296 Repertorio Americano Gente mericana.
se forma un espléndido estadio, la divisé abrazada militarismo de los chilenos ofende en el mismo grado al pié del Macuiltepeti.
que el militarismo mexicano.
Inopinadamente, al ascender la loma, camino del al lamentar las noticias de Chile, he recordado viejo parque de Los Berros, se muestra en toda su que el mal está profundamente arraigado. La expulextensión. Al centro, la absurda Catedral, mitad he sión de Alessandri no es más que la eliminación de rreriana, mitad gótica, vecina a lo que fuera el huerto un estorbo sin importancia, como desechar una caconventual de San Francisco. Más arriba, dos torres reta molesta, ya que los actores del carnaval se han bajas, que aparecen muy altas por lo quebrado del reconocido. Desde hace mucho tiempo, Alessandri terreno, y a la derecha, otra de colores chillones, de era la careta civil y. detrás de ella el militarismo estilo franciscano, que sostiene las campanas alegres mandaba. Fue en el propio palacio de Alessandri, de San José, circundada por mantos de la Virgen. después de una cena cordial, cuando Brieva me llamó a esas torres y a otras menos lucidas de humildes aparte y me dijo: que los estudiantes se hallaban iglesias o ruinosos conventos, los tejados rojizos en exaltados por las prédicas antipatrióticas y bolcheapretada red las une.
viques que venían del extranjero, y que si mi conSe divisan escalonadas casas enormes, cuajadas ferencia anunciada para el día siguiente daba lugar de macetas, casas pequeñas de limpios interiores a escándalo, él como jefe del ejército tenía que rehumildes, también. con flores, barracas blancas de primirlo, y que las balas no conocían protocolo. techo de madera rugosa, jardincillos que diríanse col dando con esto a entender claramente que se me gantes, araucarias erguidas, moreras de amplias hojas, trataria como a un revoltoso común. Tuve que hacer plataneras o hileras de naranjos, y, al pie de las mu un esfuerzo de serenidad para no contestar como rallas, floridas trepadoras, y en los huertos lejanos, debía, pidiendo mis. pasaportes. Mi compromiso era árboles de camelia, tulipanes, y cual enorme marco, con los estudiantes y con Chile, yo no me sentía oscuros jinicuiles, plateadas hayas.
un extranjero, queria quedarme, había prometido hablar y dije al General Brieva que a menos de impeXAVIER ICAZA dírmelo la fuerza pública, yo hablaria en la Universidad Del libro en prensa: o en el local de la Federación o en una esquina, donde quisiesen oirme los estudiantes. Al salir del país hice declaraciones protestando mi afecto para.
el ejército chileno que, según todos los diarios, era Militarismo chileno defensor de las instituciones y del Gobierno civil.
Desgraciadamente el ejército chileno, en donde sin ME imagino al General Brieva triunfante. El Gene duda hay muchos oficiales jóvenes, patriotas y bien ral Brieva era consejero de Estado en el gabinete intencionados, se ha dejado arrastrar de los Altamide Alessandri y representaba en aquel cuerpo, al rano y de los Brieva, y probablementė seguirán perejército. No había acuerdo del Gobierno que el Ge siguiendo a la juventud avanzada que es la única neral no visase con ese carácter, No había tratado esperanza del país.
internacional que el General Brieva no pesara antes José VASCONCELOS de ser decidido. El Senado, la Cámara, ya podrian (De La Antorcha, gritar, pero el General Brieva, en silencio, dictaba México, las órdenes. Alessandri, el pobre Alessandri, decía los discursos, acuñaba las frases, presidía los ban.
quetes; pero a su lado siempre atento, el General Brieva gobernaba. Ni los Embajadores en el extranUnas manos jero podrían librarse de la presencia del General una artista que se oculta, Brieva. Por allá fue al Brasil un Embajador chileno. muy cordialmente, de ilustre rango, de trato esmerado, de profunda cultura académica, de noble presencia y sin embargo, De ternezas hablábanme tus manos, en cada festejo el General Brieva y sus ayudantes albas y gentiles cual cisnes rubenianos, engalonados estiraban el pescuezo, juntaban los homEllas aroman las aristocráticas estancias bros entorchados hasta hacer desaparecer la mancha como flores de suaves fragancias.
negra del traje del Embajador civil, y de la misión Son encendidos pebeteros sagrados, chilena no quedaba otra cosa, que una impresión de que en azules humos perfumados, cuartel. Brieya me hizo el favor de invitarme a viinsinúan lejanos países ideales sitar como particular su país. Yo no sabía hasta que y labios quemantes y ojos fatales!
punto era su país. pero fuí porque, de todas maneras, yo juzgo a Chile, no sólo como el país de Inquietas, como dos alas gemelas Brieva, sino también como mi propio país. Debo a semejan migratorias velasBrieva el haber conseguido que el Presidente Alesde una barca anhelante sandri ratificara su invitación para la misión mexique finge un signo interrogante, cana. así indirectamente agradezco a ambos el haberme dado la ocasión de conocer en Chile a un y que va hacia la otra ribera, gran número de personas de lo más noble, generoso buscando sin reposo la quimera.
Oh inquietantes, tejedoras manos e ilustrado que hay en el mundo. Mi estancia en Chile ligó con el afecto lo que ya ante me pertealbas y gentiles, cual cisnes rubenianos.
necia por la imaginación.
CLARA DIANA Los dolores de Chile son dolores nuestros. El de Costa Rica, 1921. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica