106 Repertorio Americano que hablar.
extendido un mantel, y dos de mis hijos miran como Los retiros gatos chiquitos unos platos humeantes. No le hacen falta a usted esta vida y esa quieDel tomo Cuentos y enredos, por Joaquín tud. le pregunto a doña Nemesia.
Quijano Mantilla. Bogotá, 1922. Sí, señor, pero todo tiene su fin. Ya la muerte me está llamando, y tengo que arreglar mi conciencia.
Decían los romanos que la mayor parte de los hom La anciana se sienta en el suelo y me dice: alcanzaban a ver los árboles grandes, ni a comer de Ya ve usted, he vivido casi toda mi vida aqui, sus frutos; y que venían a morir lidiando con albapero ahora ya me llama la muerte y no hay más ñiles y jardineros, sin gozar de comodidades ni de. cómo lo sabe usted?
sombra.
Para mí, el retiro ha sido mi mayor preocupación, agosto. Hacía un viento que parecía que el rancho Porque la he oído. La primera noche, fué en y si no lo tengo como lo deseara, al menos he llegado a sentirme satisfecho de poseer un lugar apar. niña, en lo más alto de la roca, y pregunté quién era.
se iba a caer. Senti luego unos gritos como de una tado del bullicio, para soñar en compañía de los Soy la Huerfanita, que le viene a decir que ya seres que constituyen mi vida, hasta donde lo permita la realidad. He conocido hombres apoltronados pronto le toca su viaje.
y llenos de dinero, que mueren en el bullicio de los dijo con mucha dulzura: Luego, otra noche, vino hasta la puerta y me mercados, porque no supieron elegir a tiempo su Mire, doña Nemesia, que arregle sus cosas y retiro.
esté lista para irse conmigo. como en esto suele haber capricho de colec ¿Y usted la vio?
cionista, yo he adquirido recientemente dos, dema No, señor, apenas oía su voz: pero no sentí miedo.
siado modestos y raros. Por qué?
El uno es en el cementerio de Cipacón; y al mi He vivido mucho, y ya es justo dejar la vida.
rarlo con los ojos pletóricos de vida, he experimen Para mí lo triste sería morirme sin los santos óleos tado indecible placidez al ver el lugar donde he de y quedarme por ahí como un perro.
convertirme en un puñado de tierra.
Los ojos pequeñitos y vivos de doña Nemesia El otro es en el páramo del Carrizal, a inmediasonríen con la placidez de un niño. Es un viaje, para ciones de Cajicá.
ella, como cualquiera otro; como si dijésemos, a la ¿Qué sortilegio guarda en su silencio el páramo?
misa del pueblo; como si fuese por leña al montecito El aire tiene la suave sonoridad de las cornetas a inmediato. para eso vende su heredad, y sólo tiene la sordina; el pecho se siente desligado de las emocomo única ambición limpiar de culpas su conciencia.
ciones violentas, y la mente, que no acierta a idear Cuando los niños se levantan para ir a coger nada nuevo, hila, al arrimo del fuego, leyendas fan flores de achicoria y de totes, me dice, como quetásticas y tragedias a lo Hamlet. Mientras la mujer riendo. hacerme depositario de sus recuerdos: que me ha vendido los cerros pelados que forman Yo vivi aquí muchos años felices. Luego duré mi nuevo dominio, guisa unas menudencias, y el humo casada diez y seis años. Mi marido era el hombre que se levanta a los cielos semeja un manto de la más bueno; pero me celaba hasta con su propia somPura y Limpia Concepción, yo leo a Horacio con bra. Durante doce años no me dejó sallr a ninguna verdadera sofrosine.
parte. Yo lo quería muchísimo, y me dolía en el alma. Qué finca es la mia. dice en su epístola que no me creyera buena. Al fin se enfermó de graa Quinto.
vedad, y no me dejaba retirar un momento de su. Figúrate unas montañas que se tocarían al no cama. El señor Cura le aconsejaba que no fuera asi; estar separadas por un vallejuelo, lleno de frescura, pero ese era su modo de ser, y no había más reque ilumina a derecha el sol levante, y lo colora medio. ratos me trataba con dureza, y me inculdespués a izquierda con rayos moribundos.
caba cosas que yo no había imaginado que siquiera «He aquí el dulce refugio que preserva a tu existieran. Cuando ya estaba agonizante, me cogia amigo. las manos con desesperación y me decía: Aqui Horacio hubiera encontrado más amplio cam. Si yo pudiera llevarte conmigo.
po para su imaginación privilegiada.
Aquella noche murió. Al ver ese hombre tan bueno, Al ver la calma de todo, se comprende la admi pero que se había martirizado y me había martirizado ración piadosa de don Tomás Rueda Vargas por la a mí, cal de rodillas y le di gracias a Dios por haSabana de Bogotá, y se siente en el fondo del cora berme dejado descansar!
zón su indefinible poesia.
Más tarde fui al pueblo a confesarme durante La altura no deja percibir ni mugidos de ganados, una semana santa. Como hacía tantos años que no ni cantos de pájaros; solamente recoge de cuando veía más que a mis vecinas, la gente me causaba en cuando el pitar de las locomotoras, que semejan miedo. Por la tarde, al mirar la procesión, me parecia sirenas constipadas.
que las imágenes eran verdaderas personas, y al ver Cuando el almuerzo está, la buena mujer viene a Nuestro Señor atado a una columna, me puse a hacia mí, y después de menear la cabeza en señal llorar desconsoladamente, porque pensaba en las veces de improbación, me dice: en que mi esposo me amarraba a este palo a hacerme. no le hace daño leer en esos libros al rayo confesar delitos que ni siquiera habían pasado por del sol?
mi mente. Aqui no se siente el sol le respondo, mientras me preparo a seguirla hasta el cerezo donde han En la luz, del atardecer, hay algo de leyenda. El Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica