102 REPERTÓRIO AMERICANO La gesta de la campana Solo el espíritu de Bolivar es capaz de hacer la unidad de la América Hispana, auxiliado del vinculo espiritual que nos legó España en la lengua de Cervantes. la Escuela REPUBLICA ARGENTINA don JOAQUÍN GARCIA MONDE, maestro de hispanoamericanismo.
Cordialmente Llegaron los hidalgos, rivales en nobleza; allí la barba luenga, la aguileña cabeza, la espada bien ceñida, la lanza y el broquel; temblando en los citambergos la pluma retadora, la trintrinante espuela que oyó la gente mora, acompasando el ritmo, marcial que marca el pie; dorándose en los pechos las condecoraciones que ilustran de los nobles las heroicas acciones: éste rindió un imperio; aquél, llegó hasta el sol, y este Manco le dicta leyes al español!
De las viejas leyendas desempolvo esta historia por la que pasa un soplo de heroísmo y de gloria; un soplo de las gestas hispanas, de poesia que en el romance antiguo sonora florecia y que hoy, al revestirse como chorro de fuente, canta en la nueva gesta, la fuerza permanente que subyace en el alma de la raza latina y hace que siempre pronta responda a la divina sugestión de una espada, si Tizona se llama, y en amor de Justicia y Libertad se inflama!
Fuerza que al viento heroico, tal como viva hoguera, enciende sus destinos, y es una selva entera de llamas. Oh, los bravos soldados que subían por los Andes adustos en los épicos días!
Salúdanse corteses; es flor la cortesía en las hidalgas gentes; se dan los buenos días, y acariciando el puño de sus fieles espadas, o replegando el ala de sus capas aladas, mudos miran la hoguera que el Forjador agita, y un infierno de chispas sobre ellos precipita, que en círculos ardientes, cual de piedras preciosas, y en redes los envuelven de luces misteriosas!
Comienza la leyenda con voz de romancero, y en mí sea el milagro del antiguo trovero o el milagro moderno. salve Rubén Darlo. que cantara el prodigio de caridad del Mío Cid Campeador, y el salmo potente de la Raza, que habla la misma lengua, vive en la misma casa, y que bajo el amparo de la Gran Cruz de Estrellas, sobre los nuevos siglos, se alza potente y bella!
El Fundidor les dice: El metal ya está presto, haced que vuestros dones no le sean funestos; la dulce alma sonora de la inmensa cam ina, llenará con sus voces la aurora de un mañana que gestáis en esta hora: fundid en sus metales vuestros propios metales. hidalgos, para que seais iguales, cada uno dará al alma de la campana el son que vibre en su destino y esté en su corazón, lanzando al bronce hirviente la prenda más amada, su vellocino de oro, o la hoja de su espada. Se miran los hidalgos. Cuál ha de ser primero. Mio Cid Campeador avanza con su acero; besa la fiel espada, que se nombró Tizona, y en el metal hirviente, tranquilo la abandona!
Era empresa de hidalgos y como tal, empresa en que justó el orgullo, la gloria y la nobleza: da qué decir que ilustran la progenie latina. todos son españoles eso ya se adivina.
Para encarnar el alma de la Ciudad Cristiana, se fundían los metales de una enorme campana, en cuya voz potente la Raza cantaría, con repiques de gloria, sus himnos de alegría: campana que tuviera en su metal sonoro, acero de las picas y de las joyas de oro.
Que al esparcir sus voces, previniendo la aurora, fueran sus notas una bandada de sonoras alondras de cristal, que en el umbral del día trajeran de los cielos su celeste armonía!
El Cid habló: Oldme lo que el Cid va a decir a los nobles reunidos que escuchaban al Cid. En el nombre del Padre, que es todopoderoso, doy esta hija, Tizona, al metal hervoroso; contra Reyes y Papas siempre se alzó fulgente, defendió el solar propio de la morisca gente: porque en mi diestra libre, siempre anduviera honrada las huestes me llamaron «el que bien ciñió espada. iQue su metal fundido y hecho metal sonoro, le recuerde al hispano la conquista del moro; y como es preferible morir en nuestra casa, que soportar el yugo de una extranjera raza. Que su metal sonoro le recuerde a los Reyes, que sobre sus cabezas la justicia dá leyes; y que el vasallo puede volverle a su señor una ciudad perdida y con ella el honor. Se fundían los metales al calor de las llamas que circuían los crisoles en luminosas gamas; y aquel hervor inmenso que los siglos llenaba, ponía espanto en los ojos del que lo contemplaba, iin Hércules desnudo. quizá el Tiempo, el Destinoque atizaba la hoguera, donde ardian los pinos, las caobas y los cedros enteros, cuyo calor potente convertía los metales en rojo mar hirviente. Los siglos lo miraban estupefactos, mudos; y el Fundidor herculeo disponía, fiero y rudo, la sagrada tarea; cada vez fué la hoguera elevando sus llamas más y más; se dijera que el mundo entero ardía o que salía la aurora.
Pero sólo aquel fuego purificante y puro, purgaría los metales de lo bajo y lo oscuro, y daría a la campana su inmensa alma sonora. Bien has hablado ¡oh noble Mio Cid el Campeador!
dijo tal otro hidalgo, que en su férrea armadura encerraba su talla de extremada magrura. avanzando resuelto echó en la fundición un yelmo ya oxidado y el fierro de un lanzón.
Este era don Quijote: Bien oiréis lo que habló, mientras Mío Cid mezaba su luenga barba en flor. Tenga de mi estas prendas la campana sonora. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica