210 Repertorio Americano las victoriosas lanzas, agrupaba en pródigos collares gota a gota entre el medroso silencio de las vigilias sus bayas verdinegras, como bélicos frutos de muerte! trágicas. Quién hubiese podido contemplar aquí a aquel Cuéntase que al amanecer probabas apaciguar tu Homero Aquiles que un día se soñó su propia iliada, espíritu, mordido de letal desaliento, sembrando árboy al anochecer del siguiente, se la tenia ya vivida y les que para ti fueron sin duda confidencias a la tiecantada! En los frontones colosales del Ånde, sobre rra, a la tierra que no nos engaña, y retribuye con los desfiladeros insignes, este escultor de pueblos nectáreos cálices nuestro. sencillo y confiado amor.
pasó tallando el friso de sus hazañas inmortales, y Imagino que al sembrarlos ibas diciendo a cada uno sobre las llanuras, los bajo relieves esculpidos a bote como el dolor judío. yo te he plantado en medio de de lanza, entre su fiero y rítmico galopar de Cen mi amargura. Allí están ellos guardando el mirador, tauro.
asombrando la callada alberca, adusta como un criEse primer reposo tras la fatiga creadora, selló men, inconsolable cual una cisterna disipada. Yérde inmortalidad este retiro. Entretúvose aqui deste guense allí los arduos pinos, erizados al soplo del jiendo a las plantas de Amor, la alternada corona dolor, en haz apretado y sombrio, adelgazando sus de lauros y de espinas.
fúnebres ramajes que figuran las negras llamas de la Tres lustros de victorias y de reveses; de arre desolación, y nos están contando, entre suspiros, que bato febril y laxitudes de angustia; de ávida fe cal antes que sembrados, fueron pensados por ti, oh cinadora y helado soplar de desconsuelo; doseles de mártir voluntario, por las ajenas desventuras! Esos árla triunfal altura sorbidos súbitamente por las mu boles, tristes como la noche en que apagó su latir das bocas del abismo; la bronceada esclavitud tor un corazón amado sudan por todos sus poros inconciéndose en el espasmo de un dolor irredento, mu solables desventuras, y los dejaste allí para eternos dada luego en la radiosa libertad, sonreída y soberbia; testigos de tu sin par melancolía. Allí están señalando escombros, ayes, ríos de mùrice; cárdenos resplan el sepulcro de tu anhelo y la urna en que encerraste, dores de incendio aureola de las ciudades violadas todas, todas tus ilusiones. legiones ebrias de victoria, o pávidos tropeles de Llenas y vivificas estos esquivos sitios palpitantes fugitivos; funebres árboles de punición, doblegados del hálito que tú les infundieras, y al dejarlos una al peso de sus frutos de muerte; sabios y santos, tarde, te desasiste de ellos para siempre: muerta ya mancebos y heroínas descuartizados sobre el estadio la Esperanza, todas las cosas murieron para ti. Eres pavoroso; odio, amor, ira santa, rabia ciega; anhelo, tú el mismo que llegaste algún día sobre el plaustro acometida, resistencia, fracaso, votivas guirnaldas, lo de los antiguos triunfadores, que arrastraron vírgecuras: todo aquí fué evocado en las ardientes vigilias nes, y conducido ahora al lento andar del enflaqueconfidenciales y perfumadas. Ese mirador está satu cido jamelgo como el dechado de los caballeros rado de grandeza. No advertis que perdura allí toda andantes tú, viejo domador de leones acosado de vía el acre olor del león? Este asilo es grande porque ratas? Oh manchego redivivo, qué bien sombrea tu lo sublimó su dueño, y hermoso porque lo embelleció austera excelsitud el hondo pesar que te. anubla!
con su cariño la caldeada imaginación del amante. Qué triste. dijo alguno mirando un antiguo monuEs el templo a que se acogió el libertador de cinco mento, delante del gran corso. Triste como la granpueblos para repensar su epopeya sobre el regazo deza. respondió el guerrero. Triste de grandeza de la fatal belleza.
fuiste también bajo tu inseparable, dualidad de PrínEstas arenas imprimieron las huellas que dejara cipe Hamlet y Alonso Quijano.
el acelerado andar del coloso; este murado recinto Alegría es signo de la pequeñez en equilibrio.
recogió en sus ángulos el gemidor arrullo y el rugido Tu desorbitada magnitud te mostró siempre taciturno.
feroz, estas pulidas fuentes desgranaron sus rumo Tu euforia fué instantánea como el relámpago en la rosos collares en la serenidad acariciadora del cre noche. Quien te modele para la posteridad debe senpúsculo; el alma del soñador diluyó en esta atmósfera tirte como te sintió Tenerani: triste como la Gransu idealidad que vivirá.
deza!
Apagáronse una en pos de otra las notas de aquel Enloquecido por la gloria del Macedón, propúsole himno, y las áureas pomas hinchadas que le cuajó el un día Scopas tallarle en estatua la portentosa mole Destino al héroe, para melificarle los labios sedientos del monte Athos. Algo mayor ha soñado mi admirade gloria, fueron, dolorosamente, cayendo de las ción para ti. Tú eres el espíritu que anima otra esramas.
tatua durante milenios preexistente: el mundo que Ecos de lejanas tormentas, marchas precipitadas, redimiste! Sólo el Mar de Atlante que presidió tu loarrebatos coléricos, penas del corazón, salivazos, inju cura creadora, puede simbolizar, en su tormentosa rias, celosa ingratitud, envidias, extraviada grandeza, fecundidad, con ritmo eternamente renovado, tus vasrectitud implacable, juvenil demencia, te alejaron, oh tas concepciones germinantes y tu cabeza olímpica.
Padre, de tu enantes hechizado asilo. Tornaste a él Tan sólo la estupenda figuración andina, de aceradas después, mas con el alma desgarrada, en la incura vértebras y ligamentos de oro, pudiese sustentar tus ble desolación del tedio, con el arrepentimiento de músculos que, al distenderse, anonadaban, y, en rehabernos creado, bajo la indecible tortura del náu poso, distancian y defienden, dilatándolos hasta la frago en la noche. Sobre estos muros donde las an remota ribera, en que empapan tus plantas las aguas torchas del festín proyectaron, en días abolidos, ma del Pacífico, pedestal de inmortales, imagen de la nos que se tendieron agitando coronas para ceñir tus gloria sin fin que te aguarda, en la incalculable sucesienes de Imperator, el fatídico brazo de Edipo alar sión de los tiempos, en que cada espuma es un día gábase ahora, armado de la hoja parricida, en busca y cada tumbo, un siglo. Cruzados los brazos, en el de tu corazón magnánimo. en ese mismo mirador ciclópeo nudo de la Gran Colombia, escudan al que rememoraste entonces, no ya la voluptuosidad de la fuera tu propio corazón palpitante. Los relámpagos apoteosis, sino la amargura de ser grande, gustada evocan tu súrcada, tu indomable, tu procelosa frente. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica