Democracy

Repertorio Americano 149 Los estudiantes Si asi ocurriese, esperemos la sonrisa del triunfo en los labios. El jardín de las Hespérides nos dará nuevos frutos de oro. BLANCO FOMBONA (La Voz, Madrid. El instrumento rebelde (De La Nación, Buenos Aires. vivient complacientemente con unas regiones, ni tan fuerza sesenta años mal contados la Europa continental ha res Tºs os estudiantes madrileños con la única excepción de la extrema derecha confesional celebraron ayer en el teatro de la Comedia un festival en honor de los estudiantes que América envía a la Universidad y escuelas técnicas de Madrid.
Esta manifestación de los escolares madrileños a los escolares de más allá del mar no es sino un símbolo. Ellos representan y en ellos se saluda al espíritu libre de América.
Hoy se explica todo el mundo perfectamente la actitud de los americanos en 1810. Entre ser siervos del poder absoluto de Fernando VII o ciudadanos libres de repúblicas democráticas, prefirieron ser libres.
Su separación afectó a España en cuanto Estado, no a la raza, ni a la cultura, ni al prestigio de España como pueblo civilizador.
Los americanos rompieron con el trono, se separaron de la potestad española, deshicieron el imperio fundado en la conquista; pero no renunciaron a la obra cultural de España. Los libertadores supieron erigir el edificio de las nuevas sociedades sobre la heredada y secular cultura de España. Combatían por la independencia humanistas como Bello, economistas como Moreno, botánicos como Caldas, poetas como Olmedo, tribunos como Zea, diplomáticos como Gual, soldados como Sucre y como San Martín, un hombre de genio como Bolívar. Algunos de ellos hablaban y escribían una lengua que hubieran envidiado los maestros del siglo de oro.
Gracias principalmente al genio de Simón Bolivar nunca se dirá bastante la América no fué india ni fué inglesa, sino siguió siendo española, aunque independiente.
Eso era y es lo esencial.
La obra de la raza española no desaparece con la emancipación de América. España, como una célula vital, se ha desdoblado en dos núcleos diferentes. cada una de estas dos Españas le ha tocado en nuestros días un papel distinto.
La España europea, con el fardo a cuestas de una gloriosa y luenga tradición, anda despacio el camino. Va cuidando el tesoro que lleva consigo. La acompañan la experiencia, la Historia, hasta las preocupaciones del pasado.
América va escotera, sonreída, descuidada, sin más anhelo que conquistar el porvenir. El tesoro que custodia no es la tradición, sino la libertad. Ninguna institución añeja entraba su marcha. Las horas más felices de su historia están en lo futuro. a toda prisa, sin volver los ojos atrás, se va América preparando el futuro con que sueña.
Quiere decir que la gente española cumple una doble misión en el mundo: la de velar por una cultura secular en Europa y la de ir creando nuevos tipos de cultura en América, Ahora. cuál es el deber de los hombres modernos de lengua española, ya nazcan en Europa, ya en el Nuevo Mundo?
El deber primordial, el deber de los deberes, es armonizar nuestra doble colaboración en la obra común de los hombres todos. La conciencia nos induce a estrechar las dos ramas de nuestra familia de pueblos. Debemos olvidar estúpidos y suicidas rencores, perdonarnos nuestras inferioridades, encomiar reciprocamente nuestras virtudes, unirmos en el esfuerzo, complementarnos en la Historia.
Ningún ideal mayor para los pueblos, a una y otra orilla del mar, que hablen la lengua de Castilla.
Tengamos confianza en el mañana, si sabemos adelantarnos hacia él, listos para recibirlo, teniendo en nuestro cerebro, como norma, el espíritu crítico; en nuestro universo político, como costumbre, la libertad, y en nuestras relaciones exteriores, como principio, la independencia.
y no sin continuas protestas en otras, bajo el dominio incondicional del soldado. En Francia, antes de 1870, solían ocurrir, de 15 en 15 años, levantamientos populares del género sudamericano de la misma época, a cuyo impulso se derrumbaban nuevos imperios o dinastías de pretensiones milenarias.
En Prusia, Bismarck había creado el más formidable de los ejércitos europeos de la época, diciendo sin empacho que necesitaba de esa institución para defenderse en lo futuro contra la democracia. mediados del siglo pasado la democracia era la res sacrificada para hacer propicia la voluntad de los dioses nacionales.
El vencimiento de Francia por Alemania coronó los desig.
nios militaristas de Bismarck; de alll en adelante las naciones europeas se convirtieron en otros tantos cuarteles y los macircundantes en el sustento de flotas mortiferas. Para contrarrestar el militarismo prusiano, Francia se hizo militarista y de las dos naciones irradiaron el sistema y los sentimientos bélicos en todas direcciones. Armarse hasta los dientes era no sólo necesario; los profesores de ética lo hacían aparecer como esencialmente justo y moral, en graves tratados, cuyas frases parecían acorazadas con la sabiduría de los siglos; otros filósofos, menos preocupados del aspecto moral de la vida política, se empeñaban en encarecer la beIleza del ejército, la majestad del pueblo armado, deshaciéndose en ternuras para con el uniforme y la vida cuartelaria.
Hasta los dientes se armaron las llamadas grandes potencias, corriendo a sabiendas el peligro de arruinarse y de comprometer para en muchas generaciones la felicidad de sus nacionales. Las potencias de segundo y tercer órdenes enfermaron del sarpullido militarista y empezaron a armarse: no para defenderse, porque de nada le servían, a Dinamarca, verbi gratia, unas miriadas de soldados, enfrente del peligro alemán que amenazaba por el Sur en formas incontrastables. La misma Suiza se armada, y con ejercicios singulares de tiro al blanco en que participaban todos los ciudadanos, se forjaba la ilusión de estar preparando una defensa contra Alemania, Austria e Italia, que estaban aliadas para agredir y defenderse, y contra Francia, que cerraba el cerco alrededor de la débil República, probable palestra de apetitos insaciables y de odios tan viejos como el hombre de Neanderthal.
El soldado, los uniformes, las bandas militares, el caballo, las plumas, el casco reluciente, crearon un estado de espiritu del cual ha resultado el predominio de los ejércitos en la suerte de Europa y la subordinación de los gabinetes a las decisiones de los Estados Mayores. Así lo exigían antes de 1914 las necesidades de la defensa nacional en presencia de enemigos francos, seculares, irreconciliables, o así, por lo menos, se les había hecho creer a los pueblos en una labor de propaganda que empezaba en la escuela, se extendía a la prensa y prodigaba sus enseñanzas en la tribuna y en el teatro. Se había creado en los pueblos un estado de espíritu propicio a los contagios del terror y del odio. En más de un Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica