72 Repertorio Americano Lucila del Carmen TU RETRATO Pues por la palidez que de tu rostro emana. tal como las magnolias de los huertos cerradosyo pienso que has viajado a una tierra lejana, para bañarte en una milagrosa fontana donde hay agua de rosas y lirios macerados.
Tus ojos. ah, tus ojos. Son dos diamantes negros y no por negros brillan menos que otros diamantes. tu risa es ingenua partitura de alegros que trina, mientras brillan tus dos diamantes negros que vieron florecer los huertos más fragantes.
Tus bucles, azabache que por milagro extraño en seda de azabache se hubieran convertido hacen sombra a tu frente en la que hay como un baño de luna y de luceros que alumbran todo el año.
Que alumbran. cualquier cosa. un blanco amor dormido. Tus labios. Son más bellos tus labios con sonrisa, cuando tristes suspiran o cuando dulces rezan?
Sin tener el enigma de los de Monna Lisa, son bellos cuando lloran o se alegran de risa, dulces cuando suspiran y eternos cuando besan.
Tus manos son tan blancas que acaso han exprimido. el jugo de las frescas rosas de las mañanas.
En tus senos alienta un inquieto latido, vive en ellos el ritmo del amor que ha venido, y son, por lo perfectos, dos palomas hermanas. asi eres pequeñita, frágil y delicada y siempre ensoñadora, como una pasión nueva.
Por el diamante negro que brilla en tu mirada, por el beso que vuela de tu boca rosada, contigo he de ilustrar «El Corazón de Eva. Pues como era una dulce princesita encantada con fervores románticos y alma de sensitiva me pidió la loanza de su boca rosada y entonces, renuncié la perla codiciada a cambio de sus labios que eran de guinda viva. aunque ya sin la perla tu amor era imposible tras de la rosa negra me encaminé viajero. la rosa se hacía más y más inasible hasta que en una tarde de ocaso indefinible ví que ella se ocultaba en un invernadero. al volver con la flor rara y maravillosa en la senda en que nacen dulces trigos garzules se prendó de la flor otra flor caprichosa de ojos de cielo claro. emblanqueció la rosa con sólo la mirada de esos ojos azules.
Yo no tengo la culpa. Ya ves que es inmutable. si ojos de mujer cambian hasta a las flores, bien puedes comprender como soy incansable y viajo hacia el Estio de un jardin adorable por alcanzar la dulce gracia de tus amores!
Sin la rosa y la perla me hería el desconsuelo.
Pero restaba aún el fin de la quimera y a que no fuera grande la sed de mi desvelo, díme a apresar. entonces, con la pasión del cielo, en el pomo minúsculo, toda la primavera. ya ves lo imposible que yo iba consiguiendo: En el huerto floreaban diez mil enredaderas y en el pomo minúsculo que ha de apresar sediento sólo las veinte lágrimas que lloras sonriendo pude que se encerraran todas las primaveras. Cómo hice. Cercenando las flores a millares exprimi de cada una su olor más delicado, y como un alquimista de viejos avatares los veinte mil jardines de esos extraños lares en veinte gotas claras, todo su olor me han dado. Nadie tuvo fragancia más intensa y más viva en un pomo en que caben tus lágrimas apenas, yo sé. porque unn gota se derramó furtiva y dejó tal perfume, que ese perfume iba fundiéndose en el alma de un millón de azucenas.
Pero he aquí que vuelve el cuento que has ofdo, mientras tus ojos negros miran a los ocasos: el perfume de ayer también ya se ha esparcido, fatal sus labios me ha ofrecido y a cambio de ese pomo se abandonó en mis brazos.
Yo no pude. Tenía pupilas luminosas y tez y frente y manos eran como de armiño. Ya volveré a arrancar perfume de esas rosas!. Pero esa tarde tuve sus manos cariciosas y todo aquel perfume fué para su corpiño!
Ya ves. Ni flor, ni perla, ni perfume siquiera joh Lucila del Carmen, frágil como un amor!
Sólo en sueños se apresa toda la primavera, y así como en los cuentos, hice alma de quimera por ver que se sonrían tus dos labios de flor, que tus labios. Oye y en secreto, al oldo, me besaran. Mañana fugará la ilusión y en el jardín, el sueño de ayer se habrá dormido.
Bésame hoy que hay aromas. hace como un ruido el dulce amor que juega con nuestro corazón. AUGUSTO ARIAS.
En Qulto: MCMXXIV.
II. EL CUENTO DE LA PRIMAVERA, DE LA PERLA DE ORMUZ DE LA ROSA NEGRA pues la ahora, a tu retrato, como un juglar. a modo del que pone sonrisas en todo lo que cuenta y al cabo de dos lunas ya lo ha olvidado todo, voy a contarte un sueño. como un juglar, a modo de las Mil y una Noches o de la Cenicienta.
Tu eras de un cuento de hadas o la Princesa Eulalia; el Abate, el Vizconde, eran mis dos rivalə.
Hilabas en la rueca que ayer fuera de Onfalia, tenías la frescura de la sin par Natalia y en la arena que hollabas, floreaban los rosales.
Como en todos los cuentos la Amada es caprichosa ofreciste tu amor al que más lejos fuera, para traer de Ormuz la perla más preciosa, la flor más imposible que era una negra rosa y en un pomo minusculo, toda la Primavera.
Para llegar a Ormuz, cruce diez mil caminos y en una larga andanza di al fin con la Princesa que tenía la perla de todos los destinos.
Pero brillaban tanto sus dos ojos divinos que me quedé en los dulces ojos de la Princesa.
Había andado tierras y saboreado climas por la perla de Ormuz, interrogando a sabios. aunque ella quiso darme a cambio de unas rimas, pues se quedó la perla. y hoy vuelvo de esos climas trayendo el alma triste y fragantes los labios. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica