342 Repertorio Americano LA EDAD DE ORO 34. Cuentos chilenos de nunca acabar.
El gato con los pies de trapo Est era un gato que tenía los pies de trapo y la cami.
8a al revés ¿querís que te lo cuente otra vez. No, mi señor, le contestó la vieja, pero puede ser que esté en un ranchito de donde sale aquel humito que desde aquí se ve. Siguió el príncipe caminando muchos días más, porque el rancho estaba más lejos de lo que parecía, y cuando llegó a él, vió a una vieja que estaba sentada a la puerta y le dijo. Sefiora, busco a la princesa que representa este retrato.
Los italianos y el inglés Estos eran tres: dos italianos y un inglés. El inglés tiró su espada; los mató y no los mato. Querés que te cuente lo que pasó. Bueno. Estos eran tres: dos italianos y un inglés. El inglés tiró su espada; los mató y no los mato. Querís que te cliente lo que pasó. El gallo pelado Querís que te cuente el cuento del gallo pelao. Bueno. Pues, pásate al otro lao.
La hormiguita St era una hormiguita que de su hormiguero Balió calladita y se metió a un granero, se robó un triguito y arrancó ligero.
Salió otra hormiguita del mismo hormiguero y muy calladita se metió al granero, se robó un triguito y arrancó ligero.
Salió otra hormiguita. Recogidos por RA MÓN LAVAL. El candadito Querís que te cuente el cuento del mentao cao.
daito. Ya stá, cuéntamelo. Aodá ajuera y güelve ligerito; no te demorís mucho porqu es muy bonito.
35. Sio buena voluntad, no hay caridad El humito.
Esta era una bruja que tenía encantada a una priocesa muy linda a Quien había encerrado en un ranchito de donde siempre salía un humito. Sucedió que un prío.
cipe muy poderoso vió el retrato de la princesa y se enamoro de ella y salió a buscarla para hacerla su mujer.
Después de mucho andar llegó donde la bruja, y señalándole el retrato, le pregunto si podía darle poticias del paradero de la princesa. La broja le contestó que, aun.
que sabía en qué parte la princesa se hallaba, sólo podía decirle que estaba encantada y encerrada en up ranchito de donde siempre salía un humito y que mucho habría de costarle dar con ella, pero que cuando la encontrara cesaría el encantamiento. Con esto que oyó el príncipe, quedó may esperanzado y siguió inmediatamente en busca de su adorada. Anduvo meses de meses y después de pasar muchos trabajos, se encontró por fin con to ranchito del cual salía un humito y a cuya puerta estaba sentada una vieja. Señora, le dijo el principe, busco a la princesa que representa este retrato no estará por casualidad en esta casa. No, mi señor, le contestó la vieja, pero puede ser que esté en tin ranchito de donde sale aquel humito que desde aquí, se divisa.
Siguió el procipe andaodo muchos días, porque el rancho estaba muy lejos, y cuando llegó a él, vió a una vieja que estaba sentada a la puerta y le dijo. Señora, basco a la princesa que representa este re.
trato (no estará por casualidad en esta casa?
Dos días habían andado los aventureros sin que les hubiera sucedido cosa digna de memoria, y se hallaban por las faldas de Sierra Morena, solos y sin camino. Quijote se figuraba ver dentro de poco, ya una doncella andante puesta a mujeriegas sobre un león, ya tin jayán que se llevaba consigo una princesa, ya un enano que le traía una embajada amoroga. Por las cinco llagas de Nuestro Señor Jesucristo y los Dolores de María San.
tísima, dijo por ahí una voz cascada y muerta de ham.
bre, una caridad a este pobre ciego! Sancho Panza Be le fué la sangre a los zapcajos: las palabras no podían ser más católicas; pero en nada confiaba cuando se hallaba en semejantes despoblados. Un hombre, acurrucado al pie de un árbol, con un perrito pastor a los pies, era quien había pedido la limosna. Sancho, dijo Quijote, la ocasión de hacer un bien es siempre un buen agüero: las obras de misericordia son préstamos que hacemos al Señor. Abre esas alforjas y provee para quince días a ese desdichado. Le daré, respondió Sancho, mas no para quince días. Si de hoy a mañana no salimos de estos andurriales, en Dios y en mi ánima que tengamos nosotros mismos que hacer de ciegos. Tan buena cuenta has dado de la repostería, Sancho? Haces bien, amigo: el dia que háy, come a tu sabor, y no te dure un mes lo que alcanzaría apenas para una semana. Da lo que puedas a este ciego; do manda otra cosa la ley de Dios; pero lo que des, dalo de corazón. Sio buena vo.
luntad, no hay caridad: los que dan por fuerza, labran, para el demonio; los que por orgullo, están condenados Sancho estaba ya en tierra abriendo las alforjas con loa.
ble empeño, y mientras desperdigaba una gallina, dijo a Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica