374 Repertorio Americano hombres, que les quitan la miel a ustedes, son más jus.
tos, grandísima tonta. No, no es por eso que nos quitan la miel respon.
dió la abeja. por qué, entonces. Porque son más inteligentes.
Así dijo la abejita. Pero la culebra se echó a reir, exclamando. Bueno! Con justicia o sin ella, te voy a comer; apróntate. se echó atrás, para lanzarse sobre la abeja. Pero ésta exclamo. Usted hace eso porque es menos inteligente que yo. Yo, menos inteligente que tú, mocosa? se rió la culebra. Así es afirmó la abeja. Pues bien dijo la culebra vamos a verlo. Vamos a hacer dos pruebas. El que haga la prueba más rara, ese gana. Si gano yo, te como. si gano yo? preguntó la abejita. Si ganas tú repuso su enemiga tienes el derecho de pasar la noche aquí, hasta que sea de día. Te conviene. Aceptado contestó la abeja.
La culebra se echó a reir de nuevo, porque se le había ocurrido una cosa que jamás podría hacer una abeja. he aquí lo que hizo: Salió un instante afuera, tan velozmente que la abeja no tuvo tiempo de pada. volvió trayendo una cápsula de semillas de eucalipto, de un eucalipto que estaba al lado de la colmena, y que le daba sombra.
Los muchachos hacen bailar como trompos esas cáp.
sulas, y les llaman trompitos de eucalipto. Esto es lo que voy a hacer dijo la culebra. Fi.
jate bien, atención! arrollando vivamente la cola alrededor del trompito como un piolio, la desenvolvió a toda velocidad, con tanta rapidez que el trompito quedó bailando y zum bapdo como un loco.
La culebra se reía, y con mucha razón, porque jamás una abeja ha hecho ni podrá hacer bailar a un trompito.
Pero cuando el trompito, que se había quedado dor.
mido zumbando, como les pasa a los trompos de naranjo, cayó por fin al suelo, la abeja dijo. Esta prueba es muy linda, y yo nunca podré hacer eso. Entonces, te como exclamó la culebra. Un momento! Yo no puedo hacer eso; pero hago una cosa que no hace padie. Qué es eso. Desaparecer. Cómo? exclamó la culebra dando un salto de sor.
presa. Desaparecer sin salir de aquí. Sin salir de aquí. sin esconderte en la tierra. Sip esconderme en la tierra. Pues bien, hazlo! si no lo haces, te como en seguida dijo la culebra.
El caso es que mientras el trompito bailaba, la abeja había tenido tiempo de examinar la caverna, y había visto una plantita que crecía allí. Era un arbustillo, casi un yuyito, con grandes hojas del tamaño de una moneda de dos centavos. La abeja se arrimó a la plantita, teniendo cuidado de no tocarla, y dijo así. Ahora me toca a mí, sefiora Culebra. Me va a hacer el favor de darse vuelta, y contar hasta tres. Cuando yo diga «tres. búsqueme por todas partes iya no estaré más! así pasó, en efecto. La culebra dijo rápidamente. uno. dos. tres. y se volvió y abrió la boca cuan grande era, de sorpresa: allí no había nadie. Miro arriba, abajo, a los lados, recorrió los rincones, la plantita, tanteó todo con la lengua. Inútil: la abeja había desaparecido.
La culebra comprendió entonces que si su prueba del trompito era muy buena, la prueba de la abeja era sim.
plemente extraordinaria. Qué se había hecho. Dónde estaba?
No había modo de hallarla. iBueno! exclamó al fin. Me doy por vencida. Dónde estás?
Una voz que apenas se ola la voz de la abejitasalió del medio de la cueva. No me vas a hacer nada? dijo la voz. Puedo contar con tu juramento. Si respondió la culebra. Te lo juro. Dónde está. Aquí. respondió la abejita, apareciendo súbita.
mente de entre una hoja cerrada de la plantita. Qué había pasado? Una cosa muy sencilla: La plan.
tita en cuestión era una sensitiva, muy común también aquí en Buenos Aires, y que tiene la particularidad de que sus hojas se cierran al menor contacto. Solamente que esta aventura pasaba en Misiones, donde la vegetación es muy rica, y por lo tanto muy grandes las hojas de las Sensitivas. De aquí que al contacto de la abeja, las hojas se cerraran, ocultando completamente al insecto.
La inteligencia de la culebra no había alcanzado nun.
ca a darse cuenta de ese fenómeno; pero la abeja lo había observado, y se aprovechaba de él para salvar su vida.
La culebra no le dijo nada, pero quedó muy irritada con su derrota, tanto que la abeja pasó toda la noche recordando a su enemiga la promesa que había hecho de respetarla.
Fué una noche larga, interminable, que las dos pasa.
ron arrimadas contra la pared más alta de la caverna, porque la tormenta se había desencadenado, y el agua entraba como un río adentro.
Hacía mucho frío, además, y adentro reinaba la oscu.
ridad más completa. De cuando en cuando la culebra sentía impulsos de lanzarse sobre la abeja, y ésta creía entonces llegado el término de su vida.
Nuoca, jamás, creyó la abejita que una noche podría ser tan fría, tan larga, tan horrible. Recordaba su vida anterior, durmiendo poche a noche en la colmena bien calentita, y lloraba entonces en silencio.
Cuando llegó el día, y salió el sol, porque el tiempo se había compuesto, la abejita voló y lloró otra vez en silencio ante la paerta de la colmena hecha por el es.
fuerzo de la familia. Las abejas de guardia la dejaron pasar sin decirle nada, porque comprendieron que la que volvía no era la paseandera haragana sido una abeja que había hecho en sólo una noche un duro aprendizaje de la vida.
Así fué, en efecto. En adelante ninguna como ella recogió tanto polen pi fabricó tanta miel. cuando el Otoño llegó, y llegó también el término de sus días, tuvo aún tiempo de dar una última lección antes de morir, a las jóvenes abejas que la rodeaban. No es nuestra inteligencia sino puestro trabajo quien nos hace tan fuertes. Yo usé una sola vez de mi inteligencia, y fué para salvar mi vida. No habría nece.
sitado de ese esfuerzo, si hubiera trabajado como todas.
Me he cansado tanto volando de aquí para allá, como trabajando. Lo que me faltaba era la noción del deber, que adquirí aquella poche.
Trabajen, compañeras, pensando que el fin a que tien.
den nuestros esfuerzos la felicidad de todos es muy superior a la fatiga de cada uno. esto los hombres llaman ideal, y tienen razón. No hay otra filosofía en la vida de un hombre y de una abeja.
HORACIO QUIROGA Cuentos de la selva. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica