45 REPERTORIO AMERICANO El anillo de Polícrates Polícrates, hijo de Eases, en aquella isla (1) se habia levantado. Al principio de su tiranía, dividido en tres partes el Estado, repartió una a cada uno de sus dos hermanos; pero poco después reasumió el mando de la isla entera, dando muerte a Pantagnoto, uno de ellos, y desterrando al otro, Silosonte, el más joven de los tres. Dueño ya único y absoluto del Estado, concluyó un tratado público de amistad y confederación con Amasis, rey de Egipto, a quien hizo presentes y de quien así mismo los recibió. En muy poco tiempo subieron los asuntos de Polícrates a tal punto de fortuna y celebridad, que así en Jonia como en lo restante de Grecia, se oía sólo en boca de todos el nombre de Polícrates, observando que no emprendía expedición alguna en que no le acompañase la misma felicidad. Tenía, en efecto, una armada naval de 100 penteconteros, y un cuerpo de mil alabarderos a su servicio; atropellábalo todo sin respetar a hombre nacido; siendo su máxima favorita que sus amigos le agradecerían más lo restituido que lo nunca robado. Apoderóse a viva fuerza de muchas de las islas vecinas, y de no pocas plazas del continente. En una de sus expediciones, ganada una victoria naval a los Lesbios, los cuales habían salido con todas sus tropas a la defensa de los de Mileto, los hizo prisioneros, y cargados de cadenas les obligó a abrir en Samos el foso que ciñe los muros de la plaza.
Entre tanto, Amasis no miraba con indiferencia la gran prosperidad de Polícrates su amigo, antes se informaba con gran curiosidad del estado de sus negocios; y cuando vió que iba subiendo de punto la fortuna de su amigo, escribió en un papel esta carta y se la envió en estos términos. Amasis a Polícrates. Por más que suelan ser de gran consuelo para cl hombre las felices nuevas que oye de los asuntos de un huésped y amigo suyo, con todo, no me satisface lo mucho que os lisonjea y halaga la fortuna, por cuanto sé bien que los dioses tienen su poco de celos o de envidia. En verdad prefiriera yo para mí.
no menos que para las personas que de veras estimo, salir a veces con mis intentos, ya veces que me saliesen frustrados, pasando así la vida en una alternativa de ventura y desventura, que verlo todo llegar prósperamente. Digoté esto, porque te aseguro que de nadie hasta ahora oí decir que después de haber sido siempre y en todo feliz, a la postre no viniera al suelo estrepitosamente con toda su dicha primera. Sí, amigo, créeme ahora, y toina de mí el remedio que voy a darte contra los engañosos halagos de la fortuna. Ponte sólo a pensar cuál es la cosa que más estima te merece, y por cuya pérdida más te dolieras en tu corazón: una vez hallada, apártala lejos de ti, de modo que nunca jamás vuelva a aparecer entre los hombres. Aún más te diré: que si practicada una vez esta diligencia no dejara de perseguirte con viento siempre en popa la buena suerte, no dejes de valerte a menudo de este remedio que aquí te recetor.
Leyó Polícrates la carta, y se hizo cargo de la prudencia del aviso que le daba Amasis; y poniéndose luego a discurrir consigo mismo cuál de sus alhajas sintiera más perder, halló que sería sin duda un sello que solía siempre llevar, engastado en oro y grabado en una esmeralda, pieza trabajada por Teodoro el Samio, hijo de Telecles. Al punto mismo, resuelto ya a desprenderse de su sello querido, escoge un medio para perderlo adrede. y mandando equipar uno de sus penteconteros, se embarca en él, dando orden de engolfarse en alta mar, y lejos ya de la isla, quítase el sello de su mano a vista de toda la tripulación, y arrojándolo al agua, manda a dar la vuelta hacia el puerto, volviendo a casa triste y melancólico sin su querido anillo.
Pero el quinto o sexto día de su pérdida voluntaria le suculió una rara aventura. Habiendo cogido uno de los pescadores de Samos um pescadlo tan grande y exquisito que le parecía digno de presentarse a Polícrates, va con él a las puertas de palacio, diciendo querer entrar a ver y hablar a Polícrates su señor. Salido el recado de que entrase, entra alegre el pescador, y al presentar su regalo. Señor, le dice, quiso la buena suerte que cogiera ese pescado que ahí veis, y mirándolo desde luego por um plato digno de vuestra mesa, aunque vivo de este oficio y trabajo de mis manos, yo quise sacar a la plaza este pez tan regalado; tened, pues, a bien recibir de mi este regalo. Contento Polícrates con la bella y simple oferta del buen pescador; le respondió así. Has hecho inuy bien, amigo: dos placeres me haces en uno. hablándome como me hablas, y regalándome como me regalas con ese pescado tan raro y precioso: quiero que seas hoy mi convidado. Piensese cuán ufano se volvería el pescador con la merced y honra que se cía. Entre tanto. los criados de Polícrates al aderezar y partir el pescado, hallan en su vientre el mismo sello de su amo poco antes perdido. No bien lo ven y reconocen, cuando muy.
alegres por el hallazgo, van con él y lo presentan a Polícrates, diciéndole dónde y cómo lo habían hallado. Polícrates pareció aquella aventura más divina que casual. y después de haber notado circunstanciadamente en una carta cuanto liabía practicado en el asunto y cuanto casualmente le había acontecido, la envió a Egipto.
Leyó Amasis la carta que acaba de llegarle de parte de Polícrates, y por su contenido conoció luego y vió estar totalmente negado a un hombre librar a otro del hado fatal que amenaza su cabeza, acabándose entonces de persuadir que Polícrates, en todo tan afortunado que ni aun lo que abandonaba perdía, vendría por fín al suelo consigo y con toda su dicha. Por efecto de la carta hizo Amasis entender a Polícrates, por medio de un embajador enviado a Samos, que anulando los tratados renunciaba a la amistad y hospedaje público que con el tenía ajustado; en lo cual no era otra su mira sino la de conjurarde antemano la pesadumbre que sin duda sintiera mucho mayor en su corazón si viniera a descargar contra Polícrates el último y fatal golpe que la fortuna le tenía guardado, siendo todavía su huésped y público amigo.
HERODOTO (Los nueve Librox de la Historia. 1) La isla de Samos, una de las más célebres de Grecia.
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