REPERTORIO AMERICANO 57 una Todos los estudiosos de América El filósofo pensamos.
saben que en el Uruguay existe Pensamos en el esfuerzo de este un filósofo excepcional, sutil, profun Vaz Ferreira hombre que debe estudiar sin desdo y erudito: Vaz Ferreira. Al Dr.
canso para ofrecer a su auditorio, Carlos Vaz Ferreira podríamos verlo sorprendido semanalmente, disertación esen tres lugares donde resaltara su enorme talento y su gran alma de en tres momentos cueta y profunda, quintaesenciada; que dure sólo una hora. lo vemos pániño.
lido, con palidez ascética, magro y frágil, como si el cuerpo fuera apenas una caja para encerrar el espíritu.
En la cátedra de conferencias De pronto hace un movimiento brusco, como si tuviera hipo, un movimiento Ha llegado hasta la Universidad, que corta su voz dulce y apasioen compañía de su esposa (una dama nada, por entero varonil. También enlutada que parecía protegerle de en la voz de María Eugenia Vaz los transeuntes al llevarlo del brazo)
Ferreira, la poetisa excelsa, había y seguido de una hija. El Dr. Vaz una vibración musical y este fuego.
Ferreira conduce amplia cartera de atenuado. El temperamento nervioso papeles crujientes. Entran en el salón se acusa en el maestro de conferende actos públicos las dos mujeres, cias, por más que el filósofo se doen tanto el maestro avanza por el mine. Aparece clara su cordialidad corredor.
cuando mira, como sonriéndoles caA poco, Vaz Ferreira aparece en maraderilmente, a los que escuchan.
su tribuna. Se acerca a una pequeña El público que ha reunido aquí el mesa y deposita encima la cartera, prestigio de Vaz Ferreira no puede cuyo contenido extrae; prende la luz ser más distinto: Un médico famoso próxima, puesta en uno de esos arse ha sentado junto a un músico; y tefactos con pantalla verde que usan éste tiene al lado un bardo. Más los directores de orquesta, y tras de allá hay un gran facundia, que tiene pasear su mirada por la sala, con el gesto complacido de quien ve en a su derecha una maestra. Por aqui.
varias siluetas femeninas de encotodas partes caras que ya conoce, dice unas palabras tan llanas y cormiable elegancia. Allá detrás un racimo de alumnas de la Universidad diales que nos recuerdan a fray Luis de Mujeres. De este lado un retratista de León, reapareciendo ante sus disfrancés que se especializa con nuescípulos de Salamanca.
El maestro reanuda su lección, intros políticos. Enfrente un estanciero viejo, hombre gordo y retacón, de terrumpida el otro viernes, y nos dice cráneo calvo, atezado, con un brillo cosas tan sutiles como éstas. Es mejor apagar la luz que no que exigen una prolija explicación de de goina.
estar con una luz mala.
veinte minutos.
El Dr. Vaz Ferreira mira a todos Teme que no se comprenda la inLas blancas hojas se creerían, antes con la misma visible ternura. notención y entonces puntualiza: que el esquema arquitectural de una sotros recordamos la frase aquella de Onís. Una luz mala, sin embargo, puede profunda lección, los apuntes febriles de un desordenado poeta. Sólo debe llamarse macstro a ser buena cuando el que la lleva sabe De las emanaciones de la lógica quien nos ha dado una lección de su insuficiencia. ya deslizando el maestro sale la amor.
Apareció la duda, esa terrible duda justicia. De la justicia emana la bonParece obstinado en defenderse de todo buen filósofo. Vaz Ferreira dad.
del uso de los lentes, que requiere acaba de atacar la presunción de los hace distingos buidos entre el continuamente, pero que no deja un omniscientes. yo lógicos y el «yo afectivo. minuto cabalgando en la nariz. Las Es imposible anotar sus palabras El público le oye con profundo manos son pálidas, descarnadas. Les totalmente. Entonces, más despreocu recogimiento, no obstante lo abstruso cae la luz como en un cuadro mísados, nos damos a observar la «parte que hacese el tema por momentos.
tico. desde nuestro asiento desexternas: el espectáculo, por asi de. Se comprende al filósofo. Dan cubrimos las venas azulencas, dignas cirlo. De un lado, está el filósofo; en ganas de creer que si.
de Zurbarán.
otro, llenando los rojos sillones de todo esto, Vaz Ferreira, tan Cuando el reloj dice al maestro felpa, un público heterogéneo. Por parco de ademanes, que no levanta que debe concluir el acto, él balbulas tribunas superiores avanzan, con el brazo izquierdo de sobre la mesa, unas palabras. su público, manifiesta curiosidad, cabezas juve. cambia incesantemente la expresión, como movido por un resorte, se pone niles.
aunque sin alterar el tono: un tono de pie. Como no hay efectos, sino Sentado ante la mesa, el doctor de confidencia. De repente, domi análisis, no hay aplausos. Tampoco Vaz Ferreira ha puesto bajo la clari nando una idea, evidencia ese gesto hemos visto que vaya alguien lo dad anaranjada de la bombilla eléc de agrado que hemos visto en los felicite. El filósofo mete sus mistetrica un rimero de papeles. Eran hojas gauchos, tras de frenar un potro; riosas carillas en la cartera y sale.
en las que no aparecian, orladas de otras veces dibuja el ceño esa dolo Al final del corredor se le aproxima garabatos intraducibles, arriba de dos rosa y elocuente arruga de la difi su señora e hija (o hijas) y escapa docenas de palabras. veces el filó cultad. Vencida ésta, los labios finos de la Universidad, entre consecuentes sofo las pasa rápidamente. En oca sonríen, enseñando la blancura ob auditores que lo admiran, acaso prosiones, los vocablos anotados, con sesionante de los dientes, unos dien fundamente, pero que no exteriorizan ser tan pocos, le sugieren conceptos tes firmes y compactos.
su entusiasmo. cea Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica