100 Repertorio Americano poniendo en ellas un vivo fervor y siempre las ilu El Virrey don José Miguel de Azanza gustaba minaba con una sonrisa buena. Siguió contando que mucho de conversar con Bolívar, recibía placer oyenya había estado en Jalapa y que también en la dolo discurrir, siempre con amenidad y soltura, sobre Puebla de los Angeles, habló de la apretada exube todas las cosas. Convidaba al despejado CARAQUEÑITO rancia de las tierras de la costa, del languido encanto a pasear en quintrín, lo convidaba a su tertulia, lo de sus mujeres, de lo mucho que le sorprendieron sentaba complacido a su mesa y no se cansaba de las industrias y manufacturas poblanas y también su presencia, ni menos aún de su charla, pues era habló, maravillado, de sus mármoles y lechosos teca Simón Bolivar afable y gustoso en sus palabras.
lis. El quisiera tener un palacio, allá en su tierra, Pero una tarde resbaló lo ameno de la conversadecorado con tecalis y azulejos. dijo largamente ción a cosas de la política y iqué ideas terribles fuedel aspecto nobiliario y majestuoso de la angélica ron entonces las que Bolivar sacó a relucir de modo ciudad de la Puebla llena de torres numerosas. brillante, con qué habilidad y talento las desarrollaba El Oidor, don Guillermo de Aguirre, le oía com ante los ojos asombrados, atónitos, de los pacatos placido. El Oidor estaba en las cumbres de un de tertulios! Era peligroso hablar de política y más aún leite grande oyendo a aquel bello mancebo tan des sacar a plaza, ante el mismo Virrey, esos temas esenvuelto, de tan irresistible simpatía y de palabra cabrosos y todavía más peligroso el defenderlos. Ni tan caudalosa. El Oidor le preguntaba más y más en voz baja tras el alto embozo de las capas, nacosas para que alargara la conversación en la que die, en la ciudad, se atrevia a comunicar sus pensaa menudo saltaban agudas observaciones, en la que mientos. En esta América feliz no se podía discutir había muchos donaires y se asomaba una perspi nada, pues aquí los vasallos del Monarca, nacieron cacia genial. El Oidor lo convido a su mesa para el sólo para callar. y obedecer y no para discutir ni opidía siguiente; ya llevaría a ella, le dijo, a algunas nar en los altos asuntos del gobierno, como bien personas de calidad para que las conociera y con claro lo expresó así el furibundo Virrey de Croix.
cuyo trato, era indudable que recibirla gusto y Bolívar seguía exponiendo sus ideas, pero don placer.
José Miguel de Azanza echó con habilidad, la pláDon Guillermo Aguirre le ofreció con insistencia tica por otro sendero y se quedó horrorizado y muy cariñosa aposentarlo en su casa, pero el joven Boll sorprendido de que asi pensara su amigo el CARAvar manifestó que agradecia en mucho el favor, pero QUEÑITO. Va, se decía a sí mismo, por caminos muy que ya estaba alojado en la de los Marqueses de extraviados y malos, pues. qué es eso de la indeUluapa para quienes, entre otros personajes de la pendencia de América? Vamos, que no está en sus ciudad, había traido amplias cartas de favor. Que cabales ese muchacho de espiritu tan fino.
don Alejandro Cosío, el Marqués, era hombre ama Pero a la otra tarde, y ante las muchas personas ble que lo llenaba de exquisitas atenciones, de soli que acudían a la tertulia, del real palacio, la convercitas amabilidades, al igual de su esposa doña María sación, llevada con inconsciente timidez por alguien, Josefa Rodríguez de Velasco, pero, principalmente volvió a caer al sucio hondón de la política de Carse singularizaba con él la hermana de esta buena los IV. No le importó a Bolívar la imponente preseñora, la impetuosa doña María Ignacia, llamada sencia del Virrey Azanza, sino que con todo el despor todos la Güera Rodríguez, mujer muy decidora, enfado de sus años mozos, puso su entusiasmo en vivaz y muy alegre, que lo tenía siempre prendido alabar y en justificar la conspiración que hacia poco en el encanto fácil de su conversación.
tiempo que se descubrió en Caracas y volvió a deSonrió con discreta malicia el grave Oidor, pues bien fender con más ardoroso fervor los justos derechos sabia que la Güera hacía caso de la buena figura y de la independencia de América, elogió a los herque admitia solaces y el Oidor, para mejor disimular manos Avila por su anhelo de separar la Nueva Essu sonrisa, tomó un polvo de su caja de carey y lo paña de la Corona, y dijo después muy lindas cosas sorbió con larga delectación y en seguida dijo a del bonachón Carlos IV, que ocupa lugar preemiBolívar que siguiese en la casa de los de Uluapa nente entre los. maridos consentidores.
ya que así lo deseaba, pero que él sería quien lo Todos los apacibles tertulios estaban pasmados sacara a recorrer la ciudad para mostrarle las cosas de su audacia y de su valor. Tenían helada el alma.
notables y bellas que encerraba y que si la Güera Se miraban unos a otros con asombro, removiéndose Rodriguez queria venir con ellos, entonces sabrosa en los asientos de damasco. Las manos titubeaban, mente se divertirian los ánimos con la picante gracia temblorosas, para coger las jícaras de chocolate, no de sus pláticas.
podían partir los frágiles pasteles ni los encanelados El Oidor le tomó a Bolívar amigable afición; hon rosquetitos; las leves copas con agua fresca, entreirábale como si le fuese su superior. diario salia. chocaban en los dientes. Había toses discretas y discon él de paseo y le iba mostrando las grandezas cretos cuchicheos. Bolívar seguía hablando con exalde México. Lo presentó a maestros de la Real y tación ardorosa. El Virrey Azanza, con mucha gentiPontificia Universidad, a canónigos, a oidores, a to leza, le cortó la palabra. Se disolvió en el acto la das las gentes de más pro y más calificadas de la tertulia y todos los señores se fueron a sus casas ciudad. Fué Simón Bolívar, el CARAQUEÑITO, como le llevando muy alterados los pulsos.
llamaban, fué a las tertulias que había en las casas El Virrey detuvo al circunspecto Oidor don Guinobles, en donde las damas lo traian gozosamente llermo de Aguirre, y le dijo que cuanto antes, sí, que en palmas; conoció al señor Arzobispo, al Virrey, cuanto antes, debía de despachar para Veracruz a asistió a los saraos de Palacio y en todas partes lo ese inquieto mancebo que ya veia que era harto recibían con claras manifestaciones de agrado, pues peligroso y, además, era arriesgado que permanecon su mucha viveza y donosura tenía recomenda ciera más tiempo en la ciudad por la que pronto se ción, para las voluntades.
pondría a desparramar sus malas y terribles ideas. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica