Repertorio Americano 131. avenidas entre sí, como si fueran una misma, a pesar de los maestros de Costa Rica su constante variedad y su multicolora expresión. ILas ideas, estos alfileres lácidos y enigmáticos como chispas eléctricas, con que todo lo medimos, el sér y el no sér y. No pude, amigos queridos, llegar hasta Uds. ya no el llegar a ser; el Bien y el Mal, que se cambian uno en podrá ser, porque tengo mi cuerpo rendido de viajes, otro, como dice Repán, a la manera de los matices torna. aunque el alma desee seg ir caminando.
solados del cuello de las palomas! Este es el gran bien, el Ha sido pene grande po ir, sé cuánto he perdido.
solo bien del humanista. Mas, no penséis por ello que En todas partes me he encontrado con maestros cog.
Alfonso sea un mandarin, es decir, un desocupado de tarricenses he procurado, a través de ellos, VER un talepto que juega con los pensamientos como los niños poco esa patria llena de sentido humano, que Uds. han con el agua. No, ni escribe sobre arena, oi fonda sus hecho mía, al darme comprensión grande, carifio.
castillos en el viento. Este ideólogo es un estilista ejem.
Procuraré hacerles llegar mis trabajos para los niños.
plar, acaso el más ejemplar de los jóvenes estilistas de Así, mi visita será cumplida, muchas veces cada afio, América; pero el estilista y el ideólogo, sabe que, de to.
Nunca olvidaré porque es suceso en mi vida que das las entrañias humanas, el cerebro es una víscera 80 Udo. pobres como somos todos los maestros de América, prema y el corazón un músculo hueco lleno de amor. iAy cedieron un día de su trabajo para costear mi viaje a de aquél que ponga sobre el sentimiento la inteligencia!
Costa Rica. Presente más profundo yo no he recibido.
El pensamiento sólo es brújula, el corazón es el motor: Muchas muchas veces gracias. mí, que donde piso siento la voz del suelo GABRIELA MISTRAL. qué me dices con tu silencio y tu oración. qué buscas con los ojos fatigados de cielo, más alto que la vida y sobre la pasión. Milán, 1924. El oro del Masaya Al pisar de nuevo esta tierra mexicana, tan reacia siempre al despotismo y tan demepte de ilusiones sociales y políticas, nunca saciadas; tan abonada con sangre y Esta vez no hablaré del petróleo del Petén pi del dolor, debió el viandante alucinado sentir el grito dolo.
carburo de Armenia, sino del oro del Masaya, de un fraile roso que se escapa de los poros de las piedras y no logran y de una sociedad anónima.
oir las gentes en su fatídico y premioso afán. Estamos Las cosas sucedieron allá en los primeros tiempos de como antes. Somos como siempre. Un pueblo que se ex.
la dominación española. Era entonces el Masaya un cita con su propio dolor y se envenena con sus anhelos excelente tipo hawayano de actividad volcánica: su cráter delirantes. Pero. no son así todos los pueblos de la tie.
presentaba en el interior una meseta apular en coyo Tra? Los de Europa. no son así. España, que expulsa a centro, en el fondo, se encontraba continuamente un Unamuno y confía sus destinos a un marqués, no es así?
lago de lavas fluidas, borboteantes, incandescentes y de color amarillo. IOrol. dijeron los españoles, cloro, oro! repitieron codiciosamente. Todos quisieron ser dueños del tesoro, y entre ellos Pronto saldrá de nuevo de la patria el viandante, pero se distinguió un fraile, Blas Iniesta del Castillo, quien Do para volver a templar su alma en la augusta severidad concibió el proyecto de sacar ese oro que tan bellamente de los paisajes de Castilla, que tántos ingenios labra para hervía en el «infierno de Masaya. como se decía entonhonra perdurable de la cultura latina; sino para endere. ces) y más aún en la imaginación de los codiciosos conzar sus pasos hacia la metropoli de la civilización espa quistadores.
ñola en América, hacia la ciudad que Dario llamo Cos. Así fué que Blas Iniesta del Castillo penetró con otros mópolis.
a la meseta interior del referido cráter, y desde allí arrojó una cuchara de hierro suspendida en el extremo de una cadena, para sacar con ella el oro; pero éste no subió, di Nosotros quedaremos en casa, viendo alejarse a los aun siquiera la cuchara, pues quedó fundida en aquel amigos o regresar, como el indio a la puerta de su choza lago de fuego. cuyo techo pajizo desfileca el huracán, que dice Cho No por eso desfalleció el fraile: quería sacar oro, y cano. ve ponerse el sol en el Poniente rojo y dorado. No debía sacarlo de cualquier modo; para ello formó una tenemos ya el derecho de sentir ilusiones. Difícil es ven. compañía. una sociedad anópima, dirfase hoy. y el cer la amargura que deposita día a día en el alma, el resultado fué espléndido para él, pues el cronista de desarrollo aún no terminado, y que parece interminable, quien tomo estos datos, con no poca picardía y do de una revolución. Nacimos en tiempos bonancibles, y menos ingenio, agrega. e dycho frayle sacó mucho oro, otra vez, golondrina de los recuerdos, vuelves, como mas no del volcán, sino del bolsillo de sus asociados. siempre. Lo que aconteció en México e afio del Cente. La historia se repite con frecuencia, y los negocios Dario, fué como un disparo en el engafioso silencio de un como el de Blas Iniesta del Castillo, se hacen a menudo.
paisaje polar: todo el circo de glaciales montafias se des.
plomó, y todas fueron cayendo uos tras otra. Cada quien, JORGE LARDE asido a su tabla, se ha salvado como ha podido. Do La Nacion, San Salvador. La vida que tuvimos algunos por delante, ya empieza a dejarnos atrás. Otras generaciones literarias nos alcan.
zan. Renuévase el ambiente intelectual. Nuevos poetas captan otra capción.
Los jóvenes de ayer son hombres ya. Aun la amistad, que creímos perdurable, se ha deshecho. ISiga de frente el humanista a quien la vida se ofrece en toda su integri.
dad y plenitudi.
ANTONIO CASO. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica