Repertorio. Americano 199 que eran muy buenos para poner en las frentes de los mozos pequeños, porque no los ahojen. Con unas tije.
ras, este hombre curioso trasquila la frente de la zorrita, La zorrita se estuvo quieta.
Después otro transeunte vió la raposa y dijo lo mismo de los pelos del lomo. Le trasquiló los pelos del lomo. La raposita se estuvo quieta. Luego otro hizo la misma observación respecto del pelo de las ijadas. Le trasquilo las ijadas. La raposita se estuvo quieta. Nunca se movió el raposo, porque entendía que aquellos cabellos non le farían gran dafio en los perder. Otro viandanie llegó más tarde y dijo que la uña del raposo es buena para cu.
rar los pasadizos. Tajóle las uñas a la raposita. La rapo.
sita no se movió. Después otro dijo que el diente de la zorra cura los males de dientes. Quitóle un diente a la raposita. La raposita no se movió. seguida vino otro y manifestó que el corazón del raposo es conveniente para nuestros dolores de corazón. Metió mano a un cu.
chillo para sacarle al raposo su corazón. el raposo vió que le querían sacar el corazón y ge si que lo sacasen, que non era cosa que se pudiese cobrar. Entonces la raposita dió un salto, echó a correr: y se perdió a lo lejos. Vuelta a contar por AZORIN: Páginas Escogidas, Madrid. prevengo que no vendrá bien con el color de su tez.
Doña Rana le dijo, entonces. Hágamelo azul, señora Biuja. Lo que yo deseo es Do andar como todas las demás ranas, pues soy muy dis.
tinguida y no me gusta que me confundad con la mayoría. Para evitar eso, señora intervino dop Saltamonte, que también estaba de visita en casa de la Bruja sea usted excepcionalmente buena; cante mejor que sus demás hermanas, haga una hermosa obra de arte y no se preocupe del vestido. Aunque recame éste con perlas de rocío en hebradas en rayos de sol, no ha de sobresalir por ello sólo. Llamará la atención un día o dos, pero pada más. En cambio, de la otra manera, ya verá usted qué enorme triunfo será el suyo.
Pero doña Rana se encogió de hombros y le compro a la Broja un precioso trajecito de felpa amarilla, azul, naranja, negra, blanca, escarlata y gris. Lo que sí que, como estaba be bo para un «siete colores. tuvo la Bruja que introducir en él algunas reformas. Muy contenta se marchó doña Rana a su charca. Pero, en vez de despertar admiración y envidia, como creía, lo único que consiguió fué que sus hermanas se burlaron de ella, los sapos le hicieron una rechifla y las ranitas pequeñas huyeron asustadas apte aquel feo bicho de tantos colores. Turo que esconder bajo las hojas de un camalote su caro ves.
tido y osteotar de nuevo el lindo trajecito de seda verde que le había dado la sabia Naturaleza. Cuánto más me hubiera valido pensaba con amar.
gara seguir los sabios cousejos de don Saltamontes! desde ese día se corrigió de su vapidad y tan sin.
ceramente buena fué, que en diez leguas a la redonda, no había charca, bañado o arroyuelo donde no se comentaran y bendijesen su caridad y buen corazón. El vestido de doña Rana Dicen que doña Rana cuenta Pepito tenía grandes deseos de ponerse un vestido bueyo Estaba cansada del suyo de seda verde y resolvió ir a casa de la «Bruja de la Roca, para que, a cambio de un puñadito de pepitas de oro, que había recogido de entre las arenas de un río, le hiciese un traje de terciopelo encarnado. La Bruja le contestó. Con mucho gusto se lo haré, señora Rapa. Pero le JUANA DE IBARBOUROU. Ejemplario, Montevideo. Dos miligramos de arsénico El farmacéutico francés Daoval, peritos. Pero después de su condena, indicio suficiente. Quedaban los sín.
mar cientíicamente que la presencia del arsénico en el cuerpo humano es normal dentro de ciertas cantidades.
Los dos miligramos no eran, pues, los laboratorios de medicina legal comenzaron a dudar de los análisis en que aparecía el arsénico en pequefias petuos, como culpable de haber enve.
nenado a su mujer, ha sido rehabili; tado hace pocos días por los Tribunales franceses. Había pasado veinticinco años en el presidio; en 1902 recibió el indulto, pero no ha querido confor.
marse con esta gracia, ni con la amnista que le fué concedida en 1919 en compensación por la muerte de stis dos hijos en el campo de batalla. Depodadamente ha perseguido su rehabili.
tación plena y la indemnización que en buen derecho le correspondía. Su empresa no ha sido fácil. Para obtener, al fin, la deseada sentencia, han sido necesarias muchas cosas, descubri.
mientos científicos inclusive. La mujer del boticario había muerto en pocas horas con todos los signos del envene.
namiento arsenical. El análisis de las vísceras señaló la presencia de dos mili.
gramos de arsénico en el cadáver. Es.
tos dos miligramos de arsénico fueron la perdición del boticario, que tenía en su contra el indicio de su profesión.
Fué condenado por el informe de los día Danval, asistiendo a un amigo epfermo, observó la identidad de la dolencia que padecía con la que había causado la muerte de su mujer. Enton.
ces se enteró de que la ciencia médica había determinado en los últimos años una enfermedad con siptonas análogos a los del envenenamiento arsepical debida a una intoxicación por lesión de las glándulas suprarre.
pales. Afortunadamente para Danval, su proceso había sido tramitado con la mayor escrupulosidad; en los folios quedaba testimonio prolijo de los adá.
lisis periciales y de los informes mé.
dicos sobre la enfermedad de su mujer.
El Tribunal no ha necesitado más que desatar el legajo para acordar la reha.
bilitación del boticario, el cual recibe, además, una doble indemnización de 20. 000 francos de capital y 12 000 de renta anual vitalicia.
Este: error judicial pone en crisis el valor de los informes periciales. El perito se atiene. claro está. a los (Pasa a la página 207. LUIS DANVAL cantidades. En un célebre proceso, el toxólogo Raspail decía en la Sala de la Audiencia. Me comprometo a encon.
trar srsénico en los pies del sillón del presidente. Después ya se pudo afir. Este documento es propiedad de la Biblioteca electronica Scriptorium de la Universidad Nacional, Costa Rica