Repertorio Americano 1267 71 por el ocre camino que cruza la campaña plana, árida y seca. me duermo con los ojos llenos de lágrimas, así como los pinos se duermen con las ramas llenas de rocío.
Ni un árbol, ni una loma, ni la mancha sombría de un monte, en derredor.
Las carquejas se enroscan bajo el fuego del día implacable, de enero.
LA TARDE Parece que el planeta estuviera vacío y que van a una cita misteriosa y suprema, esas lentas carretas que cruzan el camino bajo este sol que quema!
He bebido del chorro candido de la fuente.
Traigo los labios frescos y la cara mojada.
Mi boca hoy tiene toda la estupenda dolzura, de una rosa jugosa, bueva y recién cortada.
ESTIO El cielo ostenta una limpidez de diamante.
Estoy ebria de tarde, de viento y primavera. No sientes en mis trenzas olor a trigo ondeante. No me hallas hoy flexible como una enredadera?
Cantar del agua del río.
Cantar continuo y soporo, arriba bosque sombrío y abajo arenas de oro.
Elástica de gozo cual un gamo he corrido por todos los ceõudos senderos de la sierra. el galgo cazador que es mi guía, rendido, se ha acostado a mis pies, largo a largo, en la tierra.
Cantar.
de alondra escondida entre el oscuro pinar. Ah, qué inmensa fatiga me derriba a la grama y abate en tus rodillas mi cabeza morena, mientras que de una iglesia campesina y lejana nos llega un lento y grave llamado de novena!
Cantar.
del viento en las ramas floridas del retamar.
LA HIGUERA Cantar.
de abejas ante el repleto tesoro del colmenar.
Porque es áspera y fea.
Porque todas sus ramas son grises, yo le tengo piedad a la higuera.
Cantar.
de la joven tabonera que al río viene a lavar.
En mi quinta hay cien árboles bellos: ciruelos redondos, limoneros rectos y naranjos de brotes lustrosos. cantar, captar, cantar, de mi alma embriagada y loca bajo la lumbre solar.
En las primaveras, todos ellos se cubren de flores en torno a la higuera.
LOS PINOS la pobre parece tan triste con sus gajos torcidos que nunca de apretados capullos se visten.
Yo digo ipinos! y siento que se me aclara el alma.
Yo digo ipinos! y en mis oídos rumorea la selva.
Yo digo ipinos! y por mis labios pasa la frescura de las fuentes salvajes.
Por eso, cada vez que yo paso a su lado digo, procurando hacer dulce y alegre mi acento. Es la higuera el más bello de los árboles todos del huerto.
iPinos, pinos, pinos! con los ojos cerrados, veo la hilacha verde de los ramajes profundos, que recortan el sol en obleas desiguales y lo arrojan, como puñados de lentejuelas a los caminos que bordean.
Si ella escucha, si comprende el idioma en que hablo, iqué dulzura tan honda hará nido en su alma sensible de árbol!
Yo digo ipinos! y me veo morena, quinceabrileña, bajo uno que era amplio como una casa, donde una tarde alguien puso en mi boca, como un fruto extraordinario el primer beso amoroso. tal vez, a la noche, cuando el viento abanique su copa, embriagada de gozo le cuente. Hoy a mí me dijeron hermosa. todo mi cuerpo anémico tiembla recordando su antiguo perfume a yerbabuena. Del tomo Rah Salvaje.
Montevideo, 1922. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica