202 REPERTORIO AMERICANO Página lírica de Jaime Torres Bodet.
Del tomo Blombo. México, 1925.
Venía de lejos.
Traia en las manos un racimo de uvas de agosto y su andar completaba su canto.
Comq, una ánfora de oro llevaba el cielo en los brazos en alto.
Vino sonriendo.
Se alejó cantando.
Calor canto El pulso del reloj decreció con la fiebre del verano.
Brilla tanto el paisaje que parece haber sido bordado con un hilo de seda tornasol en un gran bastidor de raso claro. Sobre la barda gris la siesta se corona de duraznos. Hace tanto calor!
Si respiráramos el cristal de la brisa se empañaria, trémulo, de vaho.
Una paloma bebe la inmensidad del cielo en el agua de tin charco.
Biombo La noche de verano alarga sobre el biombo del cielosu cuello de garza.
y pesca, en el arroyo del silencio, Canción la concha de la luna sonrosada.
Venia de lejos.
Te acercas más a mí. Te cubre entera, Traía en las manos con su kimono de seda estrellada, un maduro raciſo de agosto.
la noche de los cuentos orientales.
En la piel de las uvas, untado, un polvillo fragante de musgo En tus ojos, la sombra se levanta daba anhelos de beso y de como el vaho del opio, en lenta espira, a la sed juvenil mientras la piel bañada de los labios.
de tu cuerpo de lirio y de ciruela, al aire del crepúsculo derrama Venia de lejos.
el fresco aroma de un campo de arroz Sostenian sus hombros trigueños coronado de grullas y de garzas.
un cántaro fresco. Se hubiera querido besar en la piel de Como una rama de bambú esos hombros son quebradizas tus palabras.
la huella del barro, como tus cabellos lacios a través del percal de la blusa, es el artificio de tu sencillez refinada.
la huella olorosa del agua en la tierra porosa Tus besos saben a té recién hecho, que entreabre a la brisa del huerto, después bebido en dedales de porcelana, de la lluvia, y tienes en quietud, en línea, en gesto la roja eglantina y el lirio morado!
la elegancia Venía de lejos.
de esos salones cuyo mobiliario Ondulaba la tierra a su paso lo forman una rama en espigas de locos anhelos, de crisantemos blancos, en el vaso del aire, y su pausa mecia, en silencio, un jarrón de amapolas deshojadas el columpio feliz de los pájaros.
y ese pañuelo de seda azul El azul de la solida altura que la tarde, después de la lluvia, desplegaba en los brazos alzados.
pone a secar en las ventanas.
Como un ánfora de oro, llevaba el cielo en los brazos en alto.
Cantar Venía de lejos, De oro la arena.
y sų andar completaba su canto.
La miré en los ojos.
De esmeralda el mar.
Eran claros sus ojos, tan claros La tarde ha tendido que sentí, en lo más tibio del alma, la red de la lluvia a secar.
la frescura de un huerto regado.
El silencio suena bajo el platanar.
La besé dulcemente en los párpados finos.
El estio esparce ruidos de colmena.
Aleteaba la piel de sus párpados La miel del olvido con un vago temblor, sobre el iris.
quisieran las horas labrar.
de los húmedos ojos dorados.
La besé en la punta Yo tuve una pena.
de los dedos posados y blancos.
Fue solo una vela sombría en el mar. Oh, qué pájaros presos debía pasó la barca. Pero el duelo ha sido haber libertado esa mano breve en regresar.
que ponía en el alma deseos Con la luna llena. de cielos profundos, de vértigos altos!
corazón, barquero, saliste a pescar. La besé el tobillo, Regresas vencido: en los pies diamantinos, alado.
tus redes cayeron al fondo del mar.
El calor de la tierra ascendía Se aquieta la tarde. Serena a través de su cuerpo a mis labios la brisa el palmar.
y, en púrpura tibia, dejaba en mis sienes Se oye al olvido amapolas de pétalos blandos.
hilar y cantar: Recorri con mis besos su cuerpo, Yo tuve una pena.
y ¡cien lunas me hubieran hallado, Yo tuve una barca, de lágrimas llena, en la huella delgada del viento, que un dia de agosto, se hizo a la mar. el perfil de su huella besarido. Hace tanto calor!
Los lirios blancos, en camisa de tennis, con el cuello desnudo, asoman su pereza a los cercados.
Ni una voz, ni una sombra en la avenida.
Anda el silencio con los pies descalzos. El reloj sigue contando el pulso del verano.
Soledades Queria, en la misma flor; de la de ayer, el aroma; de la de hoy, el color.
Criterio de mariposa.
Al alma, por los sentidos, por el perfume, a la rosa. Cómo podría expresar con la palabra ¡tan lenta!
el corazón, tan fugaz?
Venía por los cerezos.
Sus labios entre las hojas. pedian frutas o besos?
Amaba el agua en la fuente.
Pero más en el arroyo.
Pero más en el torrente.
No sabía distinguir entre pensar y cantar, entre hablar y sonreir. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica