Violence

198 Repertorio Americano LA EDAD DE ORO El cuento de los cuatro ciegos.
un gusto grande, que es ver que todos los hombres tienen las mismas penas, y la historia igual, y el mismo amor, y que el mundo es un templo hermoso, donde caben en paz los hombres todos de la tierra, porque todos. han querido conocer la verdad, y han escrito en sus libros que es útil ser bueno, y han padecido y peleado por ser libres, libres en su tierra, libres en el pensamiento. Referido por José Martí en La Edad de Oro, Nueva York, 1899. La raposa mortecina Cuentan un cuento de cuatro hindús ciegos, de ailá del Indostán de Asia, que eran ciegos desde el pacer, y querían saber cómo era un elefante. Vamos. dijo uno, cadonde el elefante manso de la casa del rajah, que es príncipe generoso, y nos dejará saber cómo es. a casa del príncipe se fueron, con su turbante blanco y su wanto blanco; y oyeron en el camino rugir a la pantera y graznar al faisán de color de oro, que es como un pavo con dos plumas muy largas en la cola; y durmieron de noche en las ruinas de piedra de la famosa Jehanabad, donde hubo antes mucho comercio y poder; y pasaron por sobre up torrente colgándose mano a mano de una cuerda, que estaba a los dos lados levantada sobre una horquilla, como la cuerda floja en que bailan los gimnastas en los circos; y un carretero de buen corazón les dijo que se subieran en su carreta, porque su buey jiboso de astas cortas era un buey bonazo, que debió ser algo así como abuelo en otra vida, y no se enojaba porque se le subieran los hom.
bres eocima, sino que miraba a los caminantes como con.
vidándoles a entrar en el carro. así llegaron los cuatro ciegos al palacio del rajah, que era por fuera como un castillo, y por dentro como una caja de piedras preciosas, lleno todo de cojines y de colgaduras, y el techo bordado, y las paredes con florones de esmeraldas y zafiros, y las sillas de marfil, y el trono del rajah de marfil y de oro. Venimos, señor rajah, a que nos deje ver con nuestras manos, que son los ojos de los pobres ciegos, cómo es de figura un elefante manso. Los ciegos son santos. dijo el rajah. los hombres que desean saber son saptos: los hombres deben aprenderlo todo por sí mismos, y no creer sin preguntar, ni hablar sio entender, ni pensar como esclavos lo que les mandan pensar otros: vayan los cuatro ciegos a ver con sus manos el elefante manso. Echaron a correr los cuatro, como si les hubiera vuelto de repente la vista: uno cayó de nariz sobre las gradas del trono del rajah: otro dió tan recio contra la pared que se cayó sentado, viendo si se le había ido en el coscorrón algún retazo de cabeza: los otros dos, con los brazos abiertos; se quedaron de repente abrazados. El secretario del rajah los llevó a donde el elefante manso estaba, comiéndose su ración de treinta y nueve tortas de arroz y quince de maíz, en una fuente de plata con su pie de ébano; y cada ciego se echó, cuando el secretario dijo (labora. encima del elefante, que era de los pequeños y regordetes: uno se le abrazó por una pata: el otro se le prendió a la trompa, y subía en el aire y bajaba, sin quererla soltar; el otro le sujetaba la cola: otro tenía agarrada un asa de la fuente del arroz y el maíz. Ya sér, decía el de la pata. el elefante es alto y redondo, como una torre que se maeve, iNo es verdad. decía el de la trompa. el ele.
fapte es largo, y acaba en pico, como un embudo de carpe. Falso y muy falso. decía el de la cola; vjel elefante es como un badajo de campanal. Todos se equivocad, todos; el elefante es de figura de anillo y no se mueve, decía el del asa de la fuente. así son los hombres, que cada uno cree que sólo lo que él piensa y ve es la verdad, y dice en verso y en prosa que no se debe creer sino lo que él cree, io mismo que los cuatro ciegos del elefante, cuando lo que se ha de hacer es estudiar con cariño lo que los hombres han pensado y hecho, y eso da Uoa raposita ha salido de su mapida y se ha dirigido hacia la aldea. Todo duerme; es media noche. En la obscuridad no se percibe más que allá lejos. la raya negruzca de las montañas sobre la foscura del cielo. Bri.
llan las estrellas: brillan con ese titileo radiante de las poches de invierno. De cuando en cuando un vientecillo ligero trae de la aldea un olor particular que nuestra raposita recoge en sus narices. El ejido del poblado está ya aquí; luego las casas; detrás de una de ellas se extienden las largas tapias de un corral. No se sabe cómo la raposita ha entrado en el corral. En los travesaños de un cobertizo están acurrucadas las gallinas, los gallos. Los gallos, tan vigilantes, no se han percatado de pada. Lentamente, pasito a paso, mirando a todos los lados, venteando todos los olores, avanza la buena raposita. Ya está en el gallinero nuestra zorrita; las gallinas se han dado cuenta un poco tarde del huésped que viene a visitarlas. La hora no es muy a propósito para corte.
sías. Se ha producido un ruidoso remolino en el cober.
tizo a la vista de la raposa. Todas las gallinas cacareaban y los gallos cantaban. despavoridos. La raposa ha cogido una gallina entre los dientes y la ha zarandeado con violencia. Con una tierda y gorda gallina tendría la raposita para su yantar. Pero cuando ha sentido la raposa correr entre sus fauces la sangre tibia, humeante, de la gallina, ha perdido la cabeza. Cómo brillan ahora sus cjos. Cómo va de una parte a otra furiosa, abstraída, tambaleándose, como ciega, como borracha!
No se harta de destrozar gallinas; tendidas quedan muchas por tierra. En la casa deben de tener el sueño muy pesado; nadie se mueve. Entusiasmada, encarnizada en su labor siniestra, la raposita no ve que una claror blanquecina aparece por Oriente. La aurora comienza a anunciarse. nuestra raposita se le ha hecho tarde. No puede salir sin peligro del gallinero; van y vienen gentes por la aldea. Otros gallos lejanos cantan; un can ladra. No tiene más recurso puestra raposa que salir a la calle y tenderse en medio haciéndose la muerta. Porque si la vieran correr por las calles del pueblo iqué sería de ella?. Nuestra raposita se hace la muerta; en medio de la calle está tendida. No es cosa rara, donde hay muchas zorras, ver una zorra muerta en medio del arroyo. Va paseando la gente. cabo de una pieza, passó por hi un home, y dixo que los cabellos de la frente del raposo Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica