174 REPERTORIO AMERICANO hay un alto interés humano en conciliar esta necesidad ineludible de permanecer fiel a sí mismo, con el amor.
Selon ma loi nos invita a vivir en la intimidad de los otros dentro de la intimidad del propio espíritu. Es una tarea difícil. Todo corazón es impenetrable. Todo corazón que insinuamos se nos revela desde el primer momento como una cosa extraña, inaccesible. Sin embargo el trabajo será plenamente recompensado con la sola generosidad de nuestro esfuerzo. Compagnons es ya un salmo de esperanza y de fe. El poeta ha encontrado un sentido a este gran escenario del mundo antes desierto. Una comunión más estrecha con los hombres ha revelado al poeta que la clave de la sabiduria y del arte está en la contemplación del hombre por el hombre. La naturaleza es bella en lo que tiene de humana. Sólo puede fecundar nuestro amor aquello que es capaz de sentir como nosotros y con nosotros: Era un lugar en que cada cosa atestiguaba una fe solitaria en su harmonia.
Aun veo el pórtico en que las balaustradas tiemblan. el vestibulo húmedo, de enmohecidos muebles, y la cámara que digeria ágriamente la luz y el hombre sin dicha acurrucado ante el fuego.
Aún lo veo tornando hacia mi su faz verde.
Me habló sin voz, tan sólo con los labios.
Unos labios vehementes. Veo también su pecho, agitado por tempestades angustiosas.
Miraba con cierto aire de torpeza, como quien ya no siente ni vergüenza ni miedo; y esa pobre mirada y el gesto contenido y las palabras llenas de prudencia y zozobra parecían traicionar multitud de infortunios.
Todas estas cosas naturales, sublimes, la vieja lucha sin tregua de los elementos, la obstinada existencia de los reinos. Qué espectáculo! Si yo los busqué siempre fué por lo que decían de vosotros, compañeros, porque todos me daban la imagen de vosotros, compañeros. Compagnons Ode a quelques hommes. Estaba alli a manera de una villa desierta.
Frente a mi. Su espíritu animado, su alma viviente de hombre que va a morir saturaba con su ronquido grave la sala taciturna y las flores del muro y las persianas cargadas de calor, de polvo y de vapores.
Después 110 supo sino llorar y lamentarse y tomarme las manos, y luego sonreír.
Mas yo obstinadamente decidia alejarme.
Fuera nada habia cesado de ser feliz y alegre.
Nada cesó de amar su destino solitario. Nada! Yo mismo en mi interior he constatado En las Elégies culmina este lirismo tan personal del gran poeta. Duhamel se ha encontrado, y su espiritu alcanza en estos versos su cristalización definitiva.
Las Elegias han rebelado la posibilidad de un lirismo nuevo. Son más que la expresión de un mundo personal y egoista, el esfuerzo por poner al alma al tono de las otras almas. Las sugestiones de esta poesía no serán ya tanto nuestros propios sentimientos sino las inquietudes de los otros hechas carne en nuestra propia carne. Un afán de comprender al hombre, de interpretar al hombre, de sentir al hombre, de gozar con él, de sufrir con él: esa es la poesia de este libro.
La felicidad no puede estar ya en el aislamiento.
Tampoco puede estar en el abandono. La dicha, que para Duhamel es también la verdad, es la harmoniosa fusión de los dos mundos del conocimiento: la intuición y la experiencia. Por la intuición nos encontramos a nosotros mismos; por la experiencia nos proyectamos en los otros.
No son las grandes emociones ni los momentos interesantes de la existencia, lo que solicita la at ion del poeta. Es la vida cotidiana en sus detalles más simples y triviales. El poeta parece gozar sintiéndose vivir en la intimidad de las cosas sencillas y de los hombres humildes: Un corazón elocuente pero imparcial, un corazón solicitado inútilmente como el de un juez incorruptible. el gran dolor del hombre, en la estancia, 110 importunaba a nadie, ni a la timida planta que veré siempre al borde de la ventana florecer sobre un fondo árido y ceniciento. Elègies, La Ballade de Florentin Prunier es un motivo de la Guerra. La grandeza estoica del soldado moribundo y del dolor callado de la madre convienen admirablemente en este cuadro con la solemnidad de la forma y la simplicidad de los trazos. Una tragedia muda, un dolor comprimido que no puede estallar porque es demasiado grande y demasiado profundo, una escena del heroísmo austero, tranquilo, cotidiano, trivial de la Gran Guerra, es la Balada de Florentino Prunier: Ha resistido veinte largos dias, y su madre está a su lado.
La casa! Percibo los ladrillos y las tejas cuyo reir inquieta todavía al paisaje.
Ha resistido Florentino Prumier, porque su pobre madre no quiso que muriera.
Desde que supo ella que lo habian herido ha venido del fondo de la vieja provincia.
Atraveso todo el país tonante, donde hierve en el lodo el grande ejército.
El piadoso sentimiento que lleva al poeta a visitar a un moribundo parece diluirse en el ambiente rojo, en pleno sol, de primavera. Un bienestar, una satisfacción indefinibles lo van ganando a pesar suyo: La gran alameda tenía algo de grave con el negro olor de su boj tibio.
Pero el resto del jardin estaba lleno de alegría, y los ruidos y los gritos que ascendían en el cielo risueño como una pupila deslumbrada hacian vibrar hasta el confin la paz sonora. su semblante es duro bajo la cofia rigida. a nadie tiene miedo ni tiene miedo a nada.
Consigo, en una cestá, lleva doce manzanas y en una ollita un poco de mantequilla fresca. el poeta se detiene un momento para meditar en esta gran incomprensión de la naturaleza, en esta horrible incapacidad para sentirse y para sentir al hombre.
Durante todo el día permanece sentada junto al lecho en que muere el pobre Florentino. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica