Tomo XIII REPERTORIO AMERICANO Núm. San José, Costa Rica Sábado 10 de Julio 1926 SEMANARIO DE CULTURA HISPANICA SUMARIO: Momentos emocionantes, por Teresa de la Parra. Obreros y maestros, por Amanda Labarca Hubertson. Fragmentos de Andrenio, Luis Bello, Gómez de Baquero, Roig y Bergada. Página lirica de Simón Latino y Agustin Castelblanco. La caricatura de Blanca Milanés, por Edmundo Velázquez. Hazme suade el instante, por Alberto Masferrer. Libros y autores hispanoamericanos, por Carlos Wyld Ospina. El Cardenal Mercier, por Pallais. Dos realidades evidentes, por Jorge Guillermo Leguia. Colorido americano en Ifigenia, libro de Teresa de la Parra, por Cornelio Crespo y Vega. Sueño de una noche de otoño, por Rafael Alberto Arrieta.
de verla ahora con mis ojos y Momentos emocionantes frente a frente; yo, que acababa De la novela Ifigenia (Diario de una Seilorita que escribió porque se fastidiaba. por TERESA DE LA PARRA. Casa Editorial Franco IberoAmericana. Paris. a Teresa, las más sentidas gracias por el ejemplar con que nos obsequió y que heinos leído con todas las simpatías de lector captado por la benevolencia de la fina escritora venezolana. En la madrugada del sábado. las ocho de la mañana, cuando yo estaba sumergida en la paz de un sueño profundo, tia Clara que no se había ido a misa, vino al cuarto en donde yo dormía, dió con sus nudillos en la puerta, y me desperto diciendo. Levántate ya, Maria Eugenia, que Pancho se ha puesto muy mal!
Un momento después, cuando ya vestida, pálida e inquieta, entre al cuarto de tío Pancho, miré con avidez sobre la cama y vi entonces con horror, cómo alli, tendida en la cama, inmóvil y blanca, encima del colchón, bajo las sábanas, y arriba huudiendo las almohadas, la muerte se habia acostado ya sobre el cuerpo de tio Pancho.
Gabríel, solo en el cuarto, de pie junto a la cabecera, le tenia tomado el pulso, y miraba tristemente la cabeza atormentada y buena de Cristo moribundo, por entre cuya boca, aleteaba dulcemente la agonía.
Al verle asi, toda acongojada y nerviosa, me acerqué a la cama junto a Gabriel, tomé entre las Inías una de las pobres manos que caía desmayada sobre el colchón, y al sentir que estaba helada, helada y húmeda y dura, como las manos ya muertas, estremecida de espanto, faltando a mi resolución, sin pensar en el disgusto de la tarde anterior, hablé de nuevo a Gabriel al preguntarle ansiosa más con mi susto que con mis labios. esto. qué será esto, Gabriel?
Él, muy triste, y muy quedo, contesto diciendo lo que yo demasiado sabia. Esto es que ahora. iya se va! cosa extraña! Yo que lo sabia muy bien; yo, que desde hace una semana, convencida y segura, csperaba con resignación la llegada de esta muerte; yo, que acababa de sentir su contacto helado bajo el ansia de mis manos, al oir que Gabriel la anunciaba con su voz, senti un terror inmenso que me enfrió todo el cuerpo, y entonces, temblorosa, en ana interrogación donde se retorcia este dolor de las separaciones eternas, y en donde también, con exaltada amargura, se asomó sinceramente, todo, todo mi secreto desamparo, sin saber lo que decía, pregunte. hora, Gabriel, ahora Dios mío, ahora sin él que tanto me quería, que va a ser de este horror de mi vida tan sola y, tan desesperada? como aquella voz mía, voz de desolación y de sinceridad, era la misma de los que piden amparo, Gabriel, suave y condolido, junto a la agonía de tio Pancho, me am.
paró entre sus brazos misericordiosos, y dijo con el más convencido de los apasionamientos. No se quedará sola, Maria Eugenia, ni se quedará desampa.
rada, porque se quedará conmigo que la adoro como nadie ha adorado nunca a nadie sobre la tierra! en tan hondo desconsuelo, Gabriel supo poner dentro de sus palabras tal consuelo de unión, y puso tanta fraternidad, y puso tanta energia de amor, y puso tanta ternura de protección, que yo, sintiendo junto a él la causa comin de los que unidos se equilibran la existencia, en mi gran debilidad de desamparo, olvidé las distancias sagradas que separan las vidas, y desmayé por un instante mi cabeza sobre el cariño de su hombro. después. si, si. un instante después, cuando por segunda vez, como la víspera en el comedor, tuve el contacto divino de sus labios sobre los míos. Sí. cuando por segunda vez en mi vida, tuve sobre los míos la delicia de sus Teresa de la Parra Con cfusión y contento por este triundo de las letras hispanoainericanas, ensayando un adomán de elegancia romantica me inclino ante esta joven y bellu autora, que no contenta de ir por la vidu pisoteando mirtos, se adorna tambien con la simbólica rama de laurel. y Véase en esta entrega el articulo de la página 27. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica