tienen mucho de esa pasión del esclavo que se siente adherido al jefe, al cacique, al general, al amo de la tierra o del Estado. Tan despreciable y pecaminosa sumisión del hombre al hombre no ha podido dar sino frutos de desventura. Casi todas nuestras victorias se ven anuladas en la práctica. Abrimos nuestras fronteras a todos los pueblos pero los polizontes del personalisino, molestan a nacionales y extranjeros cada vez que se cruza la linea divisoria de nuestras nacionalidades. Proclamamos la igualdad de todas las gentes, pero muy pocos son los que pueden aprovechar las ventajas que ofrece nuestra naturaleza. La pobreza general, la ignorancia, las condiciones geográficas y sociales han demorado nuestro progreso. los sistemas despóticos de gobierno inaugurados allá por los Reyes, han encontrarlo continuadores en la persona de jefecillos militares ignorantes y rudos, especies de condotieros feroces que llamamos caudillos y que han sido el azote de todos los nuevos Estados. Sucedió que los hombres lieroicos, videntes, que consumaron la Independencia se agotaron casi totalmente en la lucha.
Bolívar, nuestro más ilustre capitán, perdió pronto el poder y fué reemplazado por jefes menores de milicia de montonera.
Sucre, el más noble y más puro de todos nuestros idealistas, fué asesinado y uno de los presuntos asesinos suyos se hizo proclamar presidente de una de nuestras repúblicas, fundando así la ya larga y todavía no extinta dinastía de los presidentes ase. sinos. En México, casi todos los verdaderos patriotas perecieron en la contienda fueron hechos a un lado y a la hora del triunfo un tal Iturbide se proclamó Emperalor, no obstante que era reo de doble traición puesto que al frente de ejércitos rea les, durante años habia. combatidlo a los rebeldes. San Martin, el glorioso jefe argentino, tuvo que dejar su país retirándose en desgracia y el poder recayó también allá, en manos de genera lillos y de asesinos. Tal es el abolengo de nuestro caudillaje, el aholengo del condotierismo latinoamericano; tal fné la herencia política de la inonarquia, el sistema de gobierno por la espada.
En cada una de nuestras grandes revoluciones libertadadoras vuelve siempre a ocurrir lo mismo, los que al principio nada arriesgan ni entienden siquiera el movimiento, se adhieren a él ya que está triunfando o en una segunda etapa; juntan entonces soldados y sin más programas que hacerse del mando, eliminan a los patriotas y se instalan en el poder. La tiranía, de esta suerte, cambia sus verdugos, pero no sus sisteinas.
Tan nociva nos ha sido semejante política, que sólo pueden nfanarse de un verdadero progreso, aquellos países que como la Argentina eliminaron el caudillaje desde lace inuchos años o como el Brazil que nunca lo tuvo. Uruguay también y Colombia, una tierra gobernada desde sus comienzos por hombres de letras, no por soldados y Costa Rica y Cuba, talvez alguna otra nación han escapado a la tradición maldita; pero en los demás pueblos la lucha entre la barbarie en su forma más cruda y primitiva y la civilización en sus formas elementales e impotentes se prolonga y estorba el desarrollo nacional. La lucha armada por el poder, la ambición y la ignorancia, impiden el desarrollo de cualquier plan constructivo. Cada periodo negro de nuestra historia ha quedado bautizado de esta suerte con el nombre sanguinario de alguno de estos dictadores y caudillos.
que son baldón de nuestra estirpe. no solamente nuestro caudillaje ha logrado perpetuar entre nosotros la ignorancia y la tiranía sino que también, en lo que se refiere a nuestra política internacional, el caudillaje es el enemigo nato del acercamiento hispanoamericano y el sostén de ese nacionalismo celoso que es tan contrario a nuestra buena tradición y al espíritu de nuestra cultura. Contradictorio de muestra tradición porque desde el principio fuimos ana sola Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica