SocialismWorkers Movement

Repertorio Americano 87 DE LA NUEVA EUROPA Fe, Esperanza, Amor (De La Libertad, Madrid. he cambiado y en realidad, prosigo el mismo camino. Continúo mi obra de educación, mi obra de elevación de las conciencias. Es el mismo camino que cruza ahora otras tierras. Adelante, pues, mi buen amigo. En el fondo del movimiento social avanzado percibía Hébert algo de aquel idealismo que pedia en sus nostalgias de Asís.
La Casa del Pueblo y la Universidad Nueva le ofrecieron un camino fecundo para su noble actividad. En cambio, Hébert enriqueció con un matiz de espiritualidad delicada las campanas del socialismo belga. No fué por entonces, precisamente, cuando Vandervelde dijo. Son los problemas económicos los que nos ocupan; pero son los problemas morales los que nos preocupan?
ACE ya bastantes anos conocien Paris a Marcel Hébert.
gran al estudio de los problemas religiosos. Bastaría uno de sus libros: La evolución de la fe católica, para asegurarle una reputación merecida. Pero en aquel tiempo el abate Hébert, dedicado por entero a su misión sacerdotal y a su vocación educadora, apenas había escrito más que algunas páginas intimas sobre sus recuerdos de Asís.
En Asis, la tierra humilde, perfumada por las más puras flores del sentimiento cristiano que haya conocido el mundo después de la divina siembra de Galilea, fué donde Marcel Hébert, orando en la primitiva capilla franciscana, llegó a tener conciencia plena de la interna crisis de su propia alma. Dónde estaba en nuestros tiempos aquel espíritu cristiano, espíritu de heroico desinterés y amor fraternal, el espíritu de los Evangelios y de las Florecillas de San Francisco? No lo descubría Hébert a su alrededor entre las clases y los grupos sociales que pretendían ampararse en la tradición del cristianismo. Gentes conservadoras, sin anhelo interior, duenas de la riqueza, aficionadas al Poder, amigas de los fuertes y no de los débiles. No, no estaba allí el bendito idealismo de las Bienaventuranzas o del Himno ingenuo y sublime del hermano San Francisco en su éxtasis de amor universal. Dónde entonces. Es que se había extinguido el hálito divino en la Humanidad. Quién haria resonar de nuevo en los corazones las notas olvidadas del ideal. Tal vez un humilde como el «pobrecillo» de Asís. Acaso un obrero de nuestras fábricas. haciéndose inquietamente estas preguntas, Marcel Hébert, prosternado en aquel rincón franciscano, repetía las palabras con que la liturgia pide a Dios que nos envie su soplo creador para que se renueve esta dura, envejecida tierra. Et renovabis faciem terrae. Vienen hoy a mi memoria estos recuerdos al observar la presente situación de Europa. La gran divisoria de las corrientes está ahora en la nueva política internacional, con sus proyectos de paz permanente, de arbitraje de justicia entre los Estados.
Las corrientes que van hacia la derecha, todos los partidos conservadores o reaccionarios, sostienen que tales propósitos no pasan de ser bellos ideales; pero ideales irrealizables. No tienen Fe. Añaden que, como el hombre es un lobo para el hombre, los pueblos serán siempre egoístas, ambiciosos, rapaces, y jamás existirá una verdadera Sociedad de Naciones, porque éstas, en sus conflictos vitales, apelarán eternamente a la suprema razón de la fuerza. Carecen de Esperanza. Por esto, más o menos abiertamente, se aferran las derechas a la vieja politica de la diplomacia secreta y las alianzas parciales que acaba de dejar, con la última guerra, diez millones de cadáveres sobre la tierra desolada de nues.
tro continente, No sienten el Amor.
Las corrientes que derivan hacia la izquierda, los partidos avanzados, son los que de veras, sincera y resueltamente quieren la nueva politica internacional, la política idealista de la paz y de la justicia en el mundo. Son ellos los que confian en la Verdad y en el Bien, en las fuerzas morales, en el porvenir. Hoy son virtudes suyas la Fe, la Esperanza y el Amor. por ellas vencerán!
Marcel Hébert ha muerto ya. Quienes lean sus libros formarán de él un elevado concepto. Pero aun así no podrán conocer lo mejor de su personalidad, porque, como ocurre frecuentemente en los hombres de mucha vida interior, su alma era todavía superior a su obra. Ojala que la evolución de Europa venga pronto a satisfacer los anhelos de todos esos espíritus generosos, fieles a las voces más puras de la razón y del corazón; de los verdaderos creyentes, los de ayer y los de hoy: de cuantos a través de los siglos, esforzándose en mejorar al hombre, reformar la sociedad y esta.
blecer la concordia entre las naciones, se hicieron dignos del divino lema. Fides, Spes, Amor. Poco tiempo después of hablar por primera vez a Vandervelde, el lider socialista de Bélgica. En su estilo sobrio, limpio, fuerte, pronunciaba un discurso de propaganda en una tribuna pública. Al terminar glosó en un párrafo las tres grandes virtudes teologales invocadas de los siglos: la Fe, esa invencible confianza en la Verdad y en el Bien, que nos sostiene en las luchas de la vida; la Esperanza en un porvenir más justo y más bello, visión consoladora de las almas, y la Caridad, o sea el Amor que amor es lo que significa, etimológicamente, la voz «caridad. fraternal solidaridad entre todos los hombres. Las derechas sociales venía a decir Vandervelde Uevan en los labios esas virtudes; pero ya no las sienten en su corazón. Hoy somos nosotros, hombres de izquierda, los que, con una nueva idealidad, de veras creemos, y esperamos, y amamos. Hoy esas virtudes están en nuestro campo. por ellas venceremos. LUIS DE ZULUETA Pasaron algunos meses. Volví a encontrar a Marcel Hébert en Bruselas. Lo hallé esta vez relacionado con Vandervelde, muy próximo al socialismo, y aun quizás ya afiliado a él y colaborando cordialmente a la parte ideológica y espiritual del movimiento obrero. Felices aquéllos me confesaba que han podido tener unidad en su vida. Yo estoy recomenzando ahora la mia, alrededor de los cincuenta años. Pero, después de todo, no LA COLOMBIANA Şastrería Francisco Gómez La mejor en su clase. Ultimos estilos Trabajos modernos Calle del Tranvía. Frente a la tienda Kepfer. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica