124 Repertorio Americano Las puertas azules El Dragón las puertas azules del Ultimo Palacio bajo un ciprés sentada, con el deber por perro, que bajo siete llaves recluye a la Princesa, padece su perfecta soledad de diamante.
robé al dragón sapiente que blasonó mi empresa, Mas, florecer es darse. La dicha generosa, el secreto que cifran tres sellos de topacio.
sólo por serlo alcanza la perfección suprema, Domina en uno el símbolo de la campana muda.
cuando en su petulancia prefiere al teorema La rosa de cien pétalos en el otro se eleva.
de la sabiduria, la lección de la rosa. en el tercero pasa la doncetla que lleva ya que no es posible la rosa sin la espina, un espejo sincero y una daga desnuda.
que las tuyas coronen el seto con largueza.
La más favorecida rosa de gentileza, Vida, amor, alegría, salud, fuerza, esperanza, es aquella que fuera del cercado se inclina.
todo esto lo poseo por natural fortuna, No aminores tu gozo ni compliques tu pena sin haberlo pedido, tal vez sin causa alguna, con la estéril congoja del arrepentimiento.
quizá con un designio que mi razón no alcanza.
El bien y el mal que llevas desde tu nacimiento, Lo cierto es que soy dueño de un tesoro gratuito, son frutos de una vida que antes de ti fué ajena.
que fuera de mí nadie puede gozar. Tesoro Si en tu ser se acumulan los años millones, en el cual siendo a un tiempo mina, minero y oro, pues la vida que vives fué sin cesar vivida, a nadie usurpo nada, ni nada necesito.
por los que antes vivieron. cómo en tu corta vida ¿Por qué cuando no sale todo según yo quiero, podrás torcer el curso de las generaciones?
he de quejarme como si me quitaran algo, Tu destino es la ignota dirección de ese flujo, creyendo neciamente que por mí mismo valgo, que no tiene principio ni fin en tu existencia.
y que ante el Grande Enigma debo ser el primero?
En vano es que tortures tu mente y tu conciencia, buscando en ti la causa que al bien o al mal te indujo.
Sintiendo en mi oponerse lo infame y lo sublime, en los demás se apiada la piedad de mí mismo.
La vida que malogre tu sumisión obscura hasta en la complacencia de mi propio egoismo, al deber que te imponen para ventaja de otro, sé que el dolor es bueno también porqué redime.
te sangrará en la boca, como su freno al potro, recreciendo a bocados de hierro tu amargura.
Cuando a su honda miseria la pasión me subyuga, sangre y lágrimas forman la humedad de mi lodo; No permitas que extraña mano tu vuelo tuerza, y al hundirse en él, sufre y espera de igual modo, para igualarte a todos con equidad mezquina.
la inquietud de las alas mi bajeza de oruga.
Tan justo es nacer águila como nacer gallina, Mas, las alas del triunfo son hermosura y fuerza.
Por el honor del riesgo, si en las tinieblas lucho, con mi propio quebranto como el cuarzo me enciendo; No filosofes mucho cuando te salga al paso, y bajo los rigores del destino tremendo, el azar venturoso que te asignó el destino.
amar bien he sabido porque he sufrido mucho.
Necio es que te demores a discutir el vino, cuando apenas hay tiempo para apurar el vaso.
Mas, si este bien supremo de amar tanto nos cuesta, si desde que nacemos somos reos de muerte, Ni más razón indagues. La vida es bella en ella. a qué desazonarnos por conjurar la suerte, y así que a la belleza de su ley nos exalta, aumentando la angustia de la carne funesta?
bajo esa ley, más fuerte que el deber y la falta, la pena se ennoblece y hasta la muerte es bella.
Filósofo tranquilo, reduce tu delicia Nuestra final concordia con todo lo existente, al fondo de tu copa llenada sin exceso.
se profundiza entonces en plenitud de arrobo, Apúrala cuanto antes en la embriaguez del beso, y en fraternal convite trueca el rencor del lobo, que el mosto se avinagra tras la sazón propicia.
y echa en desliz de seda la piel de la serpiente. Para que por estéril lujo beber tu perla Quema el amor sus alas en una carta vieja en tu propio vinagre, con heroísmo ilustre?
o en los pétales de una flor seca, y. todavia, Cuando así su belleza la vanagloria frustre, la ilusión que, por serlo, volársenos debía, verás que no valia la pena de beberla.
la soledad fragante de su recuerdo deja.
Inútil será estonces que sobre tu faz triste, Hasta que, al fin, del propio destino soberano, la indiferencia ponga su gélido albayalde.
cuando sean ya inútiles la lucha o el martirio, Si ahorras la fortuna que te tocó de balde, pondrás serenamente, como quien corta un lirio, revelará tu grima que indigno de ella fuiste.
sobre tu último día libertadora mano.
Feliz quien ve en las canas cenizas de su hoguera, superior a toda pena y todo reproche, no razonable nieve que anuncia el frío eterno.
tocada ya tu frente por el azul postrero, Más generoso rinde la lena del invierno, con su llave de oro te franqueará el lucero el árbol que florece mejor su primavera.
las compasivas puertas del sueño y de la noche.
Todo jardín cerrado tiene por habitante LEOPOLDO LUGONES a la melancolia, princesa que en su encierro. La Nación, Buenos Aires. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica