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86 Repertorio Americano La oligarquía poética (De El Hogar, Buenos Aires. EN otro tiempo, el continente americano no poseyo virtud más recondita y loable que su virginidad. La virgen América» fué por largas décadas un binomio inalterable, una combinación tan intima como la del Supremo Hacedor y el Pueblo Soberano. No era posible referirse siquiera a los productos aaturales del continente, sin hacer mención de su virginidad. La virgen América. en los sonetos de amor, dicha virtud continental era tema de honesta exaltación.
Un día, sin embargo, alguien protestó de esta obstinada ceguera de las gentes de lira, haciendo notar que desde muchísimos años atrás tal virginidad había sido mancillada por varias docenas de tiranuelos más o menos continentales, y que en el actual momento podía ya considerarse a América como una respetable matrona plena de virtudes, pero sensiblemente ajada por los malos tratos.
Desde ese día, la virginidad de América ha pasado a la historia. Nadie la recuerda. Ni se menciona siquiera la virginidad de sus selvas. Como la «virgen América. la «selva virgen» no excita ni siquiera a los poetas, creadores de la primera virginidad.
Hoy, los mismos poetas han hallado un binomio más comDentro de esta devoción a la patria, dichos poetas abominan de la masa, la plebe y el montón. La patria, según ellos, la encarna una casta: militar o universitaria, lo mismo da. El resto es la chusma.
Bien. Si por patria se entiende puramente un símbolo, una bandera, un principio histórico, un mapa, los poetas tienen razón. En cualquier momento dado, sólo uno de ellos con un discurso en la mano personifica a la patria.
Pero si la patria es un elemento vivo, no un dogma escolar; si existe como función humana, cumplida por infinidad de seres que trabajan en un enorme anonimato, los poetas no tienen entonces nada que hacer en ella; porque la masa, la plebe y el montón son quienes la constituyen.
Entre tanto, América puede trabajar en paz, sin alma ni pensamiento alguno que la martiricen. Cuando en el transcurso de algunos siglos sus naciones se hayan enriquecido al punto de convertirse en una amenaza hacia cualquier lado del cuadrante, América habrá entonces adquirido conciencia de sí, para mayor gloria de sus poetas.
HORACIO QUIROGA El mendigo EÑORA. Tiembla en el ambiente la voz del mendigo. Mi miento de América. o «El alma de América. o «La conciencia de América. Qué se quiere expresar con esto. Qué significado preciso tiene esta fórmula tan escueta y rotundamente afirmada?
Nosotros entendemos muy bien a qué se denomina pensamiento, pues con mayor o men»r frecuencia hemos tenido la impresión de poseer alguno. Conocemos el pensamiento de una que otra persona; aun el de algunas sociedades organizadas; conocemos todavía el pensamiento de pueblos enteros, clamado por sus más numerosos individuos; pero no tenemos idea de cuál pueda ser el pensamiento de un continente cuyas naciones, todas en formación, no conocen, no ya su pensamiento, lo que es mucho pedir, sino el grado de rapacidad por el bocado, que todavía está devorando a sus hijos para salir de su sangrienta infancia. Pensamiento de un continente exclusivamente geográfico. La conciencia de América! Si se nos hnbiera dicho. Acaso, acaso andando los años sea posible notar en las naciones americanas una aspiración común, una tendencia solidaria al imperialismo, al socialismo, a la renuncia, al enriquecimiento a toda costa. entonces, entonces hubiéramos comprendido algo, a un largo plazo de interés.
Pero en el momento actual, cuya lírica yace exclusivamente en los renglones truncos de sus poetas, el alma y la conciencia de América son curiosidades calenturientas de intelectual, pero no de hombre de sentido común.
Parafraseando en mínima escala a France, cuando dijo, moviendo la cabeza, que la guerra era una cosa demasiado seria para confiarla a los militares, podríamos decir que la conciencia de todo un continente es también una cosa demasiado seria para ponerla en manos de los poetas.
Cumple advertir aquí, que al decir poetas no nos referimos a los individuos, sino a la casta; del mismo modo que ellos, al hablar de los hombres del llano, se refieren a la masa, la plebe, el montón. véase cómo es de confusa y frágil el alma humana. La casta de los poetas por lo menos de los que llevan la voz cantante en América es aristocrática; y, exaltada de patriotismo hasta hacer llorar.
hace exclamaciones usuales, con voz lenta y se aleja en el camino.
Oh mendigo, así, miserable y mutilado ya por la vida, siendo un despojo humano, eres feliz. Vas con tu fardo, que poco a poco, cada día, van llenando manos piadosas. Duermes donde te cierra la noche; en ocasiones, al único amparo de una puerta; a veces, en algún camón destartalado y frío como si fueras un bohemio de la miseria. pero apenas dormido, debes de tener sueños albos como alas de ángeles; debes de soñar con rosas hechas de nubes.
Nada te inquieta; esperas a la muerte, como a una hermana que vive en país lejano y que algún día vendrá por ti.
No te hinca sus garras la ambición del oro, pues sabes que jamás será tuyo y como tienes pan y tienes fe. para qué desearlo? No padeces de los males que carcomen el alma de los hombres. Eres sano de espiritu: llevas el elixir con el cual no podrá envenenarte ninguna serpiente de las muchas que cruzan por el gran camino.
Eres más feliz que yo: sin ansias, sin luchas, sin que te inquiete un libro o te fascine una estrella; sin que te hiera el aguijón de un ideal, o te amargue los labios el veneno de un beso. Yo, con regocijo cambiaría mi arca de flores mustias, de ensueños azules, de ensueños brumosos como mujeres ingrávidas. Todo eso os lo daria. por vuestro fardo lleno de frutas jugosas y frescas, que serían buenas a mis labiossiempre sedientos y siempre con sabor de amargura!
CLARA DIANA San José, Costa Rica. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica