Repertorio Americano 159 Carro y a la que llamamos el Cocherito. El santo tenía su Al verla tan blanco y tan brillante, creyó inocentemente forma humana: era un hombrazo con el rostro curtido que era la luz de la luna que no pudo escapar cuando por el sol y con goa cabellera rizada y espesa que le cala aquella se escondió tras la montafia. Las vacas bramaban sobre los hombros. Iba desnudo con los lomos cebidos y en torno de sus testuces se formaban halos de vapor, por una piel de cabello; en el cuello musculoso se le no. Le recordaban las cabezas de las santas de los cuadros taba la línea rojiza que marcaba el lugar en que el bacha sospendidos en las paredes de su casa, que llevaban separó la cabeza del tronco. Bajo las cejas espesas le bri. como las vacas, aureolas luminosas alrededor de la frente.
Ilaban los ojos. Serían santas. No decían que les gentas eran moje.
La multitud grito. iSalud, señor San Juan! los res muy buenas. No eran muy buenas las vacas?
hoogos se desprendieron de sus sombreros y los echaron Se acercó a su vaca Blanca Nieves así llamada por por los aires, imitando a Pascualillo. La danza comenzó, el niño por tener la piel blanca y sedosa y le scarició el la graciosa danza de los hongos. cuello. Nunca más se dijo las aguijaría para que co.
Las gentiles y frágiles doncellitas blancas hacían ser. rrieran. Por qué hacerlas sufrir de este modo. Qué pen.
peptidas con sus tápicas color de lana, rodeadas por los sarían de él?
hongos escarlata que movían al compás de la música sas Al llegar, los ternerillos menudearon sus mee, mee, que cabezas escaperuzadas. Los otros formaban mil figuras jumbrosos y asomaron los hocicos húmedos por sobre la complicadas y encantadoras. San Juan andaba entre los co. cerca de piedra, y al abrir la boca ensefiaban los dientes rros que se movían, sin aplastar a ninguno. través de la que parecían pedacitos de escarcha prendidos en una gran barba hirsuta se veía sonreir dulcemente su boca de grue. flor nacarada.
808 y encendidos labios. Nadie al verlo podía creer fuera Pascualillo sonrio. iQué bonitos los hijos de las vacas!
el mismo que predicaba a las gentes con palabras terri. iSeguro cada uno amaría a su madre de la misma menera bles, y ante cuya presencia el tetrarca de Galilea temblara. que él a la suga. Pascualillo se había escondido entre un macizo de Pascualillo sobrió también apte el arroyuelo: 1Qué zacate para contemplar a su sabor al santo que su tía cristalina el agua. y al alejarse cantabı. sí, captaba; Juana tenía en un cuadro, y en el cual se le vela también soprio al ver el vuelo de las libélulas de alas manchadas desnudo y bautizando entre as río a Nuestro Señor. de rojo; sonrió al zoterré que estaba hecho una alegría en Pero San Juan se faé yendo muy disimolado y de una rama y se apartó para no asustar la ardilla que bus.
pronto apartó las hojas entre las que el niño se escondiera. caba comida en un árbol. Pascual, Pascualillo, buenas noches. Cuando entro en la cocina, la madre encendía el fuego Este se quitó el sombrero y pasose a morder el ala, y el padre estaba levantándose. La mujer lo miró trao.
todo chillado. Por fin tartamudeó: quilamente. Salud, Sefior San Juan. Le has ganado a tu padre; no había prisa en que te El santo habló con suavidad: levantaras todavía. Pascual, Pascualillo, yo te conozco porque andas Contó su aventura, más el padre levantó los hombros mucho entre el bosque y yo soy el patrón de los bosques y se fué a su tarea.
y de las soledades silvestres. Las arañitas, los musgos. No distingue todavía lo que suefia de lo que hace los líquenes, los hongos, los abejorros de colores, lo deveras! salió marmorapdo.
mismo que los grandes árboles y que las fieras, están La madre soorió incrédqia, mas cogió la hoja de trébol protegidas por mi. Cuando viví en la tierra fuí un hom. en la palma de la mano y la examiné.
bre semejante a un hierro enrojecido para curar las lla. Guárdemela en su libro de oir misa, mamita, y coi.
gas. Mis palabras sonaban como truenos. Ahora, en dado me la pierde.
cambio, amo los grillos, las abejas y acudo al baile de Ella se enjugó las manos y salió en busca de su libro los hongos. Yo hago florecer la yerbabuena para que el de oraciones, entre cuyas páginas colocó con teroara la demonio alivie su corazón afligido. Aunque no arrepen. graciosa hojita.
tido, por desgracia; y hago que las doncellas lean su des.
tino en el cuajarse de la clara de un huevo que dejan puesta en un vaso de agua la víspera de mi santo. Pideme Pasaron afios y afios. La madre cuidó siempre de que lo que desees, Pascualillo, que yo te lo daré.
la hoja de cuatro gajos no saliera de su libro de oraciones.
Pascualillo permaneció silencioso.
Cada vez que la encontraba sobreſa incrédula y teme.
El santo se inclinó y buscó entre la hierba. Cuando levantó la cabeza tenía entre los dedazos una hojita del Mientras Pascual fué un difio, las vacas, la gran cerda trébol manchado de blanco que alfombraba el suelo. blanca y el perro no volvieron a teper quejas contra el. Toma, muchacho, es la hoja de cuatro gajos, la En su corazón hubo desde la noche de San Juan, una hoja que trae la dicha. Yo la he buscado para ti. Vete inmensa bondad para todas las cosas. Ya de adolescente, y sé feliz. Amalo todo.
sintió deseos de cantar la belleza del sol y la que hay en la gotita de agua que tiembla en la brizoa de hierba; la Ya el pitio no estaba en el bosque, en la planicie en de las nubes que son el musgo que crece sobre el cielo y que brotan los ojos de agua. Encontrose en el camino y la del musgo que adorna los troncos y los paredones; y lo la luz del alba blanqueaba los campos. Delante de él mismo se enternecía ante to sapo que ante una rosa.
marchaban las vacas moviendo lentamente sus cuerpos La hoja del trébol po le trajo poderes ni riquezas, was pesados. puso en sus pupilas el amor e iba contento por la vida. Acaso soñara? No, que entre los dedos tenía la hoja procurando no hacer sufrir a padie.
de cuatro gajos.
No creáis que el dolor pasó a su lado sin puozarlo: Estaba alegre y deseaba gritar. El pifio po se daba muchas veces el llanto mojó sus mejillas, pero al secarse cuenta de que en su corazón había una teroura inmensa no dejaba remordimientos. Que la vida lo maltratara a para todas las cosas. Hubiera qoerido tener alas en los él pensaba. que él no maltratara la vida! pronto la pies y llegar a casa de un vuelo para abrazar a su madre, soprisa de la tranquilidad borraba los surcos amargos.
a su hermanita Susa y ayudarle al padre para que no se Al morir, la madre pidió que pusieran sobre su corazón fatigara antes de partir.
el libro de oraciones entre cuyas hojas estaba el trébol de İLa escarcha que temblaba en las brizdas de hierba le cuatro gajos.
pareció tan linda! Antes no había reparado bien en ella. Los años pasaron. y los años pasaron, y Pascualillo това Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional. Costa Rica