REPERTORIO AMERICANO 255 Leyenda del Cid MANUEL MACHADO, que cantó al Cid, Recordando esos dias de Madrid. ¿Amada, quieres una elegía moruna o una escena de amores a la luz de la luna?
Para darte alegria te haré una poesía perfumada de una épica harmonia Mio Cid mira el cielo claro para rogar y alabar, en el azul rueda como aro negro un cuervo.
Hace un cero de malísimo agüero.
Este era un caballero guerrero y altanero, de la barba de armiño; su rey por unos cuentos de enemigos violentos le desterro de sus dominios.
Anoche.
Aparece una estrella de plata, y otra y mil, como que encienden luces en un palacio de marfil.
Era una maravilla de luz y azul el cielo de Castilla.
Por los senderos brillaban los aceros en los caballos y los caballeros.
Las estrellas. blancas meninas arrojan serpentinas de luces, blancor de lirios al paso de nuestro Campeador. un soplo lento movían grandes aspas los molinos de viento.
Desde un pinar. verde y orosalía un ruido de alas y un cantar, Bajo esta claridad entra el Cid lentamente en la ciudad. Oh, maravilla. Oh, epopeya de Castilla!
Miran las mujeres por las finiestras floridas a estas lanzas ardidas.
Los desterrados van tristes y callados en palafrenes sudorosos.
Dios, si por los polvosos confines saliera una cabalgata moruna. Con qué alegría info Cid refrescaría su garganta en los ardores de la lid!
La barba blanca de nuestro Señor parece almendro en flor.
Los claros varones querrían gritar. Viva el Cid de Vivar. La luna se mece sobre Santa María como hostia florida. Las torres grises de las iglesias cortan el aire en largas cicatrices.
Las campanas desatan sus lenguas de bronce en locas algarabias, y sus notas corren bajo el cielo. Epifania, alegría, alegría! está de oro la mañana, y está de oro la campana, y hay golondrinas, palomas blancas y finas y abejas latitas.
Los cascos suenau hueca y largamente en el ambiente.
El Cid quiere yantar y descansar, pero cada Burgos cantaba.
Pero he aqui que llega un mensajero en corcel piafador portando cartas del Rey su Señor.
puerta está cerrada.
Bien le quisieran dar posada, pan blanco y lecho, pero el Rey don Alfonso les tomaria sus haberes, les mataría sus mujeres.
El ya ha mandado su palabra. le sacará los ojos de la cara a quien le de posada. Como por encanto se cierran puertas y ventanas.
Las bellas mujeres observan por las celosías las calles vacías.
En el gran silencio se siente el suspiro del viento. mil bocas de amor se quedan balbuccando. Dios, que buen vassallo, si oviesse buen señor. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica