REPERTORIO AMERICANO 93 que bendecía con unción cristiana desde la blanca torre la campana.
CANTARES RIMADOS LA MANERA TOSCANA Mi cuerpo, al deshacerse, hará jugosa la tierra humilde en que el cantueso luce su flor morada, rústico incensario.
Brotarán de mi pecho algunas flores y las abejas que zumbando fingen un rumor indistinto de plegarias, única voz hermana del silencio, libarán sus corolas bienolientes.
Así otra vez mi cuerpo a tus altares trocado en cera ha de volver un dia para morir de nuevo consumido por amorosa llama en tu presencia.
Fulgia religiosa la mañana.
Cielo azul, sol de oro, franciscana beatitud. Muy cerca, la fontana decía humilde su oración arcana.
Flor de azahar: un príncipe tu rostro quiere ver y sus galeras vienen por el mar.
Flor de azucena: bañada está la huerta por la luna y el alma está de tu hermosura llena.
Vuelve, al mirarte, la niñez lejana. el mundo es malo? esta vida des vana? LA MOZA DEL CANTARO Flor de jazmin: tu sueñ arrullan con su blando son los árboles floridos del jardín.
PRIMAVERA «Beba, señor: es hielo. Cantarina la voz, cual manantial refrigerante, fué remedio a mi sed de caminante más que la propia vena cristalina.
Flor de retama: quiero dejar en tu balcón un ramo; despierta, lo verás desde la cama.
Flor de amapola: la estrellita del alba está en el cielo y tú descansas en tu lecho, sola. Gracias. la piadosa campesina sigue, llevando el cántaro, adelante; lo apoya en la cadera; su arrogante cuerpo a un lado graciosamente isfina.
Yo pensaba. Rebeca. La voz mansa que en la Biblia sono. Bebe y descansa.
Trae hacia la cisterna tus camellos. Botón de oro: vas a la fuente, y rie el agua clara; vuelves a casa, y se deshace en lloro.
Flor de romero: todo el campo es olor, cuando te miro, mañanita, venir por el sendero.
Sonreía Eliezer. Los animales tendían a los líquidos cristales con golosa avidez los largos cuellos. Flor de clavel: cuando te ries, parece que el sol te hace más tersa y dorada la piel.
DE VUELTA DEL PINAR De vuelta del pinar, en la infinita languidez de un crepúsculo serrano, sentiamos el júbilo cercano de las claras campanas de la ermita.
Flor de dondiego: no sé por dónde voy ni lo que hago cada vez que te ríes cuando llego.
Tienes razón: es lo que pasa. Pero si tú le quieres más de lo que creías!
Son cosas de hombres y mujeres.
cosas de todos los días.
Luego, en su casa, lo pensaría bien, tranquilo.
Tú ya se lo dijiste.
Dijiste. la verdad: no es para tanto. temblaba en el hilo de tu voz todo el llanto que a solas más tarde vertiste.
iFué tu noche tan triste!
Contaste hora tras hora, pálida en tu desvelo, y cuando, al fin, rendida, te quedaste dormida, ya pintaba la aurora con su tenue color tierra y cielo.
Ya es tarde. Muy alto el sol brilla.
La mañana es de gloria. Todo fué una pesadilla, pero ya se acabó la historia!
Levántate. Que el agua fría deje más tersa tu piel suave.
Te estará esperando: isi ya es mediodía. aquello. Bah! no es nada grave.
Si, te espera, de fijo, devorando la Impaciencia que le consume.
Retuércete con gracia el pelo.
Vístete como más le gusta: cuerpo blanco, falda justa; y el mantón de espuma, el pañuelo, el bolso de plata, el perfume. la calle! La primavera te envuelve toda.
Cuando bajas por la escalera, ya tarareas la canción de moda. Mirale, al borde de la acera!
Ya le iluminó tu sonrisa. Qué pálido está! Ve de prisa. Pero no, ten cuidado, espera!
Viene hacia ti derecho.
Te mira como nunca te miraba. Vuelvete atrás. Qué has hecho. No te mueves. no ves el brillo de su mirar. Son dos infiernos rojos. Ay, socorro. te clava dos rayos en los ojos y en el pecho un cuchillo.
Flor de reseda: con tu hermosura estás envanecida como el pavo real que hace la rueda.
Un aroma de incienso y un gemido vacilante de armonium, al encuentro se nos venían, moribundos. Dentro ya los rezos habíanse extinguido.
Ramo de flores: para ti son amores los cantares: para ti son cantares los amores. Qué calma en todo el monte! Refulgía la estrella del pastor; el fin del día se alargaba, en el silencio solitario.
ORACION EN EL JARDIN ¡Y aquellas viejecillas que tornaban, una tras otra, al pueblo, que pasaban, negras, como las cuentas de un rosario. POR LA CALLE VIEJA Sol de invierno en dorado resplandor baña y envuelve la ciudad severa.
Dos niñas, primavera y primavera, vienen del campo mudo y sin verdor.
Cantan, y al aire dejan el temblor de un cantar que del alma se apodera y entre las manos tienen joh primera visión de abril! ramas de almendro en flor. Yo me quiero morir como se muere todos los años el jardín, y luego renacer de igual modo que renace todo los años el jardín. Se han ido los pájaros; volaron en pos de ellos las hojas, pero no tenían alas.
No me quiero morir como las hojas, ni quiero ser el árbol de perenne verdor adusto, ni el arbusto dócil cortado en seto, sino el árbol libre, desnudo atleta que en el suelo ahinca las fuertas plantas y en el aire tuerce los recios brazos: no el verdor etertio, sino la fronda renovada, el fruto cuando el año lo envíe. Aquí me tienes, Señor, desnudo como el árbol. Dame tu bautismo de lluvias y tu crisma de sol, y dame vestiduras nuevas, inmaculadas. El jardín de invierno callado está: mi corazón callado.
Habla tú; luego, vísteme de hojas.
Algo de tus palabras, al moverse, repetirán, como inspiradas lenguas.
Al breve paso del grupo gentil el corazón de la calle senil tiene otra vez, como antano, un latido.
FRA ANGELICO Vuelve, al mirarte, la niñez lejana, la quietud inocente y aldeana Es un benéfico soplo vital.
Abierto al sol, un alto ventanal con sonrisa de luz ha sonreído. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica