REPERTORIO AMERICANO 359 Página lírica de José Gorostiza Del tomo Canciones para Cantar en las Barcas. Editorial CULTURA. México, 1923 ¡Hemos leido con tanto gusto este librito! Al Autor, gracias, mil gracins por el envío. Se alegra el mar La casa del silencio Canciones para Cantar en las Barcas Carlos Pellicer Iremos a buscar hojas de plátano al platanar.
La casa del silencio se yergue en un rincón de la montaña, con el capuz de tejas carcomido. parece tan dócil, que apenas se conmueve con el ruido de algún árbol cercano, donde suena el amoroso cónclave de un nido, 1. Quién me compra una naranja. Quién me compra una naranja para mi consolación?
Una naranja madura en forma de corazón.
La sal del mar en los labios jay de mi!
la sal del mar en las venas y en los labios recogi.
Nadie me diera los suyos para besar.
La blanda espiga de un beso yo no la puedo segar.
Nadie pidiera mi sangre para beber.
Yo mismo no sé si corre o si deja de correr.
Como se pierden las barcas iay de mi!
como se pierden las nubes. y las barcas, me perdi. pues nadie me lo pide, ya no tengo corazón. Quién me compra una naranja para mi consolación?
Se alegra el mar Iremos a buscarlas en el camino, padre de las madejas de lino.
Se alegra el mar Porque la luna (cumple quince años a pena)
se pone blanca, azul, roja, morena.
Se alegra el mar Porque la luna aprende consejo del mar, en perfume de nardo se quiere mudar.
Se alegra el mar Siete varas de nardo desprenderé para mi novia de lindo pie.
Se alegra el mar Siete varas de nardo; sólo u aroma, una sola blancura de pluma de paloma.
Se alegra el mar Vida le digo blancas las desprendi, yo bien lo sé, para mi novia de lindo pie.
Se alegra el mar Vida le digo blancas las desprendi. No se vuelvan oscuras por ser de mi!
Se alegra el mar Tal vez nadie la habita ni la quiere, y acaso nunca la vivieron hombres; pero su lento corazón palpita con profundo latir de resignado, cuando el rumor la hiere y la sangra del trémulo costado.
Imagino, en la casa del silencio, un patio luminoso, decorado por la hierba que roe las canales y un muro despintado al caer de las lluvias torrenciales. en las noches azules la pienso conturbada si adivina un balbucir de luz en sus escaños, y la oigo verter con un ruido ya casi imperceptible, contenido, sui loro paternal de tres mil anos.
Pescador de luna Una pobre conciencia Cuando se mira los, faroles rojos en la orilla del mar, mi pescador, el de profundos ojos, pone sus negras redes a pescar. El mar ante la noche se ilumina, y sus olas doradas, al nacer, florecen como un ansia repentina en ojos de mujer. Pez de luna bruñida no se pesca, pescador.
Agua del golfo, la ondulada y fresca, deja que riegue la orilla con amor. Bernardo Ortiz Montellano Un anciano consume su tabaco en la vieja cachimba de nogal.
La tarde es solamente un cielo opaco y el recuerdo amarillo de un rosal. La orilla del mar No es agua ni arena la orilla del mar.
El agua sonora de espuma sencilla, el agua no puede formarse la orilla. porque descanse en muelle lugar, no es agua ni arena. la orilla del mar.
Las cosas discretas amables, sencillas; las cosas se juntan como las orillas.
Lo mismo los labios, si quieren besar.
No es agua ui arena la orilla del mar.
Yo sólo me miro por cosa de muerto; solo, desolado, como en un desierto. mi venga el lloro, pues debo penar.
No es agua ni arena la orilla del mar.
No persigas la forma del lucero, que ni el agua dormida la dará; si él, como un sonámbulo viajero, sólo viene y se va.
Que, pobres, las corrientes y la charca encierran ilusión, y ajenos al peligro de tu barca.
vienen sueños de luz al corazóll. El anciano dormita.
Es tan triste la tarde para ver un reloj descompuesto, y la infinita crueldad de un calendario con la fecha de ayer. silencio, un silencio propicio para rememorar cómo canta una boca la lectura de la antigua conseja familiar.
En el fino paisaje se depura una tristeza del atardecer, y el reloj descompuesto parece una dolida conciencia de caoba en la pared.
Una pobre conciencia, cuya charla con la vieja cachimba de nogal es el agrio murmullo de un postigo y el recuerdo amarillo del rosal.
Con los ojos, ya timidos, escarbas en los mares rebeldes a cincel, y puede correr llanto por tuis barbas de serpientes de miel.
El agua misma, la ondulada y fresca, ponga un poco de sol en tu doior. Pez de luna bruñida no se pesca, pescador. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica.