OB365 Repertorio Americano 365.
aquí tenemos a Manuel Flores, escriba no se ultraja a la flor y bata de Cartago. al cinto su espada, subió el embozo de su no. Me espanta que vuestra merced diga Pocos días después recibió Gregorio un larga capa, salió de su vivienda y se deslizó tal cosa, pues bien sabe que Manuel Flores ultraje aun más pesado. El lance aconteció con recato por las calles: llegó frente a la está comprendido en la residencia. en una tertulia del gobernador a presencia huerta, trepo a la empinada tapia y vacilo.
de Juan Ortiz qué tiene que alegar vues. de muchos circunspectos tertulianos. Dou Tenía razón eu vacilar. Veia de un lado su tra merced? Que tampoco es escribano acep Gregorio, entre piano y mano de malilla y elevada jerarquía y del otro su pasión; oía table, porque no tiene la suficiente expe entre sorbo y sorbo de fragante chocolate, de un lado las voces del deber que le para.
riencia para un asunto de tan grande impor. contando allí remembranzas de su vida mi ban llamándole jurado guardián de la inotancia. Válgame Dios, don Juan, que ese litar, dijo que él había ido con el infante cencia, y del otro los dejos regalados del atraso es grave daño para mí, paes yo estoy cardenal a la guerra de Alemania. el go amor que le incitaban llamándole teuorio de viaje para España en estos galeones, que bernador que le asechaba por aquella con afortunado; sentía de un lado el hálito apaserá posible vengan Davegando. No se testación al reverendo padre guardiáa, le cible de la virtud, que infiltraba en su conapene vuestra merced decía en amable tono interrumpió murmurando. Eso digalo don ciencia temor de Dios y de la real justicia, y el gobernador, que se espera bajel en el de yo no lo oiga, porque yo estuve en esa del otro el encendido fuego de la sangre que puerto de Caldera a donde aguardo vendrá guerra y bunca vi a vuestra merced en Ale bañaba sus sentidos de concupiscencia y de escribano. mapia. Yo no mientos, Pues miente vues. deleites. Tenía razón en vacilar. puesto que el escriba no estaba a punto tra merced. Gregorio, con los ojos ape.
Pero en aquel decisivo instante hizo el de llegar, Gregorio redobló sus atencio. gados de lágrimas, le respondió con senti amor un supremo y victorioso esfuerzo: tocó nes con el gobernador, y éste sus visitas a miento. No me afrente así vuestra merced; con su envenenada flecha el corazón de don Da Ana. se avivaron tanto los fuegos en mire estas canas y advierta que soy su an Juan, quien, inclinando el cuerpo hacia ade.
esos días, que Juan, decidiéndose a jugar tecesor. lante, dio un salto y quieu, marchitando la el todo por el todo, comisionó a fray Martín Por supuesto, con semejantes groserías intacta frescura del rosal, cayó adentro. Og6 de Guevara, guardián de San Francisco, para aquellas relaciones amistosas se rompieron, en seguida un suspiro, y era un génuido del que a su nombre pidiese la mano de Da Ana mas no por eso se extinguió en el pecho de viento, sintió luego unos pasos atrás, y era de Cortabarría. Juan su amorosa pasión; por el contrario, ruidos confusos del eco; se fué aphelante D, Gregorio, ciertamente, le importaba su amor hacia Da Ana convirtióse en frenesí. derecho a la higuera, y allí padie vagaba en mucho la residencia, pero jamás hubiera No importa, decía en arrebatados soliloquios, redor; llamó quedo en la fronda del pino, convenido en salir de ella con bien mediante de las puertas de esa casa se bayan cerrado allí nadie escuchaba su voz: cruzó raudo deel sacrificio de su hija a quien amaba pro para mí; yo las abriré con llave falsa; no im bajo del mango, y allí nadie salía de través; fundamente, y casarla con Juan era lle porta que la mano de esa dama haya sido aguaitó por detrás del matizatio, y allí navaria al sacrificio, porque ya tenía concer. negada para mí, mía será Ana. Siniestras die tampoco acudió. Un fatídico nublado tado para ella un enlace ventajosísimo. intenciones cruzaban entonces por su mente, pasó entonces por delante de su espíritu, Puesto en lasce tan apurado, se vio compe porque ya su ardorosa sangre no bullía re una llama torpe discurrió a lo largo de sus lido a cantar la palinodia, diciendo al padre calentada por los sentimientos limpios y cas venas, y poseído de férvida impaciencia forzo guardián: Estimo mucho la petición, pero tos que sirven al amor, bálsamo del alma, una puerta iosegura y penetró al contiguo ya tengo palabra empeñada para casar a Dº de perpetuo mapantial, sino por los antojos trascorral. Allí, como si la casta diosa del Ana con un vecino de lo más calificado de livianos, corrosiyo veneno que le sirven olimpo movida a compasión por su Napea Guatemala. pesar de aquel desaire, de sepulcro. en consecuencia llamó a don hubiese llegado con sus cades y sus dardos Juan no se dio por corrido enteramente de Pablo, no para consultarle en esta vez sino a la escena, acudió de pronto un débil rayo la casa, sólo sí que sus modales para con los para dictarle su forzoso plan; plan inicuo de luna con sus místicos reflejos, para liacer padres de la niña se fueron tornando cada que tenía por objeto mancillar un albo ho visible el trascorral y despertar a los perros vez más desabridos y más bruscos hasta ra. gar, haciendo que cayesen las candidas azude la casa.
yar en grosería. He aquí una prueba, cenas de la frente de Dº Ana, mediante la Doña Gregoria se alarmó con el ruido que Un dia llegó a la casa en calidad de visita vil cooperación de aquel confidente astuto, metían los canes, e intersumpiendo a don y encontrando allí a varias damas, luego para quien aun se mantenían inaltérables la Pablo Ponce de León que en aquel momento que se sentó, dirigiéndose a De Gregoria, confianza y la amistad de Gregorio: parraba cuentos brillantes de la guerra de la dijo: Siempre que vengo a ver a vuestra Pasaron unas semanas. Don Juan escribió Flandes, llamó a Juan Garro su sirvieute, y merced he de encontrar el estrado lleno de un billete que don Pablo encaminó, que una a Cosme, su negro de Guinea, para que fueindias. Suplico a vuestra merced, repuso esclava trasmitió y que doña Ana recibió; seo a ver por qué ladraban tanto los perros.
Dº Gregoria, que las que están en él, son era una cita para verse a deshoras en la Anubos salieron armados, llegaron al tras.
mujeres principales, hijas y nietas de con huerta. Serían las diez de la noche cuando corral, vieron uu embozado, corrieron a sus quistadores. Al gobernador no le cayeron una plática intensa sostenida por don Pablo alcances, llegaron muy cerca de él, levantaen gracia las palabras de la dueña de la cautivaba la atención en la sala de don Gre. ron las cutachas y luego. las dejaron caer.
casa, puesto que replicó diciendo. Ande gorio, y cuando eso, no obstante, doña Ada ¡Oh sorpresa inesperadal conocieron al Govuestra merced, que tan india es vuestra muerta de sueño dio las buenas noches y sa. bernador, diéronle tiempo de huir, de escamerced como son ellas. y con esto se vol. lió para su cuarto.
lar la tapia más baja y de caer ileso a la cavió a salir.
Serían las diez de la noche, un manto de lle. Ciertamente la furtiva cazadora de la Esa andanada descortés del gobernador tinieblas había caído sobre Cartago, no se noche había salvado una vez más a su padi.
dejó atónitas a las visitas, pero luego que el veía luz alguna en las fragosas calles ni ca Napea; allá iba fugitivo el temerario Acpartió leyantose del estrado un murmullo se oían otros ruidos que no fueran los mur. teón, cayendo y levantando en rápida carreamenazante. Conque india Dº Gregoria de mullos de las aguas recogidas en las abiertas ra, perseguido por los rayos de la luna y Escobar, hermana de cuatro caballeros con acequias, o los pausados resoplidos de las va acosado por los galgos del amor; acá en la bábitos en los pechos, y que ha sido allá en cas dormidas en suaves lechos de césped, o sala don Pablo Ponce de Leóu, oyendo, con la corte una dama de la reina; con que india los relinchos de un potro, o los aullidos de la paja tras la oreja, que los criados llama. Eugenia de Abarca, mujer del regidor un perro o los cantos de un gallo; por todas ban con sigilo a don Gregorio, despedíase perpetuo Tomás Calvo; y María Vázquez partes asombraban las tinieblas y por todas apresurado y salía renegando de la bulla de de Coronado, mujer del alguacil mayor Jila soledad. La ciudad de Coronado a la sarónimo de Retes, y Isabel de Quiñones, zón dormitaba sobre un oscuro desierto; y Vol6 doña Gregoria en demanda de su mujer de Gabriel Vargas Machuca. 1Oh! esa en el desierto era, precisamente, donde don hija y respiró cuando la vió tranquila en su afrenta, dijeron en coro todas ellas, ha de Juan quería llevar a cabo su aventura. alcoba y cuando oyó de la negra camarera costar muy caro al chapetón, que así no más La hora de la cita había llegado; prendió que la doncella no se había ausentado un los perros. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica