REPERTORIO AMERICANO 343 para la expresión vivaz, tan vigorosamente animador de los tipos de pretendientes, el medicastro, el albeitar, el gendarme, del gracioso lacayo y la empingorotada condesa, del boticario Pantalón, padre de Colombina, y del aturdido mancebo Arlequin, cuya arisrocrática cuna se descubre al final, no habia dado, tal vez, fruto tan espontáneo y gracioso en la obra del novelista vasco.
La pauta de «comedia dell arte» es tan amplia que en ella cabe toda suerte de variaciones. Pio Baroja ha matizado las suyas con ese buen sentido de realidad, con ese garbo irrespetuoso de que hay atisbos en muchos pasajes de sus novelas. Parecía como si en la botica del señor Pantalón se despachara la receta contra la melancolia, el antidoto contra los estados de ánimo producidos por las sucesivas impresiones dramáticas.
Una obra inédita de Pio Baroja, aunque sea en un teatro privado, bien puede considerarse como un acontecimiento, y más aun si se tiene en cuenta que el autor, a la hora del reparto de papeles, reservó uno para sí. Pio Baroja, que ya había salido a la escena como actor, en un papel de pocas palabras, en el Adiós a la bohemia, fué un perfecto señor Pantalón. la gravedad del personaje substituía en su cara una constante sonrisa. La escena en que Pantalón alecciona a Arlequín, hízola el novelista acompañado por Rivas Cherif, en quien el atolondrado mancebo encontró toda su travesura, como un actor consumado. Buen capitulo para la biografia del «hombre humilde y errante. del humorista a veces malhumorado! Pio Baroja, y los actores de «El Mirlo Blanco. señorita Natividad González, señoras Bach de Goldenberg, Juan de Benito, de Palencia, de Caro, de Abreu, señores Baroja (R. Rivas Cherif, Garcia Bilbao, Vighi y de la Fuente, merecen ver consignados sus nombres en el frontón del templo de Talia.
ENRIQUE Diez CANEDO Madrid, abril de 4926.
La canción que yo canto La canción que yo canto, viajera como el viento, esparce por la vida sonrisas y lamento. es ardiente y salvaje, dolorosa y serena.
Como mi vida es ella: 110 sé si será buena.
Estremecida vibra, lúgubre y desolada, y también se retuerce como una llamarada. veces lleva un eco de ese ritmo inaudito de alegria que el hombre jamás deja transcrito.
Es el hondo deseo, como inefable urge. cia, de aprisionar en ella la divina cadencia conque se desenvuelve mi interior poesia en la idea qne irrumpe, cual rara sinfonía.
Mas no canta ias dulces posesiones del beso, ni pregona el estrago del Dolor, en exceso, porque el amor no debe desnudarse ante el mundo.
Mi canción enmudece, con recelo profundo, cuando exaltar pretendo los goces del Amor en su conjunto sacro de besos y dolor. Hacer publico alarde, tan sólo por cantar como cualquier motivo cotidiano y vulgar, los hermosos instantes de ini amor, sólo fuera a la pasión divina darle forma grosera. La canción que yo canto, como soplo de vida, se pierde en los caminos, errante y dolorida; pasará muchas veces sia que nadie la entienda, y alguno ha de increparla, porque quizá le ofenda.
EDUARDO URIBE Buenos Aires, Rep. Argentina, 1927.
Tú me quieres blanca LA COLOMBIANA Francisco Gómez Se traslado frente al Pasaje Jiménez local que ocupó «La Parra, Ofrece a sus clientes y al público en general un surtido de casimires en gabardinas.
Cuenta con buenos operarios para la confección de sus trajes.
PRECIOS SIN COMPETENCIA Tú me quieres alba, me quieres de espumnas, me quieres de nácar.
Que sea azucena sobre todas casta.
De perfume tenue corola cerrada.
Ni un rayo de luna filtrado me haya; ni una margarita se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea tú me quieres blanca, tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas las copas a mano, de frutos y mieles los labios morados.
Tú que en el banquete cubierto de pámpanos dejaste las carnes festejando a Baco.
Tú que en los jardines negros del Engano, vestido de rojo, corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto conservas intacto no sé todavia por cuáles milagros, me pretendes blanca. Dios te lo perdone, me pretendes casta. Dios te lo perdoue, me pretendes alba. Huye hacia los bosques, vete a la inontana; limpiate la boca; vive en las cabañas; toca con las manos la tierra mojada; alimenta el cuerpo con raiz amarga; bebe de las rocas; duerme sobre escarcha; renueva tejidos con salitre y agua; habla con los pájaros y lévate al alba y cuando las caries te sean tornadas y cuando hayas puesto en ellas el alma que por las alcobas se quedó eurodada, entonces, buen hombre, preténdeme blanca, preténdenie nivea, preténdeme casta.
Valoraciones Revista de humanidades, critica y polémica Organo del Grupo de Estudiantes Renovación Calle 60 652 La Plata, Rep. Argentina ALFONSINA SIORNI (Enrio de Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica