92 REPERTORIO AMERICANO Página lírica de Enrique Díez Canedo Del tomito Algunos versos, por Enrique Díez Canedo. Cuadernos literarios, Madrid 1924. Al excelente amigo Díez Canedo, mucho le agradecemos el envío del topito que extractamos.
ASPIRACION AL POEMA y, amenazándolo todo, el Castigo blande a lo lejos su torva guadaña, que formada en el seno de aquella Voluntad creadora del mundo, sale de tu palabra, Señor, y va creciendo, y sin partirse, llega hasta tu Eternidad!
CAMINOS DE MI TIERRA CANCION PERDIDA ¡Eternidad del poema, entrevisto de repente, laborado lentamente con aspiración suprema de domeñar un problema discolo, de luces fuente fecunda, para una frente deslumbradora diadema. Verbal medalla en que acuña con su divisa su altivo perfil el artista puro. Templado acero que empuña mano firme, y llega al vivo corazón de lo futuro!
CON EL HIJO EN LOS BRAZOS ¡Oh lejanías azules de pinos. Oh vespertino dorado vapor sobre las blandas honduras del valle que solemniza la muerte del sol!
Una plegaria de asombro en el Alma para el glorioso paisaje irreal. en el silencio, temblantes, las notas de una lejana canción popular.
II Una canción que no sé dónde nace, por dónde viene, ni adónde se va.
La coge el viento, la rasga en girones, me deja algunas palabras no más.
Todo mi ser a escucharla se tiende, sin comprenderla. Qué magia tendrá? prolongarla quisiera en el aire, porque, si acaba, se lleva mi paz. Qué misterioso rincón de mi alma contigo vibra y asilo te da, canción lejana, canción sin sentido, canción perdida que me haces llorar?
Caminos, los de mi tierra que os perdéis entre lozanas mieses, o por las llanuras muertas de sed, hoscas, pardas, fingis viejas cicatrices de gigantes cuchilladas; o trepáis por las vertientes de la sierra y en las jaras abandonáis a jirones vuestras vestiduras blancas; y, a lo largo de los ríos, oh susurrantes, oh plácidas alamedas; oh carriles que hacéis deslizarse, rápida la tempestad de los trenes; y argentinas, entre cañas musicales, por saucedas llorosas despeinadas, junto a seculares rocas, lamiendo viejas murallas, bajo puentes que se hunden, o por humeantes fábricas que alimentais y ennegrecen vuestro corazón ¡oh aguas, aguas que vais a tres mares. Oh caminos de mi patria. Pobres caminos, que hollaron huestes guerreras, mesnadas de aventureros, mendigos trágicos y astrosos, largas hileras de peregrinos, cascos de legiones bárbaras, indignados patriotas y gentes aletargadas en sueño que dura siglos. Caminos los de mi patria. Cuándo vendrá por vosotros la buena nueva que tarda. ila nueva que acogeréis jubilosos, en la gracia de un mar de sol, extasiados en un florecer de ramas!
Me fas atado a la vida, Señor, por este niño.
En sus ojos el mundo tiene aquella pristina luz de tu creación, aquella matutina prenda de anunciación que ya no ven los hombres en su senil ceguera.
Todo es bueno: la calma, la inquietud, la zozobra, la angustia, el sufrimiento, porque todo es tu obra, porque no hay desaliento ni desesperación.
Me has atado a la vida.
Todo es noble y hermoso. Vivir eternamente no en mí, sino dejando mi vida a un ser igual!
Recibir de la fuente las aguas, conducirlas en plácida corriente al cauce del torrente que al río ha de llevarlas, y allá, juntas con otras, que a la mar se encaminen, su lecho natural.
Tengo al niño en los brazos. Oh amor, de amor nacido. Comunión inefable de mi ser con su ser, como un desdoblamiento de mi mismo, que él mismo no puede comprender. Oh inefable dulzura. Que lo comprenda un día cuando tenga en los brazos al hijo de su sangre, cuando se sienta lleno de este infinito amor, con el gozo sereno de ver no interrumpida la sagrada cadena de nuestra humana vida, BALADA DEL HAMBRE ORACION DEL CARTUJO Por la atensión de la parda llanura, tras el arado que el suelo rotura, un sembrador de espectral catadura mala semilla va echando en tu entraña. Vanos esfuerzos, inútil fatiga!
Misera tierra, postrada mendiga, no has de alcanzar por limosna una espiga; sobre la mies crecerá la cizaña. Mira, labriego, qué triste cosecha!
Cuelga la criba que hogano no aecha; tú serás hoy como espiga que acecha para su troje una mano tacaña. Guárdate ahora, si encuentras asilo!
Pende tu amarga existencia de un hilo. Ves avanzar a lo lejos el filo de una inflexible, gigante guadaña. Mozos robustos, hoy flacos, enfermos. Reses comidas por lacras y muermos. Campos feraces trocados en yermos. De qué deidad concitasteis la sana?
Mas ¿no cedéis? Por encima del coro que se deshace en quejumbre y en lloro. quién alza un puño y un reto sonoro por costa y llano, por valle y montaña?
ENVÍO Principe: mira los campos de España.
Plaga y rapiña se llevan el trigo; Cuando la cera de mi carne flaca, blandón de tus altares, se consuma, quiero dormir entre los altos muros del claustro silencioso en que te ofrezco mi diaria labor, mi amor perenne.
Año tras año fui labrando el vivo panal de mi existencia solitaria: mis días, como prietas celulillas, colmáronse de mieles que en el gozo de tu contemplación libó extasiada la oración sin palabras de mi pecho.
Viejo soy; este cuerpo de la tierra por la tierra suspira. En ella pose.
Ya sus brazos me tienden las desnudas cruces de tosco leño a cuyo amparo duermen los padres, los hermanos míos. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica