312 Repertorio Americano Girasol y colibri Capitán del Amor quiso ser este gran Yo te ví, colibrí, escapar de un bullente crisol (joh Zafiro, topacio y rubi. y clavar de tu pico el fistol, con tremante y sensual frenesi, en el centro de un gran girasol.
precursor que hizo ayer lo que hoy sólo repite Don Juan. yo al verte tremante y sensual sobre el disco de un sol de oropel que fingia esa flor, crei que el era un ancho copón de cristal, sobre el cual jun chispazo de luz tropical embriagábase en iriş y en miel.
El también escaló la muralla de un Templo, en que no penetraba varón más que el Rey.
y jay! de aquel que violara la Ley. Quién respeta la Ley? digo yo. Tal vez dijose el principe asi. Quién respeta la Ley? Nadie. la muralla del Templo saltó. Las vestales del culto solar que miraron al príncipe entrar, se escaparon corriendo en tropel y quedando desierto el altar y caídos los trípodes, el fuego sacro empezóse a apagar.
Tu temblor infundióme un febril no sé qué. el afán a la vez que el temor con que, así, el girasol siempre ve de la hoguera solar el fulgor, pensar me hizo en un acto de fe.
Yo no sé si el Amor a mi lira le de el secreto de pájaro y flor. Cuándo, y cómo. Habla, Amor. Dónde fue. Sola, en medio de la amplia extensión que lucía la nave central. una linda vestal siguió siempre en sus danzas, al són de una lira de fino cristal, como en una elevada abstracción, como en una embriaguez musical. Dónde fué? Fué en el viejo Perú, cuando en el no sonaba existir (Tihuanaccu: lo sabes bien tú. el fantástico Imperio de Ofir. Los Atlantes poblaban quizás por entonces esa áurea región?
Tales cosas parecen que son todavía de tiempos de atrás. Era un Rey. la canción dice así; y esta sí que es mi Ley. que nadie saber quiera más. Era un Rey. Danzarina de líricos pies, siguió siempre en su baile, aunque al fin reparó ya en el principe y sin gran temor preguntóse. Quién es. pero dándose cuenta después, escapóse corriendo al jardín. Él corriendo al jardín fue detrás: la alcanzó, la beso, la rindió.
Con sus ojos pedia ella más; y sus labios decían que no.
Montó en cólera el Sol;. y ¡Está bien!
gritó. El grito fué un trueno. El capuz de las nubes rasgose; porque en él cayó un puñetazo de luz. que tenia un solo hijo, un gentil mozalbete, un primor, un esbelto jarrón de marfil en que el rostro ponía una flor; pero el tal principe era un cruel cazador, que asi hería a una garza real como echaba el lebrel corredor a hacer buscas entre un matorral: sabía el perseguir por igual a las piezas de caza mayor. Yo no sé si se ve bien o mal que se trata de asuntos de amor. Hizo el Sol de aquel principe audaz colibri enamorado como él, que no deja a las flores en paz, porque a todas les chupa la miel.
La vestal fué una flor del jardin, condenada al litúrgico rol de girar en un baile sin fin, vuelta siempre la cara hacia el Sol. El placer era el único afán con que el principe hacía caer, cual si fuese un feroz Capitán, conquistadas mujer tras mujer.
Emprendiendo conquistas sin plan, Esta historia es del viejo Perú, cuando en el no sonaba existir (Tihuanaccu: lo sabes bien tú. el fantástico Imperio de Ofir.
José Santos CHOCANO Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica