Repertorio Americano 189 hacían rueda y los rayos del sol poniente parecian fundir el En esto un tropel de gentes desembocó en la esquina, oro de las ocho cabecitas, las dos niñas adornaban varas con ¡Dios mío. Qué veia? un policía llevaba a su padre, quien los capullos de san miguel y los aseguraban con hilo. En las gritaba desaforadamente.
flores abiertas no había que pensar, porque de tocarlas una Echó a correr como un loco y se acercó. Juan Colorado, mariposa, dejaban caer al suelo los pétalos. Quedaron las ra medio borracho, con el sombrero en una mano, lanzaba al aire mas así adornadas, a modo de tirsos engalanados con flores una salva de gritos alegres, ensordecedores. El contento salrojas y con hojas verdes. Fueron agitados, para conocer la vaje que la más pequeña gota de aguardiente ponía a correr seguridad que tenían, entre la griteria de los chiquillos. dentro de él, salió a las cuatro copas, lo mismo que un toBeto también venderia en el mercado a los niños de la rrente por su boca.
ciudad, que tanto gustan del sabor ácido de esta flor, los gra. Tata, tata, balbuceo Beto acercándose.
ciosos ramilletes, y comprarla a las coquetas una vara de. Hola, Betillo! Es mi hijo, señor policía. Este señor me cinta del mismo color del cielo, a cada una.
lleva porque estoy alegre, Betillo. No se podía quejar Juan Colorado de la imaginación de seguía gritando y haciendo gestos ridiculos insensatos.
sus hijos! He aquí que no tenían con qué cubrirse, ni la comida Las cestitas, los cuartillos de moras, los tirsos adornados abundaba y pensaban antes que en la manta y el pan, en dul de san migueles, todo se borró del pensamiento del niño que zainas y cintas. Ah! Que en la vida todo lo que preocupa no siguió a su padre tembloroso y sollozando.
ha de ser tan basto como la manta ni tan vulgar como el pan, La puerta del cuartel cerróse ante él y tras su padre.
y benditos los humildes que piensan en su miseria en tener Juan Colorado lo llevaron a la sala de los detenidos: música y en prender en su cabeza un trozo de tela de seda allí estaban dos borrachos sentimentales que se abrazaban y color de cielo!
se decían palabras tiernas, un muchacho sorprendido robando gallinas y dos mujeres que riñeron en la calle y que seguían Calculaba con Natividad en vender los canastos a noventa insultándose por lo bajo y lanzándose miradas furibundas.
cada uno. Bien los valían y aún más, pues trabajados por Poco a poco la alegria de Juan se evaporo y ahora dormano experta en el oficio, estaban. Veinte a noventa? Diez mitaba con la cabeza caída sobre el pecho.
harían nueve colones; otros diez, otros nueve colones. Con La corneta del cuartel tocó su fanfarria del medio día.
dieciocho colones compraría manta para toda la familia, unos Por los cristales sucios de una ventana, veíase la punta de pantaloncillos para los muchachos, zaraza para las muchachas un pino que crecía en un jardin cercano.
y Natividad. Natividad, la pobre, que no tenía con que salir los dos borrachos les pasara su hora sentimental y midonde la viera la gente! Pan, café, candelas.
raban ante si con cara de idiotas.
El pobre hombre comenzó a ver claro en si. De la hoguera El lucero de la mañana en lo menos que pensaba era en que ardió en su pecho y lanzó chispas por su boca, no quecallar su luz, cuando la carreta de Juan cargada con los daba sino un montoncillo de cenizas.
canastos, atravesó, dando tumbos, la tranquera. Los niños la Jesucristo. Qué habia. hecho. Qué diria Natividad? No despidieron con gritos y recomendaciones. Se alejó brincando tuvo tiempo de meditar más. Fueron llamados ante el comisapesada y alegre.
rio. En la sala desnuda y fría, tras una mesa, un hombre joven Los morales de fruta menuda y tallos prismáticos ponían con aires de pisaverde, se preparaba a juzgar, puliéndose las en el aire su olor a incienso.
uñas. Tenía las manos de una dama.
Entre las cestitas de Beto iban los tirsos de Chica y FeliComenzó el interrogatorio y la repartición de castigos.
cidad. Como las niñas los dejaran toda la noche entre los Frunció el ceño e irguióse en su silla: berros del riachuelo, estaban frescos y en sus hojas se veía los dos borrachos, diez colones de multa a cada uno y temblar gotas de agua cuando les caía el rayo de una estrella.
ya sabían lo que les tocaba si se repetía y los tomaban.
Bien entrado el día, llegaron a la ciudad.
Al muchacho de las gallinas, le fué endilgado un sermon Encontráronse con el padrino de los niños, quien convido tonto, sin pies ni cabeza, en el cual se repetía a menudo la a Juan a echarse un consuelo.
palabra honradez. Hablaba el juez sin dejar sus uñas, que diCuando arribaron al mercado, los ojos le bailaban y sentía jéranse hechas de concha nácar. Una semana de encierro!
dentro de la carne el deseo de retozar que se le despertaba Llególe el turno a Juan, quien comenzó a balbucear y a cada vez que el ron le pasaba por la garganta. Una vez en llamar coronel al comisario porque lo veía con galones.
él, supo que había abundancia de su mercancía. No fué posi Si, había gritado porque estaba alegre. Bebió unos trable colocarla a noventa la pieza. Tuvo que cederla en bulto a gos y después no podía estar con la boca cerrada. Lo deblan quien le ofreció más y dejó los veinte canastos por seis colosoltar. Qué habría sido de su hijo Beto? El señor coronel le nes. Fué preciso ir a rociar el trato a una cantina cercana.
perdonaría aquella ofensa. El era un hombre honrado. Don Beto quedo sentado a la orilla de la acera, al lado de los Juan Pacheco y don Esteban Solis podían servirle de testigos.
vendedores de pájaros encerrados en jaulas de caña. El niño Por lástima y por ser la primera vez, se le impuso una esperaba tranquilamente compradores.
multa de cinco colones, setenta y cinco céntimos, como si se Entre las cestitas, las flores de san miguel sonreían ale tratara de un solo grito, cuando habla alborotado todas las gres en las varas y las moras regaban en torno suyo un calles por donde pasara.
perfume agridulce. Los mosotillos brincaban entre las jaulas y. El hombre que apura una copa, no es un hombre honechaban al aire su canto quejumbroso.
niño soñaba con la rado. este aforismo salió breve, terminante, y acompañado música de su dulzaina. Ya no se aburriría cuando fuese con de un movimiento enérgico y afirmativo, de la boca del peel padre a labrar troncos. pues el tocaría y tocaria hasta que queño agente de policia, que casteneteaba la lengua de gusto su padre le dijese: Callate Beto, que me tenés loco. cuando un wiskey o un cognac la mojaban.
Pero. dónde venderían dulzainas? Así que se desocuparan. Cinco colones y setenta y cinco céntimos o cinco con su padre lo llevaría a buscarlas.
seis! Hubo que repetirselo varias veces para que compren¿Y los sombreros de Baltasar y Juanico? las cintas de diera.
sus hermanas tenían que ser del mismo color del cielo. bien, Mas. de donde los iba a tomar? Cierto era que en el bolsillo bien.
tenía sus seis colones, pero eran para comprar manta y ropa Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica