Repertorio Americano 373 LA EDAD DE ORO 41. La abeja haragana.
Había una vez en una colmena una abeja que no que.
ría trabajar. Es decir, recorría los árboles uno por uno para tomar el jugo de las flores; pero en vez de conser varlo para convertirlo en miel, se lo tomaba del todo.
Era, pues, una abeja haragana. Todas las mañanas, apenas el sol calentaba el aire, la abejita se asomaba a la puerta de la colmena, vela que hacía buen tiempo, se peipaba con las patas, como hacen las moscas, y echaba entonces a volar, muy contenta del lindo día. Zumbaba muerta de gasto de flor en flor, entraba en la colmena, volvía a salir, y así se lo pasaba todo el día, mientras las otras abejas se mataban trabajando para llenar la colmena de miel, porque la miel es el alimento de las abejas recién nacidas.
Como las abejas son muy serias, comenzaron a dis.
gustarse con el proceder de la hermana haragana. En la puerta de las colmenas hay siempre una cuantas abejas que están de guardia, para cuidar que no entren bichos en la colmena. Estas abejas suelen ser muy viejas, con gran experiencia de la vida, y tienen el lomo pelado porque han perdido los pelos de tanto rozar contra la puerta de la colmena.
Un día, pues, detuvieron a la abeja haragana cuando iba a entrar, diciéndole. Compafiera: es necesario que trabajes, porque todas las abejas debemos trabajar.
La abejita contesto. Yo ando todo el día volando, y me canso mucho. No es cuestión de que te canses mucho le respon.
dieron sino de que trabajes un poco. Es la primera advertencia que te hacemos. diciendo así la dejaron pasar, Pero la abeja haragana no se corregla. De modo que a la tarde siguiente, las abejas que estaban de guardia le.
dijeron. Hay que trabajar, hermana. ella respondió en seguida. Uno de estos días lo voy a hacer. No es cuestión de que lo hagas uno de estos días le respondieron sino mañana mismo. Acuérdate de esto. la dejaron pasar.
Al anochecer siguiente se repitió la misma cosa. An.
tes que le dijeran bada, la abejita, exclamo. Sí, sí, hermanas! Ya me acuerdo de lo que he prometido. No es cuestión de que te acuerdes de lo prometido le respondieron sino de que trabajes. Hoy es 19 de abril. Pues bien: trata de que mañana, 20, hayas traído una gota siquiera de miel. ahora pasa. diciendo esto se apartaron para dejarla entrar.
Pero el 20 de abril pasó en vano como todos los de.
más. Con la diferencia de que al caer el sol el tiempo se descompuso y comenzó a soplar un viento frío.
La abejita haragapa voló apresorada hacia su colme.
na, pensando en lo calentito que estaría allá adestro.
Pero cuando quiso entrar, las abejas que estaban de guar.
dia se lo impidieron. No se entra le dijeron fríamente. Yo quiero entrarl clamó la abejita. Esta es mi colmena. Esta es la colmena de una pobres abejas trabaja.
doras le contestaron las otras. No hay entrada para las haragapas. iMañana sin falta voy a trabajar! insistió la abe.
jita. No hay mañana para las que no trabajan respon.
dieron las abejas, que saben mucha filosofía. esto diciendo la empujaron afuera.
La abejita, sin saber qué hacer, voló un rato aún; pero ya la noche caía, y se veía apenas. Quiso cogerse de una hoja, y cayó al suelo. Tenía el cuerpo entumecido por el aire frío, y no podía volar más.
Arrastrándose entonces por el suelo, trepando y bajando de los palitos y piedritas, que le parecían monta.
fias, llegó a la puerta de la colmena, a tiempo que comenzaban a caer frías gotas de lluvia. Ay, mi Dios. exclamó la desamparada. Va a llover, y me voy a morir de frío! tentó entrar en la colmena.
Pero de nuevo le cerraron el paso. iPerdón! gimió la abeja. Déjenme entrar. Ya es tarde le repondieron. Por favor, hermapas! iTengo sueño. Es más tarde aún. Compañeras, por piedad. Tengo frío. Imposible. iPor última vez! iMe voy a morir!
Entonces le dijeron. No, no morirás. Aprenderás en una sola noche lo que es el descanso ganado con el trabajo. Vete. la echaron.
Entonces, temblando de frío, con las alas mojadas y tropezando, la abeja se arrastró, se arrastro, hasta que de pronto rodó por no agujero cayó rodando, mejor dicho, al fondo de una caverna.
Creyó que no iba a concluir nunca de bajar. Al fin llegó al fondo, y se halló bruscamente ante una vibora, una culebra verde de lomo color ladrillo, que la miraba enroscada y presta a lanzarse sobre ella.
En verdad, aquella caverna era el hueco de un árbol que habían trasplantado hacía tiempo, y que la culebra había elegido de guarida.
Las culebras comen abejas; que les gustan mucho.
Por esto la abejita, al encontrarse ante su enemiga, mur.
muro cerrando los ojos. Adiós, mi vidal Esta es la última hora que yo veo la luz.
Pero con gran sorpresa suya, la culebra no solamente Do la devoro sido que le dijo. Qué tal, abejita? No has de ser muy trabajadora para estar aquí a estas horas. Es cierto murmuró la abeja. No trabajo, y yo tengo la culpa. Siendo así agregó la culebra burlona voy a qui.
tar del mundo a un mal bicho como tú. Te voy a comer, abeja.
La abeja, temblando, exclamó entonces. No es justo, eso, do es justo! No es justo que usted me coma porque es más fuerte que yo. Los hombres saben lo que es justicia. Ah, ahl exclamó la culebra, enroscándose ligero.
Tá conoces bien a los hombres? Tá crees que los Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica