Repertorio Americano 363 encadenó en Cartago, los trocó en efímeros Ella era, sin duda alguna, la más apuesta, aposento y un grupo de damas festivas, al progectos de todo punto irrealizables. Mire la más donosa de las mujeres de esta ciudad, compás de guitarra y vibuela, salió bailando mos pues, cómo fué que de las manos del y con ella imprudentemente quiso abroque la danza nueva del tun: doña Ana venía muy doncel vol6 doña Ana.
larse Gregorio para salir ileso de la resi bizarra, en pos de ella seguían las dos ReTodo funcionario público debía entonces dencia.
tes y después otras varias gentiles doncellas.
dar cuenta de sus actos oficiales; esa era una En efecto, después de largas cavilaciones, Los viejos documentos no describen los regla invariable, mediante la cual sufría se dijo él a sí mismo: para que mis enemi caracteres típicos del tun, sólo refieren que castigo el culpable y reportaba ascensos fa gos refrenen sus rencores es preciso que Da Ana guiaba diestramente aquel baile y vorables el virtuoso. Esas cuentas se reo vean a Juan rendido a mi voluntad; y que servía de centro a la danza; pero dédían, después de terminadas las funciones, para que se rinda Juan, ban de bastar las bese inferir que el tun no tuvo nada de esante un juez o comisario real en un juicio gracias de doña Ada, manejadas de tal candaloso, como parece insingarlo, no notallamado de residencia. Durante sesenta días suerte, que después de la residencia todo ble historiador, porque de haberlo tenido lo estaba abierto aquel juicio, y todos los veci ello quede en nada y po invalide la palabra, habrían declarado así algunos de aquellos nos tenían derecho de acusar los malos pro prenda de matrimonio, que tengo empeñada mismos convidados a la fiesta, que luego, cedimientos del funcionario.
con un rico personaje de Guatemala: he convertidos en enemigos capitales de Don Juan Chaves de Mendoza traía comi ahí, pues, el plan del incauto Gregorio. Gregorio, tuvieron grande empeño en des.
sión especial para tomar a su antecesor la Poniendo mados a la obra, dispuso una honrarle su casa.
residencia; así es que se preparaban enton velada de poca y escogida concurrencia, Cuando se hubo terminado el tuo mando ces en Cartago días de turbulencia grande, que más bien fuera una reunión de con De Gregoria a su hija que bailase sola, y, porque a Gregorio, a pesar de que había fianza, para que el gobernador pudiera estar en efecto, doña Ana, tomando en sus manos sido allá un experto consejero de guerra de sus anchas, porque según lo que hasta las alegres castañetas, bail6 con dovosura en los estados de Flandes, y aquí un allí había dado a conocer, a pesar de ser sin igual. En aquel solo estuvo la nitia vergobernador. probo, justo y progresista, no le soltero, era hombre retraído y corto de ge daderamente admirable; bien es cierto que faltaban, como a todo gobernante, furiosas nio con las damas. Gregorio hizo la invi a ello concurrieron los ricos atavíos de su enemistades; y que las tenía grandes y ren tación con mucho tacto diciendo. fin de vestido. Una cinta matizada de colores va corosas no cabe dudarlo, puesto que preci que vuesamerced vea por primera vez el rios ceñía su blonda cabellera; en sus orejas samente el día de su salida del poder hubo tun, que es una danza y baile mejicano, centelleaban largas arracadas de oro, figu.
gente menguada, para baldón de Cartago, esperamos esta noche a vuesamerced en rando papagallos; en su cuello relucía un que viniera a deshoras de la noche a can casa. collar de gruesas perlas con una imagen tarle responsos irrisorios y a tirarle piedras La invitación fué cortésmente aceptada. pendiente y en sus dedos dos sortijas in su casa. Sobre aquel poble funcionario se así cuando el gobernador, seguido de crustadas de esmeraldas; dos pulseras de cernía, pues, furibunda tempestad.
Pablo Ponce de León, llegó a la amplia sala coral realzábanle a porfía entrambos brazos; Gregorio anhelaba y temía a un tiempo de Gregorio, pudo observar que toda un agnus con vidriera y guarniciones de mismo el juicio de su residencia; lo temía ella estaba hecha un relicario: aquí, a modo plata adornábale el pecho; un cintillo de por las amarguras que preveía, y ansiaba de panoplia, despuntaban enlazadas unas seda bordado de diversas flores comprimíale que llegara porque sin ese requisito no po cuantas palmas benditas; allá, a modo de con rigor su talle; una saya de esparragón día emprender su proyectado viaje de regreso retablo, varios santos del cielo, pendientes forrada en tafetán pendía de su cintura, y a España, en donde pensaba impetrar del en dorados cuadros, realzaban el oscuro ajustábase a su busto un jubón de chame: monarca un nuevo empleo con qué ganarse matiz de sus colores, en la blanca cal de los lote, semi oculto en los pliegues de una ro.
la vida. En tales circunstancias puso en jue. tabiques; los escaños enfilados a lo largo, pilla de seda, adornada de vuelos y encajes go todas sus facultades mentales para encon ceñidos de talladuras, coronados de baran de punto real; y por último dos chapines de trar un recurso que le sacase con bien y dillas y bruñidos por el uso, dejaban ver a terciopelo carmesí con hebillas de plata.
pronto de la residencia, y ese recurso pode trechos preciosos jaspes o brillantes lampos; servían de breve estuche a sus pies.
roso creyó haberlo encontrado precisamente los ladrillos cuadrilongos del Tejar, en fi Los aplausos del gobernador movieron a en D8 Ana de Cortabarría.
gura de petatillo, enrojecidos con curío, la doncella a jovitarle para que bailase con Como Gregorio de Sandoval no tenía daban severo tono al suelo; el cedro inma ella, y hasta le tomó la mano, pero fue sucesión con su esposa Dº Gregoria de Es: culado de la techumbre difundía por el am inútil su ruego, porque él se nego obstinacobar, había puesto todo su cariño paternal biente rico perfume; las cadenas soportaban damente, sentando plaza en la concurrencia en Ana, hija del primer marido de De sendas arañas de lata, para que derramando de ser varón torpe de pies. Ella prosiguió Gregoria, pero aun cuando no hubiera halagrimas de sebo parpadearan en alto las bailando sola hasta que se canso, y entonbido tal motivo, De Ana habría sido siempre candelas; el ancho estrado de macizas tablas ces Gregoria le mando que se sentase eu el encanto de la casa. Ella era una gentil señoreaba en un extremo de la sala, y en el. estrado, que tocase la guitarra y que doncella, de noble alcurnia, de hermosura el otro, la silla grande de curtido cuero, em cantade algunos tonos. en efecto, la don.
resplandeciente, de a postura distinguida, butida de algodón, recamada de pespunten, cella cantó y tocó con perfección tan exquide festivo genio, de esmerada educación, reluciente de tachuela, y en cuyo rico espal. sita que su mismo maestro de canto y baile en cuyas manos el arte de la cocina descu dar, a guisa heráldica, fulguraba un letrero Miguel Rodríguez quedose al punto marabría todos los días ricos manjares, y el ma señorial bordado en pita, que decía: Sando villado. DAna de Cortabarría, haciendo, nejo de la rueca hilos finísimos, y las cuer valo.
pues, la delicia de aquella fiesta, hizo otra das de la guitarra notas melifuas; si cantaba, En esa estancia penetró Juan Chaves cosa de mayor cuantía; hizo nacer en el cose realzaban y llenaban de harmonía con el de Mendoza con continente marcial, y luego, razón de Juan un vebementísimo amor.
timbre de su voz las más triviales canciones; sentado en la silla grande, siguió observando con lo expuesto queda dicho cuán acersi bailaba, se conturbaban y llenaban de pa. uno a uno los preludios de la fiesta. En el tado comienzo llevaba la diplomacia de sión, con el donaire y los hechizos de su estrado conversaban Da Gregoria y otras Gregorio para la residencia.
cuerpo, los más yertos corazones. así ella damas de respeto, en los escaños departían. Muy en breve se bicieron estrechas y cor.
iba por la florida senda de su existencia, Gregorio y sus íntimos amigos, junto al diales las relaciones de Juan con la faarrancando grandes aplausos y sembrando sillón sonreía, cual parásito galante, Pa milia de su antecesor: hoy una visita, mavivos amores sin que por eso se marchitase blo Ponce de León, y sobre una banca esqui. ñana la contestación; hoy un regalito de el cándido lirio de su inocencia; y así sir. Dera afinaban los instrumentos el maestro cualquier cosa: una friolera, un bocadito; viéndole la virtud de peana y la hermosara Miguel Rodríguez y su anónimo ayudante. mañana la correspondencia, y así fueron sa.
de diadema, caminaba, cual fantástica prin Llegó, por fin, el momento esperado. So minando las cosas a tal punto que la alcoba cesa, subyugando voluntades por doquiera, bre dos goznes fornido. girá la puerta del del gobernador estaba siempre abierta para Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica