REPERTORIO AMERICANO 173 Página lírica: de María Enriqueta.
Del tomo Rumores de mi huerto. Rincones románticos, por Maria ENRIQUETA.
Imprenta de Juan Pueyo, Madrid. 1922.
Dos libros más que la fina y delicada poetisa mexicana ha tenido la bondad de remitirnos y que tanto le agradecemos: Sorpresas de la vida (Novelas. Virtus.
Buenos Aires: y El secreto (Novela. Editorial AMÉRICA. Madrid. Algunas de las novelas se reproducirán en este semanarioPetite chanson Sendero olvidado ¡Olvidaste la vereda que conduce a mi cabana. Entre la oscura arboleda de esta escondida montaña, mi alma triste y hurana a esperar la Muerte queda.
Ella, en otoño o verano, tarde quizás, o temprano, aunque esté, cual hoy, alerta junto a la choza, el alano, vendrá a llamar a mi puerta. como llamaba tu mano.
Saldré a su encuentro, de prisa, tal vez con una sonrisa de las que eran para ti. verá la aparición al perro, junto de mí, más fiel que tu corazón. partiremos después, y con la hoja que rueda, márcharemos, jay! los tres por esa larga vereda que recorrieron tus pies.
Méjico.
Mi carta En esa tarde triste, y glacial, de oscuro cielo cual turbia mar, cuantos cruzaron la soledad del viejo parque y en muda paz me sorprendieron junto a un rosal que nadie ha visto dar flor jamás, pero que, amante, su sombra da al banco donde fui a meditar, de mi dijeron con gran piedad. En ese banco iqué sola está. cuar luego fuíme a vagar por la ancha senda donde no más rompe el silencio del encinal la voz doliente de la torcaz que entre los árboles buscando va perdidos bienes que no ha de hallar, unos amantes que oyendo están la triste queja de la torcaz, cuando junto a ellos me ven pasar, a un tiempo dicen con tierno afán. Ay! por la senda iqué sola va. Oh, dulce amigo!
tú y yo no más sabemos toda la realidad.
Cuando la senda voy a cruzar, no es sino engaño mi soledad: yo sé que tu alma conmigo va. cuando al banco voy a sonar, no estoy tan sola bajo el rosal; tu alma y la mía juntas están. la cierro, y en el sobre, tras guardarla sonriendo, escribo estas dulces frases. En su país, a mi dueño. después, enternecida, la miro, le doy un beso, la pongo en mi corazón, iy se la doy al cartero. iLlévala al punto! le digo. Llévála con todo empeño, y cuida por las veredas que no se la lleve el viento.
Si está serena la tarde, cruza, veloz, los senderos. no pases al ventorrillo para pedir vino añejo, que pueden correr las horas charlando con el ventero. Hazte cargo de mi angustia. Ve de prisa, te lo ruego!
Pasa sin temor los vados, sube las cuestas ligero, no descances a la orilla de los claros arroyuelos: y si al cruzar por el bosque te sorprende el aguacero, entonces. bajo los árboles aguarda un solo momento.
Cuida que el agua no llegue hasta ese sobre pequeno, que basta una sola gota para borrar el letrero. después, por las veredas del bosque, sigue de nuevo, sin descansar un instante, sin detenerte un momento. cuando baje la noche: con su solemne silencio, no temas al asesino que se oculta tras los setos. continúa la jornada, ve entre la sombra sin iniedo: dicen que un ángel piadoso acompaña a los viajeros. Oyes. Pues bien: ja llevarla!
ja llevarla con empeño. Adiós, dices. No, de prisa márchate y vuelve. Hasta luego. Oh, mi carta! Vuela errante por ignorados desiertos.
Allá va. cruzando montes y sendas y vericuetos.
Allá van por los caminos, errantes, mis pensamientos.
Vuelan hacia extrañas tierras, hacia otros climas. Muy lejos. mientras huyen, veloces, yo pensativa me quedo. Se habrá llevado mi carta la corriente de un riachuelo. Olvidada en una piedra la habrá dejado el cartero. Oh, quién sabe. En las posadas acaso la habrán abierto.
Acaso en estos instantes alguien la estará leyendo, y acaso. acaso la estrujen y la arrojen hacia el suelo. Ah! tal vez el remolino entre el polvo la haya envuelto. tal vez hecha pedazos, log desiguales fragmentos como rotas alas giren arrastrados por el viento. iquién sabe! acaso. acaso rendido ya, sin alientos, al cruzar entre las breñas haya caido el cartero. acaso. de sed y hambre esté alli tendido y muerto. Oh. cuántas dudas funestas se albergan en mi cerebro. Cuántos temores me asaltan después que mi carta entrego!
Tras ella se va mi mente cuando de vista la pierdo; y pienso en ella en el dia, y por la noche. la sueño, errante. por los caminos.
entre los bosques espesos, por carreteras torcidas.
por sendas y vericuetos.
Jalapa.
Nuevo Laredo. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica